El apego no es una condición limitante, por el contrario es una condición vigilante, expansiva, que nos libera de algo que impide en nosotros el contacto con el alma, ese algo es el miedo de la libertad.
Tenemos apego cuando tenemos miedo de la libertad. Es la falsa idea que algo nos pertenece.
Tenemos apego cuando perdemos el poder interior.
Tenemos apego cuando nos volvemos dependientes de una persona, de un evento, de una circunstancia; inclusive de la religión como una muleta exterior, no como un punto de apoyo interior.
El apego nos hace perder el poder, porque nos hace perder el punto de apoyo interior y este es autonomía.
La autonomía es la condición del alma, del contacto de la personalidad con el alma.
Solamente cuando seamos autónomos, nos aceptemos, nos reconozcamos, tengamos autonomía interior y seamos nosotros mismos; entonces recién el alma podrá anclarse en nuestro vehículo.
Nosotros somos fundamentalmente el alma que utiliza la personalidad.
Pero el alma es virtual, es potencial, es como un futuro incierto cuando nosotros no somos libres. El alma solo se puede asentar, en medio de la libertad.
El apego limitante lo llamamos rechazo o aversión.
Estamos apegados a una emoción que volvemos resenti-miento. Y el resenti-miento como una forma de aversión es el peor de los apegos.
El apego no solo es la dependencia de otro, el apego siempre es la dependencia de una emoción.
Los apegos se dan en el campo emocional o en el campo astral; que es el campo de las emociones.
En ambos casos nos separamos; porque no hay peor separación, que la de la proximidad física, cuando no hay libertad.
Puede que estemos muy juntos y muy cerca.
Puede que nos besemos, puede que nos abracemos, puede que ocupemos el mismo techo, pero si la relación se basa en el apego, estamos profundamente separados en nuestra esencia.
Mientras más cerca esté nuestros cuerpos y nuestras personalidades; si hay apego, más lejanas están nuestras almas.
Mientras más cerca estemos, más prisioneros somos el uno del otro, si la relación es de apego.
Una relación es de apego si produce sufri-miento; no hay sufri-miento, sin apego. La condición del sufri-miento es el apego.
Tú puedes irte o puedes quedarte; pero si yo sufro es porque estoy apegado y si estoy apegado a ti es porque estoy inseguro de mí, porque "necesito" un punto de apoyo exterior.
Si estoy apegado a ti, es porque estoy inseguro de mí. Si yo estoy apegado a ti estoy violando tu libertad, si tú estas apegado a mí, entonces también estas violando mi libertad.
No confundir desapego con indiferencia. Paradójicamente se trata del mayor compromiso, el "apego" a la libertad del otro y en consecuencia mi libertad, son dos libertades que deciden caminar juntos.
De tal manera que la mejor manera de unirse es paradójicamente liberarse. La mejor manera de encontrarse es desaparecerse. La mejor manera de no rechazarte es aceptarme a mí mismo.
Así se pueden ver las paradojas que se dan en una relación que tiene como punto de partida la reflexión; yo me miro y me observo en un espejo, pero yo me miro y me observo en un espejo que eres tú.
Aquellas cosas a las que yo me apego son esas inseguridades y vacíos interiores que tengo.
De manera que te estoy utilizando en la relación como un instrumento para compensar mis carencias.
La relación no es un instrumento para compensar carencias, sino es un instrumento de liberación.
Si yo te "necesito" (vs te requiero) a ti para llenar mis vacíos, pobre de ti y de mí, porque te voy a atrapar en la prisión de mi vacío.
Si tú me "necesitas" solo para compensar tus vacíos en la relación, no me vas a dar más que tu carencia, tu sombra y tu pobreza.
No me vas a regalar lo mejor de ti mismo que es tu riqueza y todas aquellas cosas que ya has afirmado, aquello que traes para regalarle al mundo desde tu propio corazón.
Nicolás Sosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario