lunes, 20 de marzo de 2017

Transformar la vida



Y empezar a vivir sin identificarnos con nuestro personaje y conectar con nuestra esencia.

Es posible dejar de creer que tenemos que vivir comparándonos con otros, compitiendo con los demás, defendiendo nuestras ideas y recuperar la paz interior reconociéndonos parte de la naturaleza. Tratar a las cosas como cosas sin permitirles que nos traten como cosas. Comprender la necesidad de los opuestos sin catalogarlos de buenos o malos sino comprendiendo que los ciclos de la vida se necesitan unos a otros. Como la noche y el día, como el agua y el fuego.

Alan Watts (Londres, 1915 – California, 1973), fue filósofo, sacerdote anglicano, escritor y conferenciante experto en religión. A través de sus numerosos libros y artículos popularizó las filosofías asiáticas en occidente. Se interesó por el budismo Zen, el taoísmo, el cristianismo, el hinduismo y obtuvo un doctorado honoris causa por la Universidad de Vermont en reconocimiento a su contribución al campo de las religiones comparadas. En su libro El Camino del Tao nos dice: “El hombre del Tao vive en el Tao como el pez en el agua. Si intentamos enseñarle al pez que el agua está físicamente compuesta por dos partes, una de hidrógeno y otra de oxígeno, éste se ahogará de risa”.

Watts nos recuerda que vivimos ignorando que todos compartimos un espacio igual que los peces comparten su medio, el agua, sin saber nombrarla. Para el autor “el espacio y mi conocimiento del universo son lo mismo”. Sin embargo, al intentar analizar cómo vivimos descomponemos cualquier objeto de estudio en partes y, en consecuencia, proyectamos una imagen mecánica de su estructura. “La naturaleza no posee ‘partes’ excepto las que determinan los sistemas humanos de clasificación”. El Tao es todo y es nada, no se puede nombrar igual que “no oímos a la naturaleza jactarse de serlo”.

Si la naturaleza no tiene partes en las que dividirse todo forma parte de ella. Lo que en el Tao se llama “el principio yin-yang no es, por tanto, lo que corrientemente llamamos dualismo sino, en todo caso, una dualidad explícita que expresa una unidad implícita”. El mundo natural “no es un sistema lineal” sino que “implica una infinidad de variables interactuando simultáneamente”. Es decir, el principio ying-yang “afirma, pues, que los algo y los nada, los adentro y los afuera, lo lleno y lo vacío; las vigilias y el sueño así como las alternancias de existencia y no existencia, son mutuamente necesarios”.

Sin embargo, vivimos poniendo adjetivos a esta dualidad y clasificando lo que nos sucede como bueno o malo según se corresponde con la convención establecida. El siguiente cuento taoísta lo ilustra perfectamente: “Había un campesino cuyos caballos huyeron. Aquella tarde, los vecinos se reunieron para compadecerse de él puesto que había tenido tan mala suerte. Él dijo: «Puede ser». Al día siguiente los caballos regresaron trayendo consigo seis caballos salvajes y los vecinos lo felicitaron por su buena suerte. Él dijo: «Puede ser». Entonces, al día siguiente, su hijo intentó ensillar y montar uno de los caballos salvajes, fue derribado y se quebró un brazo. Nuevamente los vecinos fueron a expresar su compasión por la desgracia. Él dijo: «Puede ser». Un día más tarde, los oficiales de reclutamiento llegaron al pueblo para llevarse a los hombres jóvenes al ejército; pero como tenía un brazo roto, su hijo fue excluido. Cuando los vecinos le comentaron cuán favorable se había tornado la situación, él dijo: «Puede ser». La concepción yin-yang del mundo es serenamente cíclica.

La Bioneuroemoción® sugiere que el observador establece un estado inicial de partida, el observador percibe desde un estado de conciencia determinado y en su vida manifiesta el complementario. Podemos ver lo que estamos proyectando si ponemos atención en lo que estamos recibiendo. Es decir, de cada situación que vivimos podemos aprender más sobre nosotros mismos. Cuando calificamos un suceso como negativo tenemos una oportunidad para integrar nueva información.

El objetivo de la consulta en Bioneuroemoción es la toma de conciencia que propicia un cambio de percepción que facilita una nueva comprensión de la situación de dificultad o estrés. Se trata de relacionarnos de forma distinta con el conflicto para poder trascenderlo. Transformar la vida no quiere decir que nada externo cambie sino cambiar nuestra percepción sobre lo que sucede, es decir, comprender que nuestras vivencias son el resultado de interpretaciones subjetivas que están directamente relacionadas con interpretaciones que ya hicimos en el pasado y que ya hicieron nuestros ancestros durante sus vidas. Para seguir el ciclo de la naturaleza, igual que el campesino del cuento, debemos vivir la vida sin posicionarnos.

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