En términos históricos fue hace poco, a finales del siglo XVIII: revolución industrial y proyecto ilustrado en ebullición. Las ciudades europeas comienzan a superpoblarse y convertirse en el centro indiscutido de la vida pública. Máquina a vapor, surgen las fábricas, se desarrollo del ferrocarril, vacuna contra la viruela, popularización del uso del jabón, avances en el control de la mortalidad infantil, alcantarillados, y una inmensa masa de humanos que emigran del campo en busca de trabajo. En este contexto y paulatinamente se instala la metáfora de la vida como construcción: vivir es ante todo fabricarse la vida. Poco importa lo que venga legado por la sangre o las condiciones de padres y ancestros, todo puede mutar hacia donde la razón y el trabajo libre de prejuicios nos lleva.
El mes que viene será en Brasil la conferencia Rio+20. Se reunirán los miembros de Naciones Unidas para concretar medidas para el desarrollo sustentable del planeta. Hubo ya una conferencia en 1992 (Cumbre para la Tierra), ahora viene la segunda instancia. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), está decidido a que en Rio+20 se comprenda, de una vez por todas, que el modo de vida que surge con la revolución industrial, tiene que ser superado.
Ayer la BBC publicó un informe concreto al respecto: la población mundial usa 50% más recursos de los que la Tierra puede regenerar. Dicho de otro modo: el planeta demora un año y medio en reponer los recursos que las personas consumen. El informe señala además que si todos los habitantes vivieran como un estadounidense medio, se necesitarían cuatro planetas Tierra para regenerar lo consumido en un solo año.
El informe se llama “Planeta Vivo 2012” y la WWF lo presentará en Río durante la cumbre del 20 al 22 de junio. Más allá de lo que se logre a nivel político en los encuentros, los datos que presenta el informe llaman a una reflexión general sobre el modo de vida de cada uno de nosotros. Tiene que cambiar radicalmente el enfoque que imperó en los últimos 250 años. Soy consciente que hay mucho romanticismo y “lugares comunes” alrededor de estas cuestiones ecológicas, pero justamente por ello es importante acentuar dónde esta realmente el problema.
La investigación de la WWF informa que se desperdicia el 30% de los alimentos a nivel global, o porque se tiran (países ricos) o por dificultades de almacenado (países pobres). Aquí no se trata de las grandes fábricas o los grandes gobiernos, cada uno de nosotros debe tener una relación distinta con la comida: o mejorar la medida para comprar y cocinar sólo lo que se come, o verdaderamente cerciorarse que lo que sobra es alimento para alguien y no basura. Es inconcebible se tire el 30% de la comida en el mundo y haya al mismo tiempo desnutrición.
Otra problema concreto: el agua. Hay 400 sistemas fluviales en el mundo que sufren escasez y 2.700 millones de personas que padecen la falta de agua. Las canillas de los que tienen agua tienen que estar cerradas el mayor tiempo posible.
El problema está entonces en el modo en que cada ciudadano interactúa con la Naturaleza; el problema está en la fuerza que tiene aún la equivocada idea de que la vida puede fabricarse. Ya no se trata de fabricar, de disponer arbitrariamente de los recursos, de consumir despreocupándose por los efectos de ello. Ya no más. Estamos en el epílogo de lo que empezó a fines del XVIII. Esperemos que empiece el declive de las grandes ciudades superpobladas, que se despueblen, que efectivamente se corte el consumo desenfrenado y la relación impertinente con la naturaleza. La idea de que todo puede ser fabricado y transformado por el hombre está por suerte en crisis. Claro que los procesos históricos llevan un tiempo distinto al de cada uno de nosotros; el epílogo puede durar 100 años. Pero es importante saber que el proceso, aunque nos supere, depende de lo que hace cada uno.
Facundo Ponce de León
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