lunes, 29 de mayo de 2023

Ser un espíritu libre

 “Ninguno es más esclavo que aquellos que falsamente creen ser libres”, escribió Goethe.

A veces nos atemoriza reconocerlo y preferimos mirar en otra dirección la profunda escisión entre el deseo de libertad del “yo” y las cadenas opresivas de los “otros”.
Nietzsche, dedicó parte de su trabajo en liberarnos de la tiranía social, reflexionó cómo debe ser un “espíritu libre”, una persona dueña de sus actos que piensa y decide por sí misma sin dejarse condicionar por la sociedad.
A lo largo del libro “Más allá del bien y del mal”, convierte la autoafirmación de la voluntad y la renuncia a la influencia ajena.
“Todo hombre selecto aspira instintivamente a tener un castillo y un escondite propios donde redimirse de la multitud.
La soledad no solo es una condición sine qua non para la introspección sino que nos permite asumir la necesaria distancia psicológica para encontrar nuestro verdadero «yo» debajo de tantas capas sociales.
Un espíritu libre no es una persona arrogante, sino que huye de la presunción de saberlo todo y abre su mente a nuevos conocimientos y perspectivas.
“El amante del conocimiento debe escuchar sutil y diligentemente, debe tener sus oídos en todos aquellos lugares en que se hable sin indignación”.
El espíritu libre transcurre por senderos interiores, en la búsqueda de sí mismo, otra parte transcurre en el mundo compartido, por lo que estas personas deben estar dispuestas a beber de todas las fuentes.
“Tenemos que desembarazarn
os del mal hábito de querer estar de acuerdo con todos”
El espíritu libre se libera de la mentalidad de masas y de esa pereza privada que consiste en supeditarse a la opinión pública.
Ser un espíritu libre en una sociedad que hace de todo porque las personas encajen en moldes preestablecidos requiere mucha fuerza y coraje.
“es cosa de muy pocos ser independiente: es un privilegio de los fuertes”.
El espíritu libre que describe Nietzsche tiene que ser capaz de ir más allá del bien y del mal, evitar esa “peligrosa fórmula” moral ya que nos convertiría únicamente en “bravos abogados de las ‘ideas modernas’”; o sea, defensores del sistema de turno.
El espíritu libre “no puede quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada”, tampoco a una patria, martirio y ni siquiera a la ciencia porque ese apego enfermizo le arrebataría la objetividad y la posibilidad de seguir avanzando en el camino del descubrimiento.
Nietzsche hace la distinción entre un librepensador y un espíritu libre ya que, mientras que el primero corre el riesgo de apegarse a sus ideas, convirtiéndolas en algo inamovible, el espíritu libre busca continuamente ya que está inmerso en un proceso de crecimiento constante.
El librepensador se expone a la tentación de cambiar un Dios por otro, como han hecho los científicos, quienes han sacrificado la religión en el altar de la ciencia para construirle a esta un nuevo altar en el que los dogmas establecidos se cuestionan muy poco.
El espíritu libre de Nietzsche, al contrario, es un buscador incansable, un cuestionador tenaz que intenta formarse su propia imagen del mundo sin imponerla a los demás.
Quedémonos con esta idea de Alvin Toffler:
«Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender».
Fuentes:
Nietzsche, F. (2007) Más allá del bien y del mal. Gradifco: Buenos Aires.

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