No es una religión, una filosofía, ni un camino espiritual, explica Javier Wolcoff. La Kabalah es un conjunto de saberes que iluminan la vida.
Desde el nombre, todo es sugerente en la Kabalah. Con acento en la primera A (cábala), es un sustantivo ligado a ciertos códigos o claves secretas relacionados con la suerte: “Tengo una cábala para rendir un examen o ganar un juego de azar”. Pero el origen de la Kabalah, con acento en la última A, está profundamente unido a una de las principales corrientes de la mística judía. De hecho la palabra kabalah proviene del hebreo lekabbel, que significa recibir. De modo que deberíamos entender la Kabalah como un compendio de leyes espirituales, cuyo conocimiento profundo permitiría a un sujeto comprender por qué y para qué está en este mundo. Y qué sentido puede darle a su vida.
“Para empezar a entender qué es, hay que saber primero lo que no es”, dice Javier Wolcoff, uno de los referentes más serios de esta disciplina en la Argentina. Así, el estudioso enumera los “no” con mucha claridad. No es una religión; no es una filosofía de vida, ni siquiera un camino espiritual creado por grandes sabios o profetas. La Kabalah es un cuerpo de conocimiento que se origina en la creación misma. “Solemos decir –explica Wolcoff– que esel manual de instrucciones del juego de la vida. En la esencia semántica de la palabra lekabbel (recibir) está también la esencia espiritual del ser humano como deseo (de recibir). El ADN espiritual de las personas es el deseo. Uno puede tener hermanos gemelos que son genéticamente idénticos y sin embargo los distingue el deseo, lo que cada uno quiere. Toda acción humana está alimentada por algún tipo de deseo, consciente o inconsciente. Estamos siempre buscando recibir algo. La Kabalah explica cómo funciona el sistema mediante el cual nosotros recibimos aquello que buscamos. En pocas palabras podríamos decir que es el manual de las leyes espirituales de causa y efecto.”
Los orígenes
Aunque la Kabalah propiamente dicha surge hacia fines del siglo XII, sus orígenes pueden remontarse hasta las primeras manifestaciones del judaísmo incipiente (circa siglo I a. C.). Según la leyenda, y algunos autores clásicos como Pico Della Mirandola, se trataría de un saber de carácter esotérico que Dios habría revelado primero a Adán, después a Abraham y luego a Moisés en el monte Sinaí, al mismo tiempo que le hacía entrega de las Tablas de la Ley, alrededor del siglo XIII a. C. Vale la pena destacar que en el instante de la revelación de este saber divino, el elemento que recibe el hombre es siempre la Luz.
Una de las más importantes contribuciones para acceder a la Kabalah –y por cierto la fuente de saber más profundo y compleja– se halla en el Zohar o Libro del Esplendor, escrito por Rabí Simeón Ben Yojai, en el siglo II.
La Kabalah aplicada
Se trata entonces de tener las herramientas para hallar –recibir– todo lo que estemos buscando en nuestras vidas, incluso la Sabiduría Oculta o de lo Oculto (Jojmat Nistar, en hebreo, otra forma de llamar a la Kabalah). Lo oculto es lo que se conoce como la energía espiritual detrás de lo material, o la intención detrás de la acción. Lo metafísico que el hombre es capaz de controlar. “Por cierto –explica Wolcoff– lo que en Kabalah llamamos la Causa. Cuando el ser humano no está al tanto de estas ‘leyes espirituales’ le suceden cosas ‘por casualidad’ o ‘de repente’, o puede pensar que ‘tiene buena o mala suerte’. Todas estas expresiones son excusas que utilizamos para decir en realidad ‘no sé cómo funciona este engranaje’ o ‘no tengo control de mi vida’. El estudio de la Kabalah devela el mecanismo interno metafísico que es lo que provoca ciertas reacciones en el plano físico, dando así el conocimiento de cómo recibir aquello que tanto busca y más aún, dándole, quizás por primera vez, el conocimiento de qué es realmente lo que busca. A veces nos pasamos toda la vida buscando algo y cuando lo conseguimos no parece darnos la satisfacción que pensábamos recibir. Porque no se trata simplemente de adquirir conocimientos. No es suficiente. El hombre se diferencia del animal por la capacidad de controlar la materia con su mente todo el tiempo, lo que algunos llaman ‘mente sobre materia’. El escalón espiritual que debemos alcanzar, a través de la Kabalah aplicada, es el de ‘conciencia sobre mente’. ¿Qué quiero decir con esto? –pregunta Wolcoff, y responde–. Que el ser humano siempre modifica su medio material con su mente (su pensamiento) y el resultado de esa manipulación justifica su forma de pensar. El tipo que piensa que el mundo es una porquería, genera a su alrededor un mundo de porquería, y cuando alguien cuestiona su opinión, tiene cientos de ejemplos que lo justifican, más allá de que él mismo los haya creado. Cada cosa que hacemos es una semilla y la conciencia con que la hacemos es el ADN de esa semilla. Y lo peor es que al cosmos no se lo puede engañar: las leyes de causa y efecto espirituales son perfectas.”
Malele Penchansky
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