miércoles, 27 de julio de 2016

Cumplir con lo que prometemos



Hay un proverbio hebreo que dice: “Promete poco y haz mucho”. Este proverbio se refiere a nuestra tendencia humana de hacer exactamente lo contrario: a menudo prometemos más de lo que podemos hacer en realidad. La mayoría de nosotros tiene sanas intenciones y prometer más de lo que podemos cumplir es un resultado de nuestro optimismo y nuestras ganas de apoyar. Sin embargo, se ha vuelto muy común en nuestra cultura ya sea prometer de más o romper nuestras promesas.

Observamos cómo líderes comunitarios, políticos y celebridades (entre otros) dejan sin cumplir su palabra de forma tan regular que parece inusual cuando sí cumplen con sus promesas. Aún así, mantener un juramento no es algo que deba halagarse; es simplemente lo que deberíamos hacer como seres considerados. Pocos se atreverán a contradecir lo anterior, así que ¿qué podemos hacer para apoyarnos a ser conscientes y honestos para convertirnos en las personas que aspiramos ser?

Considera la idea de que mantener una promesa no es sólo cuestión de integridad; cumplir nuestra palabra es bueno para nosotros y para el bienestar colectivo. En resumen, esto hace que el mundo sea un lugar mejor. La noción que requerimos cumplir nuestras promesas es la base de una sociedad armónica y que funciona ordenadamente. Cuando muchas palabras vacías pasan entre nosotros, en algún punto comenzamos a responder con apatía, no sólo ante los compromisos que otros rompen, sino también a aquellos que nosotros hacemos, como si no tuviera mayor importancia.

Los kabbalistas enseñan que cuando hacemos una promesa, ya sea para nosotros mismos o para otra persona, recibimos toda la energía de luz que requerimos para alcanzar esa meta. Si no llevamos a cabo lo que prometemos, la energía se estanca y esto puede ser nocivo para nosotros y para otras personas. Todos quisiéramos pensar que somos amigos leales, compañeros afectuosos y ciudadanos ejemplares. Puede que parezca que no cumplir una promesa sea algo diminuto. Pensamos: En realidad no se requiere. O: Probablemente no lo recuerdan… No es gran cosa… No hará mucha diferencia de todos modos. No obstante, un compromiso sin cumplir hace que el siguiente se sienta menos importante, y así sucesivamente hasta que nos convertimos en el tipo de persona en la cual no se puede confiar.

Ya sea que nos demos cuenta de ello o no, las personas a nuestro alrededor aprenden de nuestras acciones. Nuestra actitud establece un precedente para lo que es aceptable y lo que es valioso. Cuando las personas que nos rodean nos ven romper nuestras promesas, aprenden que no se justifica confiar en nosotros y que pueden esperar que no cumplamos con lo que prometemos. Esto no sólo nos separa de otras personas, también nos desconecta de la Luz del Creador.

Cada uno de nosotros ha sentido la decepción de una promesa rota. Sin embargo, muy pocos de nosotros puede decir que hemos cumplido siempre con nuestra palabra. Antes de realizar un compromiso, pregúntate: ¿por qué haces la promesa en primer lugar? ¿Es para obtener algo a cambio? ¿O se debe sólo a las buenas intenciones? Cuando la respuesta es la última opción, intenta sorprender a alguien con un acto de bondad en lugar de prometerle algo que quizá no puedas cumplir. Hay una gran sabiduría kabbalística en el proverbio hebreo: “Promete poco y haz mucho”.

Si te das cuenta de que has dejado de cumplir con tus compromisos, proponte sólo hacer promesas que sabes que puedes cumplir. Mejor aún, limita tus promesas para comenzar y enfócate más en acciones que sumen. Luego permanece diligente en cumplir con lo que prometes. Cambios pequeños y que sumen pueden hacer mucho para acercarnos al Creador y conectarnos con la Luz.

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