Para acceder a la salud infinita, ante todo es necesario cambiar la mente.
Este tipo de salud no se consigue entrenando con frenesí en un gimnasio o siguiendo dietas espartanas intentando así alcanzar una vitalidad grandiosa.
No se consigue este tipo de salud mediante la acción enérgica.
La acción enérgica es necesaria, es vital, pero todo debe seguir un proceso gradual de crecimiento.
Lo primero es quitar los cerrojos que mantienen a la mente prisionera de muchas creencias limitantes.
Estas limitaciones son nuestra peor herencia.
Nos han enseñado todo lo que no se puede hacer, lo que no se debe hacer, lo que no es posible.
Nos han enseñado que debemos ser realistas, maduros y sensatos.
Que la vida es dura y nos golpea para que despertemos y aprendamos a vivir con lo que tenemos.
Para que aprendamos a aceptar nuestras limitaciones.
A veces tengo discrepancias con antiguos estudiantes de macrobiótica.
Porque creen que la salud infinita es una utopía, algo inalcanzable.
Una ilusión.
Estos estudiantes se esfuerzan mucho.
Estudian y leen los textos clásicos.
Hacen grandes esfuerzos en la elaboración de los alimentos y en su adecuado consumo.
Hacen lo máximo para merecer una gran salud pero ésta les es esquiva.
Yo también era así.
Durante muchos años buscaba con todas mis fuerzas acercarme al ideal pero era como querer derribar un muro con la fuerza de los brazos y de las piernas.
Una tarea imposible.
Hasta que comprendí que la salud infinita es algo no físico.
Se trata de un tipo de energía infinita.
Es algo en lo que se cree con absoluta certeza.
Y cuando la certeza es absoluta, el cuerpo poco a poco comenzará a mostrar capacidades que nunca antes había mostrado.
Porque como es adentro es afuera.
Y cuando lo de adentro se hace infinito, lo de afuera de alguna manera encontrará la forma de hacerlo visible.
Y esa es la experiencia más grandiosa que cualquier forma de vida puede experimentar.Cambia
-Martín Macedo-
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