odos somos capaces de generar cambios en la actitud de quienes interactúan con nosotros, sin embargo, no de la manera que la mayoría desearía. No importa qué argumentos tengamos, ni qué tan válidas sean nuestras peticiones, los cambios no se dan en ninguna persona por presión, por obligación, ni siquiera por sentido común.
Podemos inspirar la vida de los demás, podemos sugerir rutas a tomar, podemos comportarnos como un ejemplo a seguir desde nuestro punto de vista. Pero solo cuando el otro se propone y actúa en pro de generar cambios, es que los pueden manifestarse.
No siempre el aceptar nos hace bien
Ahora bien, lo mejor sería aceptar a todos como son sin esperar que cambien, sin incomodarnos con sus actitudes, siendo empáticos y comprensivos con cada proceso personal. Pero la realidad nos grita en la cara que muchas veces ese nivel de comprensión no lo podemos adoptar y sencillamente la actitud de alguien de alguna manera nos lastima y no podemos soportarla.
Ya quedó claro que no podemos imponer un cambio en los demás, tampoco debemos condicionar a nadie, porque esto puede ser que se asome con buenos resultados, pero la realidad es que normalmente ellos van a corresponder a fachadas que por lo general no serán sostenibles en el tiempo, dando paso a lo que se es en realidad.
Ojo, todos podemos cambiar, todos podemos ser mejores personas, pero lo importante acá son dos cosas:
- No podemos imponer cambios en el otro.
- No tenemos que soportar algo que afecte nuestra integridad.
Luego, tenemos dos opciones:
- Nos quedamos cerca de lo que nos está de alguna manera llevando a menos y procuramos que sus actitudes, aquellas que preferiríamos se modificaran, nos afecten lo menos posible.
- No alejamos del foco del malestar y nos permitimos nuevas experiencias.
Quedarnos vs. alejarnos
El mantenernos cerca de lo que nos está lastimando puede ser visto como una muestra de afecto por la otra persona, pero probablemente represente un sacrificio del amor propio. Y tengamos claro que mientras no nos amemos y no nos cuidemos a nosotros mismos, no seremos motor de cambio para nadie, ni inspiración, ni mucho más…
Debemos aprender a establecer límites que nos protejan, sí, probablemente nuestro estado ideal por ejemplo es al lado de alguien y si no fuese por determinada actitud de esa persona, nuestra vida sería “perfecta”, pero tenemos que evaluar hasta qué punto eso que quisiéramos fuese distinto nos genera malestar y a partir de allí tomar decisiones.
Muchas veces al alejarnos de alguien generamos los cambios que estuvimos esperando. Ocurre que el hecho de perder a alguien, se convierte en un detonante de un proceso de cambio genuino, donde la persona reconoce sus oportunidades de mejora e inicia un trayecto de transformación.
Es conveniente que si optamos por alejarnos, no lo hagamos con la intención o con la esperanza de que esto puede ser lo necesario para obtener lo que deseamos. Si ocurre y nosotros estamos dispuestos y disponibles para gozar de los beneficios de ese cambio, ¡perfecto! Pero si nos vamos a alejar que sea porque usamos nuestra balanza y los mayores beneficios se ubican del lado de la distancia, así conservaremos el control de la situación y no estaremos bajo los efectos desagradables que generan las expectativas.
Si sabe que te lastima y lo sigue haciendo… ¿Crees que es una buena idea seguir allí?
Cada quien vive su realidad, pero cuando hablamos de actitudes del otro que te lastiman, que te has tomado la tarea de explicárselo, por si no está claro y esa persona persiste en ello, te está dando un mensaje muy claro y es tu deber tomarlo como tal. Si te sientes mal por lo que ha hecho y continúa haciendo, no desperdicies más tu tiempo, ni tus energías… Suelta y fluye, ya encontrarás a alguien que se adapte a lo que te hace bien y si no, sin duda, siempre es mejor la soledad a una dolorosa compañía.
Por: Sara Espejo
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