Todos deseamos estar fuertes.
Todos detestan la debilidad de cualquier clase.
Sea la debilidad mental, sea la debilidad física.
Esto se hace más marcado al pasar los 40 años.
El proceso natural del paso de los años se acompaña de una debilidad cada vez más intensa.
Y todos lo sentimos en nuestros cuerpos.
Hasta que al final se requiere de un bastón para caminar.
Una vejez así es peor que vivir en el infierno.
Así que la gente no quiere ser débil de ninguna manera.
Los jóvenes no desean ser débiles por miedo a ser humillados o a fracasar en el deporte o en sus carreras.
Los mayores no desean ser débiles para no perder atractivo o a que no se les respete.
Así que la mayor parte de la gente hará lo que sea para mantenerse fuerte.
Intuitivamente todos buscamos los alimentos yang para conservar nuestra fuerza.
Y por esa razón la mayor parte de la gente toma el camino más directo que consiste en tomar bastante carne y proteínas animales.
Está muy grabado en el inconsciente colectivo; si no comes carne te debilitas, te enfermas, te vuelves anémico.
Todos lo creen, todos lo sienten y por eso las ventas de carne roja o blanca o lácteos no disminuyen a pesar de toda una gran cantidad de información advirtiendo de los peligros de tanta proteína y grasas saturadas en la dieta.
Las emociones pueden más que la razón.
La emoción negativa que genera la idea de la debilidad tan detestada lleva a que la mayoría lo arriesgue todo para mantenerse fuerte.
Ese el camino directo y fácil; más yang de fuentes animales.
Pero hay un camino infinitamente mejor.
El camino indirecto que consiste en crear ese yang infinito pero partiendo de fuentes vegetales.
Crear fuerza física a partir de derivados animales crea rigidez, acidifica la sangre y endurece las arterias avejentando todo el sistema.
Pero los asiáticos han creado alimentos muy yang de fuentes vegetales y así no necesitan más que una mínima cantidad de derivado animal.
Esa es la superioridad de la sabiduría nutricional de las culturas asiáticas.
Occidente no logra comprender y sigue abusando de yang animal con tal de evitar la tan temida debilidad.
Así se embrutecen y se convierten en seres impacientes, groseros y estrechos en sus mentes.
Su perspectiva espiritual se reduce a una mínima expresión.
Nosotros también detestamos la debilidad física.
Pero no caemos en la urgencia precipitada de correr a la carnicería.
Sino que buscamos el camino indirecto, a través de la yanguización de numerosos tipos de alimentos vegetales.
Y así lo tenemos todo.
La dulzura, la sensibilidad y la flexibilidad del reino vegetal.
Y la fuerza infinita creada a partir del arte culinario.
Fuego, tiempo, sal y presión.
Pero los que consumen proteínas animales con total convicción sienten un profundo rechazo hacia la filosofía macrobiótica.
Ellos sólo ven proteínas, masa muscular, se obsesionan con el aspecto físico y el peso.
Y su mente no puede entender nada más que las evidencias físicas.
Ese es el alto precio que deben pagar por su obstinación.
Deben residir en el infierno, soportar miedos interminables y vivir en eternas peleas y conflictos de intereses.
Todo con tal de mantenerse fuertes.
Ya que la fuerza es para ellos el bien supremo.
-Martín Macedo-
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