Un ser humano puede disfrutar de la salud; otro ser humano puede disfrutar de la felicidad; otro ser humano de un paseo por la playa...igualmente en cada uno de ellos, hay una parte que mantiene en la oscuridad. Esta es la oscuridad que nos da la oportunidad de atravesar lo que los kabbalistas llaman nuestro tikún, que es el proceso de corrección en la que podemos disolver esa parte de nosotros que nos resta en nuestro accionar diario y ponerlo en valor para que nos sume, para que sume.
El Creador nunca prometió que no tendríamos el caos en nuestras vidas, nunca una promesa que la vida sería solo una gran fiesta. No es por eso que nuestra alma encarnó en este envase. Encarnamos para que podamos tomar el caos, y a través de nuestro esfuerzo, acción, conciencia y compromiso, transformarlo en algo que sume, que expanda a ese ser humano que esta pidiendo a gritos expandirse y llegar a su máxima posibilidad.
Generamos las situaciones que
generamos y porque somos responsables de haberla generado requerimos verlas
como oportunidades para crecer, esto es transformar nuestra naturaleza reactiva, ego
céntrica en una reacción pro activa, responsable y amorosa. El origen del
evento se puede hallar en esta vida -en el envase actual- o en una vida
anterior, pero siempre somos nosotros los responsables de haberla generado.
Si inyectamos certeza en la perfección del cosmos, entonces comprenderemos que no importa lo que hemos
generado, estamos seguros de que está ahí por una razón: para apoyarnos a
limpiar una deuda kármica, a transformar un aspecto de nosotros mismos, o
evolucionar hacia nuestro potencial, a nuestra mejor versión como ser humano.
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