Muchos somos confidentes y amigos de personas que continuamente hablan de la vida de los demás, como si algún poder divino les hubiera otorgado esa autoridad. No lo hacen de una forma que podríamos llamar “casual”, sino que para ellos la hipocresía es un recurso habitual en la comunicación, que les sirve de manera indirecta para reforzar sus valores buscando la complicidad del otro en aquello que critican.
Este refuerzo funciona por oposición, si el otro está de acuerdo conmigo en lo que aborrezco también lo estará en lo que defiendo, en lo que considero que soy. Así, este hábito es propio de mentes inseguras, que con palabras sobre otros no buscan otra cosa que espantar fantasmas.
Además, las personas con esta costumbre no hablan de forma general o aludiendo a detalles irrelevantes. Cuentan intimidades, juzgan y narran historias que han sido reveladas por azar o descuido, pero que no dejan de pertenecer a la intimidad de alguien y por lo tanto a un lugar en el que nadie debería entrar sin el consentimiento del otro.
Como detectar la hipocresía de nuestro entorno
No es extraño que creamos que entre nuestro círculo de amigos no hay nadie que nos critica. Si pensáramos lo contrario, no los tendríamos como amigos. Con excepciones por supuesto, porque hay a quienes les gusta el masoquismo también en este sentido. Les encanta que hablen de ellos, aunque sea mal y con intención.
Ahora, lo normal es que no nos sintamos demasiado felices cuando nos damos cuenta de que alguien nos utiliza de saco de boxeo a nuestras espaldas. Más si es alguien con el que tenemos confianza y con el que compartimos cierta intimidad. Esto pasa mucho en las parejas, en las que uno de los dos, para desahogarse con sus amigos o amigas, no es raro que en algún momento ponga al otro “a escurrir”.
“Lo más ofensivo que pueda lanzarte a la cara tu peor enemigo no se compara con lo que tus amigos más íntimos hablan de ti a tus espaldas.”
Teniendo en cuenta esto, asumiendo que somos humanos, es demasiado categórico afirmar que todo aquel que habla mal de los demás en algún momento es un hipócrita.
Si ninguno de nosotros contara con un amigo fiel, un apoyo sincero para sobrellevar esos malos momentos, serían doblemente amargos. Por lo tanto, cada uno de nosotros podemos llegar a comentar algo negativo de las personas que nos rodean con alguien que estimamos digno de nuestra confianza.
Contar a otra persona lo que nos sucede con otros no es hipocresía, podría decirse que cumple una función vital en el ser humano. Pero, evidentemente, hay ciertas líneas rojas que nos pueden dar pistas de que empezamos a vivir en un ambiente de hipocresía.
La hipocresía se delata a ella misma si sabes distinguir sus detalles
Toda queja acerca del comportamiento que nos altera de los demás debe pasar por una serie de fases. No son reglamentarias, pero son éticas. Si alguien hace algo que me enerva o me molesta, en primer lugar es bueno que intentemos solucionar ese aspecto con esa persona.
Si en lugar de intentar solucionar el problema de forma directa, empezamos a relatar los fallos de la persona que nos causa malestar con otras personas de nuestro entorno compartido; empezamos a dibujar las líneas rojas de lo que llamamos hipocresía.
Contar a varias personas de tu entorno lo mal que te sientes con alguien y a continuación actuar como si no pasara nada en una reunión social no arregla la situación. Muy al contrario, intoxicas a los demás y a ti mismo.
Puede pasar unas cuantas veces pero si eso se convierte en la tónica general, piensa que estás adquiriendo un mal hábito para frenar tu frustración. Si te percatas de este mala costumbre en alguien de tu entorno, puede ser el momento de estar alerta, que no es estar a la defensiva.
Cuando la hipocresía sube de nivel y se convierte en verdadera maldad
Hemos dicho que existen delgadas líneas rojas para detectar la hipocresía, que a veces es sutil y difícil de asumir. Sin embargo, en otras ocasiones empieza a ser un rasgo tan evidente en los demás que ya no vale con estar en alerta. Es le momento de dejar de ser ilusos, por mucho que cueste, por mucho que duela.
Por mucho que nos cueste creerlo, hablar mal de los demás vende. Engancha, da juego. Existen personas que por sus déficits en verdaderas habilidades sociales, utilizan conversaciones referidas a la vida de los demás para atraer y lograr la atención del resto.
Mentiras totalmente elaboradas, rumores infundados, detalles íntimos contados en una mesa de bar sin el más mínimo decoro. Ya no hay líneas rojas, ya se han desdibujado los límites: descubrimos que no solo se trata de hipocresía. Esa persona que consideramos amigo, empieza a hablar de otras personas de nuestro entorno de una forma verdaderamente dañina, sin mostrar el más mínimo grado dearrepentimiento.
Esa persona que consideramos amigo, empieza a mostrar su lado más oscuro con los demás, pero nos negamos a pensar que eso pueda suceder con nosotros. Hasta que nos damos cuenta de que habla con verdadera saña, ante un atento público, de una persona que guarda la misma relación de confianza que la que tú compartes con él/ella. Ya ha pasado el momento de ser vigilante: aléjate de esta persona.
Vivir y rodearte de personas auténticas es la recompensa por no practicar la hipocresía
Nadie va a premiarte por intentar deshacerte de la hipocresía de tu entorno. Nadie te va a condecorar con una medalla por no entrar en un juego sucio que alguien te pone en bandeja de plata. Muy al contrario, correrás el riesgo de perder contacto con ciertos conocidos, serás presa de la duda y muchos pondrán en tela de juicio tu actitud.
Poner límite a relaciones con personas totalmente tóxicas, que no solo practican la hipocresía sino que hieren cuando pueden y quieren es difícil, mas cuando esa persona ha formado parte de tu intimidad. No es casualidad que en el maltrato psicológico el que se aleja nunca resulte vencedor.
Lo más conveniente en estos casos, por propia salud emocional es no entrar en un juego aún más sucio: no intentes revelar a los demás la hipocresía del otro, cada quien debe ser lo suficientemente responsable para quitarse “la venda de los ojos” con autonomía e independencia. Ya has tenido suficiente.
Al fin y al cabo, vivir sin estar rodeado de hipocresía tiene una recompensa implícita en sí misma: vivirás más rodeado de lo contrario. Personas sanas con corazones limpios a tu alrededor, tendrás mucho más espacio para ellas. Con el tiempo, la ira desaparecerá y hasta un sentimiento de cierta compasión te embargará. Habrás pasado el duelo de la cólera para llegar a la más absoluta de las indiferencias.
Aprenderás una gran lección: hay que tener cuidado con quien habla y hace daño a las espaldas de los demás. Pronto podrías verte con ese mismo puñal en la espalda, sin saber quién te ha hecho sangrar; pero la experiencia es un grado y sabrás dar la vuelta a tiempo para mostrar tu corazón con valentía ante el ataque del otro. Puede ser que solamente en ese momento sea consciente de la bajeza de sus actos.
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