viernes, 14 de octubre de 2022

El valor de las rutinas

 Siempre me ha costado seguir rutinas. Pronto intento cambiar algo para no repetirme. Estoy revisando eso porque quiero adoptar más rutinas y mi manera de convencerme es entendiendo que la repetición puede no ser algo aburrido, insulso, sino que tiene una parte estética y emocional más que estimulante. La magia está, como dice Sennett, en convertir las rutinas en ritmo: «Como las brazadas de un nadador, el puro movimiento repetido termina siendo un placer en sí mismo (…) Repetir una y otra vez una acción es estimulante cuando se organiza mirando hacia delante. Esta experiencia no tiene nada de extraño, todos la conocemos: es el ritmo».  Hace poco encontré un artículo sobre un gran nadador como Ian Thorpe que confirma, desde su experiencia, la tesis del Sennett: «Cuando dejé la natación, cuando perdí la rutina de los entrenamientos cotidianos, había mañanas en las que no tenía ni fuerzas para levantarme de la cama (…) Encuentro una gran belleza y calma en la repetición de los entrenamientos, en sus ritmos, en sus rituales». Esto último es clave. Si las rutinas se envuelven en rituales con cierta cadencia y una escenificación adecuada, pueden llegar a transmitir belleza. Es la parte estética de la repetición. La primera fase es normalizarlas, conciliar el cuerpo y la mente con el acto recurrente. Ser pacientes para acostumbrarlos y que no liberen antídotos creativos que nos dispersen. Una vez que esas rutinas se hacen menos extrañas, viene la parte divertida de la búsqueda del ritmo. Esto se consigue con los rituales, con protocolos ceremoniosos que sean placenteros. Todo esto, insisto, necesita un cambio de actitud hacia la repetición. No basta con crearse una secuencia animosa, sino que hay que aprender a buscar y disfrutar del ritmo que se oculta en ella. En cuanto a la «calma» que cita Thorpe, es más fácil de entender: entregarse a una secuencia ya establecida nos libera del tormento de decidir. La primera vez que lo conseguí fue en la rutina de salir a correr. Tanto en la liturgia previa como en la propia carrera y en el descanso posterior hay una cadencia gozosa que logró vencer mi tendencia a evadirme de la repetición. Ahora lo estoy aplicando a la escritura. Ando probando rituales para eso, una serie de pasos que bien llevados aporten ritmo al momento de escribir. Lo de la belleza, la parte estética, puede ser decisivo, y se pone a prueba en los detalles.       

Amalio Rey


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