domingo, 24 de noviembre de 2019

El valor de la filosofía de extremo oriente


Durante la mayor parte de su vida, Gandhi intentó vivir de acuerdo a la doctrina frugívora, que sostiene que la forma ideal de nutrición se debe basar en frutas.
Es el ideal de la no violencia que aplicó con tanto éxito para lograr poner al imperio británico en jaque al llamar a la desobediencia civil a todos los habitantes del subcontinente indio habitado por cientos de millones de indios y musulmanes.
Pero la virtud fue la forma pacifica en que esa revuelta fue efectuada y asì unos pocos cientos de ingleses no pudieron controlar a cientos de millones de indios organizados y enfocados en la paz pero firmemente resueltos a liberarse del yugo del imperio.
La base de este gran triunfo fue ahimsa, no violencia; y este principio fue encarnado por Gandhi desde los detalles más triviales e incluso en su forma de comer. Al intentar tomar una dieta de frutas y nueces durante la mayor parte de su vida intentaba llevar esta doctrina a la practica, como un voto religioso. Nadie sufre, porque la fruta tarde o temprano cae del árbol y el hombre no violento simplemente la toma, come sus componentes y devuelve la semilla para que la vida siga perpetuándose.
Steve Jobs también era frugívoro, intentaba nutrirse en base a jugos de frutas.
Seguramente hay más frutarianos famosos (Tony Robbins) pero éstos dos son excelentes ejemplos de que la fuerza vegetal hace surgir grandes iniciativas, que rayan en la genialidad pero a costa de una declinación de la salud que tarde o temprano se experimenta.
Tanto Steve Jobs como Gandhi eran hombres de una extraordinaria inteligencia y sin embargo no lograron crear una salud poderosa.
Y eso se debe a que no comprendían el Orden del Universo, que es algo tan simple y que forma parte del pensamiento tradicional de oriente. Ellos prefirieron seguir las doctrinas de Héctor Waylen precursor del frutarismo.
Durante un tiempo Gandhi complementó su dieta de frutas y nueces con leche de cabra y un poco de pan integral. Pero en determinado momento quiso subir un nivel en su camino hacia su propio perfeccionamiento y como en su sistema de creencias la renuncia a algo es crucial para el acceso a nuevos niveles de excelencia, renunció a todo lo yang (en su caso cereales y leche de cabra). Cuando tenia unos 40 años y en plena guerra mundial contrajo una pleuresía que no curaba porque entre otras cosas se negaba a recibir los tratamientos médicos clásicos; sólo empleaba compresas de barro o arcilla.
Gandhi sólo comía yin: frutas crudas y nueces. El creía que esa era la mejor dieta del mundo, pacífica, limpia y saludable. Pero su salud empeoraba y cuando tuvo que volver a la India luego de vivir un tiempo en Sudáfrica donde se desempeñó como abogado y activista social tenía que guardar cama mientras la lucha social en su país lo requería a gritos. Finalmente luego de muchos ruegos e insistencia acepto tomar un poco de leche de cabra (yang) y se recuperó, pero con una gran culpabilidad porque estaba quebrando su voto de no violencia.
Era un hombre de principios dispuesto a morir por ellos.
Y por eso la gente lo quería tanto, porque su integridad era absoluta.
Y eso es algo difícil de encontrar en un mundo donde la corrupción es moneda corriente.
De Gandhi y de Steve Jobs podemos aprender el amor a las formas de vida y a la vida sana; su valentía de vivir sus principios hasta el final.
El vegetarianismo amplió sus horizontes (yin) y les permitió quebrar límites que los que se nutren con formas más yang (derivados de origen animal) no logran quebrar.
Pero se debilitaron.
Steve Jobs incluso acepto un trasplante de hígado y la batería de medicinas que lo acompañan.
Ashton Kutcher, el actor que protagonizo a Jobs en su película biográfica terminó hospitalizado debido a que adopto el frutarismo en un intento de encarnar el personaje de Jobs.
Estos ejemplos nos deberían ayudar a comprender el valor de la filosofía de extremo oriente, nuestra brújula para navegar en los mares más peligrosos y desafiantes del mundo.

-Martín Macedo-

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