viernes, 19 de diciembre de 2025

La inteligencia artificial

 De la globalización cultural a la globalización cognitiva: Inteligencia artificial, estandarización del pensamiento y el riesgo de la monocultura epistémica

Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo
Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México
Siempre fuimos globales pero no globalizados. Hubo un momento, no tan lejano, en que la globalización fue presentada como una promesa de apertura infinita. El mundo, se nos dijo, se volvería cercano, accesible, interconectado; las culturas dialogarían, los saberes circularían sin fricción, las diferencias se enriquecerían mutuamente. Sin embargo, la crítica temprana advirtió algo distinto: no asistíamos a un mundo más justo, sino a un mundo más plano. No plano en términos de igualdad, sino de textura. Un mundo alisado, donde la rugosidad de la diferencia comenzaba a desaparecer bajo la lógica de la homologación.
El mundo plano y la erosión de la diferencia
La globalización cultural no negó la diversidad; la volvió decorativa. Como bien anticipó Zygmunt Bauman, la modernidad tardía aprendió a tolerar la diferencia siempre y cuando no incomodara al sistema. La cultura global se volvió un catálogo: sabores locales estandarizados, estéticas reconocibles, narrativas intercambiables. La diferencia dejó de ser conflicto para convertirse en mercancía.
Arjun Appadurai describió este fenómeno como la circulación de ethnoscapes, mediascapes e ideoscapes que, lejos de garantizar pluralidad, tendían a reproducir imaginarios dominantes bajo la apariencia de diversidad, por ello hoy podemos incorporar el mindscape. La interconexión no fue el problema; lo fue la reducción de la complejidad. El mundo se volvió legible, funcional, eficiente… y progresivamente menos profundo.
Del mercado cultural al mercado cognitivo
Hoy ese proceso ha mutado. La estandarización ya no se limita a los productos culturales o a los estilos de vida; ha penetrado el núcleo mismo del pensamiento. Asistimos a una globalización cognitiva: un régimen donde el lenguaje, la argumentación, la producción de sentido y la organización del conocimiento comienzan a alinearse bajo patrones algorítmicos.
La inteligencia artificial, especialmente los modelos de lenguaje, opera en una zona ontológicamente delicada: no solo media la información, sino que modela la forma en que pensamos con ella. Clasifica, jerarquiza, resume, sugiere, corrige. No impone contenidos de manera explícita; propone estructuras. Y, como advertía Michel Foucault, quien controla las condiciones de posibilidad del discurso no necesita censurar lo que se dice; basta con definir cómo puede decirse.
Lo que se estandariza ya no es únicamente el qué, sino el cómo: cómo se argumenta, cómo se escribe, cómo se organiza una idea “correcta”. La cognición comienza a optimizarse.
La McDonaldización del pensamiento
George Ritzer utilizó el concepto de McDonaldización para describir la expansión de una racionalidad basada en eficiencia, calculabilidad, previsibilidad y control. Trasladado al plano cognitivo, el fenómeno resulta inquietante. La inteligencia artificial produce discursos rápidos, coherentes, estilísticamente pulidos, pero profundamente uniformes. Ideas bien armadas que podrían haber sido escritas por cualquiera, o por nadie en particular.
No se elimina la creatividad; se normaliza. No se suprime la diferencia; se vuelve ruido. Como señaló Byung-Chul Han, el exceso de positividad y rendimiento conduce a una sociedad sin negatividad, sin fricción, sin alteridad real. La monocultura epistémica no surge por prohibición, sino por saturación de lo mismo.
Justicia epistémica y saberes invisibles
Este proceso tensiona directamente la noción de justicia epistémica. Miranda Fricker definió la injusticia epistémica como aquella que ocurre cuando ciertos sujetos o comunidades son sistemáticamente deslegitimados como productores de conocimiento. En un entorno algorítmico, el riesgo se profundiza: los saberes situados, las epistemologías del sur, las narrativas no hegemónicas no desaparecen, pero dejan de amplificarse.
Boaventura de Sousa Santos ha insistido en que no hay justicia social sin justicia cognitiva, y que la hegemonía de un solo régimen de verdad empobrece la experiencia humana. La globalización cognitiva corre así el riesgo de convertirse en una tecnología de silenciamiento suave: no excluye, simplemente no escucha.
Narcisismo cognitivo y bucle autorreferencial
Uno de los efectos más sutiles, y más profundos, de este ecosistema es el repliegue del yo. La inteligencia artificial opera como un espejo sofisticado: reorganiza nuestras ideas, refina nuestro lenguaje, devuelve versiones “mejoradas” de nosotros mismos. Como en el mito de Narciso, el peligro no es la imagen, sino la imposibilidad de apartar la mirada.
Sherry Turkle ya advertía que las tecnologías conversacionales podían generar la ilusión de compañía sin exigencia de alteridad. La IA no interpela al otro; nos confirma. El diálogo se vuelve autorreferencial, un bucle donde el pensamiento ya no se arriesga a la incomodidad de la diferencia.
McLuhan y la inversión del medio
Marshall McLuhan por su parte señaló que el ser humano crea los medios como extensiones de sí mismo, pero termina amputando partes de su sensibilidad al adaptarse a ellos. Hoy el ciclo se acelera: creamos sistemas de lenguaje y luego comenzamos a imitar su sintaxis. La máquina no piensa como nosotros; somos nosotros quienes empezamos a pensar como ella.
No se trata de una distopía tecnológica, sino de una mutación antropológica. La mente extendida corre el riesgo de convertirse en mente delegada.
Creatividad, educación e identidad en riesgo
Las afectaciones atraviesan múltiples planos: una creatividad cada vez menos divergente; modelos educativos orientados a la respuesta correcta y no a la pregunta incómoda; identidades culturales que adoptan cadencias expresivas algorítmicas; un lenguaje cotidiano progresivamente neutralizado.
Quizá el riesgo último no sea la extinción biológica, sino una extinción simbólica: la erosión de la pluralidad interior, del desacuerdo fértil, del pensamiento lento. Como advertía Hannah Arendt, pensar no es producir resultados, sino mantener viva la capacidad de juicio.
Habitar la IA como umbral, no como espejo
Si la revolución cognitiva deriva en aplanamiento, la respuesta no puede ser técnica. Es ética, antropológica y cultural. La inteligencia artificial puede ser espejo, pero también umbral. Todo depende de cómo decidamos habitarla.
Defender la diversidad cognitiva no implica rechazar la IA, sino rehumanizar su uso: introducir fricción, lentitud, alteridad; recuperar el valor del desacuerdo y del silencio; pensar con máquinas sin dejar de pensar desde el otro.
Porque el verdadero riesgo no es pensar con tecnologías inteligentes, sino olvidar que el pensamiento nace, siempre, en la experiencia compartida de la diferencia.

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