Hay personas sensibles y personas insensibles.
Las personas saludables tienen una sensibilidad saludable.
Ohsawa lo describió magistralmente cuando dijo: una gota de tinta enseguida se nota en el agua limpia.
Una persona saludable toma unos sorbos de aguardiente y enseguida nota el efecto, pero un alcohólico necesita muchos sorbos antes de sentir el efecto de la droga.
Las personas saludables, tienen una intuición aguda y rechazan los fármacos y las vacunas.
Sienten que estos productos ofenden al templo sagrado.
Pero las personas insensibles están tan yanguizadas de proteína animal que no perciben estos efectos y pueden olímpicamente tomar su medicación para la tensión durante toda la vida.
Las personas insensibles se basan en argumentos lógicos: si hay suficientes pruebas científicas de que el extracto del ojo de la oveja es una buena fuente de grasas omega 3 no dudará en consumirlo.
Y si la última vacuna fue probada y comprobada por un número suficiente de estudios, irá pronto a darse la o las dosis que sugiere el organismo competente.
La persona sensible es más yin, menos embrutecida debido a que cuida las proporciones de alimentos vegetales y animales.
Entonces no necesita depender de la opinión de expertos o de hospitales.
Su intuición le grita con claridad ...no!!!! por favor no te inyectes o no te hagas radioterapia....
Las personas que son originariamente de climas fríos tienen una larga tradición de gran consumo de carnes, embutidos y animales de granja.
Son fuertes debido a su clima riguroso y a las labores en el campo.
Esa ventaja genética dura varias generaciones.
Y esas personas continúan la tradición de sus climas originales tomando dietas de alta proteína.
Y cuando ejercen la medicina o trabajan en el diseño de políticas de salud, proyectan su insensibilidad en sus recomendaciones.
Y no sólo que creen en las medicinas químicas, sino que las recomiendan e incluso tienen el coraje de hacerlas obligatorias en nombre de la prevención.
Y por eso la sabiduría infinita que Ohsawa llamaba el "instinto-intuición", sabe más que todos los premios Nobel de la historia del mundo.
La alimentación saludable nos vuelve sensibles y nos permite percibir el peligro.
Pero los insensibles no lo perciben y aguardan el veredicto de los científicos para tomar su decisión.
Y una vez que la toman prefieren morir antes que reconocer que tomaron la decisión incorrecta.
Ese es el destino de los amantes de la dietas de alta proteína.
Al final yin vence a yang; la tortuga gana la carrera a la liebre.
-Martín Macedo-
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