Hay siete niveles de inteligencia.
Y éstos dependen de la nutrición física.
Porque la nutrición siempre es nutrición integral.
No se puede separar la nutrición del cuerpo de la nutrición de la mente.
No hay separación como tampoco la hay entre nosotros y los microbios.
La nutrición de baja calidad afecta tanto al cuerpo como a la inteligencia.
Los tontos lo son porque toman los alimentos que crean ese estado.
Los tontos lo son en cuerpo y en mente.
Los sabios lo son en cuerpo y en mente.
Y nuestra boca decide.
Comer lo que nos empodera o comer lo que nos atonta.
Cada comida, cada bocado es una oportunidad para ser más tontos o más inteligentes.
Los libros también son comida.
Pero si comemos como tontos y leemos como sabios, tendremos como un mosaico complejo donde habrá matices curiosos; sabiduría teñida con actitudes inmaduras y ansiedad.
Quien come únicamente eligiendo los alimentos según su sabor procede como un niño pequeño que se nutre sólo con cosas ricas.
Así hay niños de 50 y 60 años.
Van a la confitería a comer sus masas dulces y su café con leche y azúcar a los 80, a los 90 años.
Hay siete juicios o siete niveles de inteligencia.
La macrobiótica busca llegar al séptimo lo antes posible.
Y prepara sus comidas buscando acercarnos al nivel supremo.
Día tras día, hasta lograr el éxito.
Hasta llegar a las alturas del juicio que sólo unos pocos maestros consiguen.
Por eso quien enseña sólo platos sabrosos, para atraer más alumnos, está corrompiendo el verdadero propósito de la macrobiótica.
Porque estos maestros frenan la evolución de la consciencia a pesar de aparentar estar al frente de prestigiosos centros educativos.
-Martín Macedo-
No hay comentarios:
Publicar un comentario