No se le pone nafta de motocicleta a un avión.
Ni gasolina corriente a un fórmula uno.
Para que una máquina funcione óptimamente.
Se le debe dar el combustible idóneo.
Los cuerpos de los animales y de los hombres.
Son máquinas biológicas.
Ningún animal es tan arrogante como para pretender poder comer “de todo”.
Sólo el humano es capaz de semejante soberbia.
Nadie subiría a un avión en cuyo tanque de combustible arrojaron “de todo”.
Ni tampoco viajaría tranquilo si el piloto del avión come “de todo”.
El motor del avión debe gozar de una salud perfecta para garantizar que llegará a destino exitosamente.
Y el corazón del piloto también.
Los pilotos de aviones de pasajeros son examinados por los médicos de la aerolínea como si fueran futbolistas de equipos de élite.
Porque el mínimo descontrol de su salud los inhabilita para volar.
Por eso los pilotos profesionales cuidan de su nutrición y se ejercitan regularmente.
Porque si no lo hacen no pueden continuar volando.
Nadie pone “de todo” en el biberón de un lactante.
Ni siquiera da cualquier alimento a su mascota.
Las leyes bio-lógicas son tan simples y tan claras.
Que cuando se quiebran se produce un quebranto de salud.
La salud se recupera comprendiendo este principio sagrado.
La salud es hermosa.
La salud se produce cuando cada organización biológica o mecánica se pone en funcionamiento con el combustible perfecto para su diseño.
La macrobiótica es el combustible óptimo para la naturaleza humana.
Pero algunas personas no están de acuerdo con este punto de vista.
Y prefieren seguir sus propias convicciones.
Cada cual según sus creencias.
Con absoluta valentía deben asumir su elección con todas sus consecuencias.
Hasta que tarde o temprano comprendan que la macrobiótica es el camino más directo hacia la salud absoluta.
Las verdades no se deben imponer.
No lo necesitan en absoluto.
Porque por su propio peso tarde o temprano triunfarán.
-Martín Macedo-
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