Me gustaría que todas las personas del mundo comprendieran el valor infinito de la salud.
La salud infinita es la mayor felicidad.
Es apropiarse del poder total del universo y disponer de éste para servir al mundo, para lograr cualquier sueño.
¿Cómo hacer para que todos comprendan?
Si fueran capaces de ver el valor de la salud, dejarían de hacer lo que están haciendo e inmediatamente se pondrían a trabajar en ello.
Sin embargo un gran maestro como Ohsawa tenía ese poder.
El poder de entusiasmar, de apasionar a multitudes hacia la búsqueda de la salud infinita.
Se debe a la fuerza que proviene del ejemplo.
Cuando un maestro lo consigue, enciende un gran fuego como lo hicieron en su momento el profesor Kikuchi en Brasil y Michio en los EEUU.
Hubieron otros profesores y exponentes que alcanzaron un gran desarrollo pero carecían de ese fuego apasionado que arrasa con una fuerza incontenible.
Cuando leemos los libros de Ohsawa queda en evidencia que su mayor deseo, el más ardiente deseo de su vida era crear este tipo de pasión incontenible por la práctica.
Pero no es posible convencer a todos.
Porque en el mundo de yin y yang unos suben y otros bajan, unos ascienden hacia la salud infinita y otros descienden con el mismo impulso hacia la profundidad de los deseos más oscuros.
Sin embargo hay tanta gente que si en una mitad logra encenderse el fuego de la salud infinita se creará una transformación de la humanidad.
Basta con pensarlo.
Todo surge de un pensamiento.
El pensamiento de grandes multitudes que desean ardientemente consagrarse a lograr la salud infinita.
Y cuando lo consigan todo será mucho más fácil; cualquier sueño se alcanza más rápido cuando se dispone de una energía arrolladora y un entusiasmo sin límites.
Para mi la salud infinita es sentir en el propio cuerpo una energía tan poderosa como una gran bomba de hidrógeno.
Ohsawa lo denominaba la expansión infinita.
Un tipo de poder que se siente, se experimenta como una especie de éxtasis espiritual.
No es una definición filosófica, un producto del pensamiento racional.
Sino que es como convertirse en la vida infinita por unos segundos o algunos minutos.
Y poder repetir la misma sensación cada día cuando nos apetezca.
Todo comienza como un pensamiento.
La bomba atómica empezó como un pensamiento.
La semilla fue sembrada y cuidada...y se le dió el tiempo necesario para que se materializara.
Así haremos nosotros en nuestro club.
La semilla fue plantada, en forma de un pensamiento de grandes dimensiones.
Un pensamiento infinito, porque buscamos un tipo de salud que no tiene límites ni es posible definir.
Sino que se experimenta como cuando uno se enamora perdidamente.
Ahí no hay lugar para juegos mentales.
Porque es como una ola gigantesca que barre con toda la basura del mundo, con todas las enfermedades del mundo y con toda la infelicidad del mundo.
Es un estado que se debe alcanzar.
Un estado del ser.
Y no importa si lleva 40 o 50 años alcanzarlo.
Porque para la vida infinita, 50 años es como un suspiro.
Un breve suspiro.
Un alto en el camino en el que nos preguntamos ¿qué deseo yo más que ninguna otra cosa en este mundo?.
-Martín Macedo-
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