En la primera parte “Aunque tengas miedo, hazlo igual”. Antes de empezar: ¿Todos tenemos claro cuándo tenemos miedo? ¿Todos sentimos miedo ante los mismos estímulos? ¿Todos reaccionamos de la misma manera? ¿El miedo es per se un problema? ¿Qué es el miedo….?
El miedo es una emoción muy popular: compartimos frases y vídeos en nuestras redes sociales en los que hablamos sobre esta emoción, y además nos repetimos constantemente que no debemos sentirlo, no debemos tener miedo, apostamos por una vida sin miedos, le consideramos como el peor de nuestros enemigos… ¿Pero qué pasaría si el miedo no existiera?
El miedo es una de las emociones más básicas del ser humano y además cumple un papel fundamental: la supervivencia. ¿Qué pasaría si viviéramos sin miedo? Solo existe una posibilidad: nos extinguiríamos. De hecho, si alguna especie en algún momento de la evolución no sentía miedo, se extinguió sin lugar a dudas. Sin miedo, viviríamos de forma tan temeraria que pondríamos en peligro nuestra vida y moriríamos a los pocos días de no tener miedo. El miedo tiene una utilidad muy importante en nuestra vida. Nuestro gran problema con el miedo, es que convivimos con miedos “desadaptativos”: el miedo solo es un problema cuando le tienes miedo a tus miedos.
El miedo es un mecanismo adaptativo cuando nos advierte que un entorno o un estímulo es potencialmente peligroso. Gracias a esta emoción, tendremos la capacidad para reaccionar rápidamente ante situaciones peligrosas, ya que gracias a él nos retiramos cuando existe una amenaza. Esta amenaza puede ser para nuestra vida, o para nuestra autoestima, nuestra seguridad (según nuestras creencias sobre lo que es seguro o no) o para nuestro autoconcepto. Así que el miedo sólo es una emoción que reacciona en función de nuestros patrones mentales, de nuestras creencias y pensamientos. El miedo en sí mismo es positivo, nos ayuda a alejarnos de un suceso para el cual todavía no estamos preparados.
El problema con el miedo es cuando entran en juego nuestras creencias e interpretaciones de los estímulos que recibimos, ya sean externos o internos (pensamientos). Si gestionamos de forma inadecuada nuestro miedo, nos frenará demasiado, no nos dejará actuar, nos sentimos paralizados… El problema no es el miedo, sino es lo que hacemos con el miedo. Pregúntate qué te gustaría hacer realmente y no haces. Qué te gustaría vivir y no vives. Cómo te gustaría que fuera tu vida y no haces lo necesario para llegar a ello. Todos esos miedos: ¿en qué se basan? ¿En tus creencias? ¿En un hecho del pasado? ¿Qué pudieras hacer tú para que ese hecho no te afectara nunca más?
Por ello, debemos cambiar esos anuncios de “Vive sin miedo” por “Vive plenamente a pesar de tus miedos”. Y volvemos a la primera parte de la frase del sr Corbera: “Aunque tengas miedo, hazlo igual”
¿Serías capaz de hacer hoy algo con miedo? Éste es tu reto: hay que comenzar a hacer pequeñas cosas que me den miedo. Porque el no ya lo tienes. Porque si no lo intentas, no lo consigues. Porque quiero que mis días sean bonitos y curiosos. Elige aquella acción que vas a hacer hoy, a pesar del miedo. Y para que lo consigas, echa un vistazo a los siguientes tips:
- Piensa que la mayoría de miedos son infundados. Estamos anticipando hechos futuros que en un alto porcentaje no se van a cumplir. Analiza tu miedo, empieza por algo pequeñito, y valora la probabilidad de que se llegue a cumplir el peor de tus pensamientos.
- Focalízate en lo positivo, reorienta tu atención a lo que puede salir bien y dale la importancia que merece: pon tu foco en aquellas cosas que te agradan. Vive el momento y rodéate de experiencias y personas positivas.
- Comparte tus miedos con otras personas. Tener gente alrededor tuyo siempre será un aspecto positivo.
- Otra opción es cuidar a tu niño o niña interior: Piensa en ti como ese niño pequeño que fuiste y necesita tu protección. Cuida de ti como si fueras un niño. Habla interiormente contigo. Será una conversación entre un adulto fuerte, responsable, alegre, poderoso y exitoso, y un niño pequeño indefenso y temeroso ante la vida. Quiérelo y hazlo fuerte.
- Haz lo que creas justo. No anticipes hechos. Vive el momento y cuando tengas que actuar, actúa sin miedo, con firmeza y con justicia. Seguro que tienes unas convicciones fuertes. Aférrate a ellas y no dejes que nadie pase encima por ellas. Crece como persona afrontando con valentía las situaciones cuando se presenten, no antes.
Vamos a por la segunda parte de la frase: “Estás "condenado" a re-aprender”. Si ya lo decía Quevedo: “Bien acierta quien sospecha que siempre yerra” Los errores son parte de la vida, somos humanos y los cometemos, cuanto antes lo aceptemos mejor, lo que marca la diferencia es saber gestionarlos (igual igual que pasa con el miedo… qué casualidad… o no?) A lo largo de la vida, desde que eres niño, te vas equivocando en múltiples ocasiones y eso te da la oportunidad de aprender. El problema es que cuando somos pequeños no tenemos miedo a equivocarnos (miedo adquirido), y conforme vamos creciendo es algo que nos importa más y más.
En relación con “la gestión del error”, lo importante es ser conscientes que somos proclives a cometerlos y, si caemos en él, debemos ser capaces de tomar las medidas para revertir sus consecuencias o, en caso contrario, sacarles el máximo partido. Los errores, aunque no nos gusten y aunque queramos evitarlos, constituyen la oportunidad de aprendizaje más valiosa que tenemos. Lo importante es aceptarlos, entenderlos y aprovechar la oportunidad que nos brindan para mejorar, sin evadir nuestra responsabilidad. De hecho, creer que eres inmune a los errores puede llegar a convertirse en tu peor enemigo. Quizás no hay que llegar al punto de celebrar los errores, pero sí es interesante respetarlos, valorarlos, darle el lugar que se merecen, reconocerlos y asumir su responsabilidad: de esta manera, y sólo así, generaremos aprendizaje a partir de ellos. Es decir, pasando a la acción y dejando atrás el inmovilismo paralizante del miedo.
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