“No me saludó porque está enojado conmigo... "No vino porque no se acuerda de mí..." "Dudó en contestarme porque me miente... "No me preguntó porque no le importo...""Nunca me dice que me quiere porque no lo siente."...
Afirmamos algo que sólo suponemos. Es lo que se denomina inferencia arbitraria, una distorsión cognitiva.
Muchas veces decretas lo que el otro piensa o siente. ¿Cómo podrías saberlo? No estás adentro del otro. No eres igual que el otro. No hay manera de leer su mente.
Sólo puedes suponer. Sin embargo, le das a tu pensamiento la categoría de certeza, y en base a eso, actúas (te quejas, peleas, reprochas, te angustias). Si tu "verdad" supuesta es errada, el otro no entiende lo que estás haciendo. Y, tal vez, te pregunte, o tal vez, al igual que tú, suponga. Y responderá en consecuencia. El conflicto está instalado.
Las suposiciones no son inocuas. Tarde o temprano nos "pasan factura". Siempre que pensemos mal, nuestras emociones se verán afectadas y se reflejará en nuestra conducta.
"¿Y entonces, qué hago?" Es simple. Piensa para ti, no por el otro. Una conducta sana se basa en lo que sé de mí, y no en lo que creo saber del otro.
NO SUPONGAS. Para entender lo que el otro piensa o siente, hay que preguntarle. "¿Y si me miente?" "¿Y si no me responde?"
Entonces tendrás que aceptar que hay cosas que tal vez sepas algún día y otras, que no vas a saber nunca. No es tan terrible. Ignorar ciertas cosas nunca mató a nadie.
Algunas preguntas tienen respuestas más simples de las que suponemos. Y otras, simplemente, no tienen respuesta. No hay que preocuparse por eso. Tener todas las respuestas no es requisito indispensable para ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario