martes, 26 de julio de 2011

La belleza se produce en territorios de libertad

A continuación reproduzco un reportaje realizado a mi persona por Hugo Giovanetti y publicado en el año 2010 en la pagina Web (elMontevideano -Laboratorio de Artes) de la Escuela de Cineastas de Montevideo. Me apoyo esencialmente en mi experiencia y conoci-mientos y en el pensa-miento de algunos referentes inevitables en mi vida (Arnaldo Gomensoro, Bernardo Toro, entre otros).


Daniel Corsino (Uruguay, 1950) se define como un autodidacta que empezó a proyectar su vocación vertebral de apoyar a vivir en una Comunidad de Vida Cristiana que co-fundó e integró durante años, impulsando un Centro Educativo y Social de apoyo a niños y adolescentes en situación de calle y riesgo social.

Es Psicólogo, Psicólogo Social, Logoterapeuta, Facilitador de Grupos de Aprendizaje, Coach Ontológico y Consultor en Empresas de Familia. Ha participado, además, en publicaciones ensayísticas colectivas orientadas por el grupo Ethos, junto a Arnaldo Gomensoro y Elvira Lutz.

En marzo de 2010 empezó su carrera de actuación en la Escuela de Cineastas del Uruguay, habiendo ya participado en una muestra conjunta.
 

¿Cómo se concatenaron las etapas decisivas de tu formación psicopedagógica? Después de muchos años de experiencia como terapeuta, ¿qué te impulsó a inscribirte en los cursos de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay?

Me gustaría empezar citando a Emmanuel Mounier: La persona sólo se desarrolla purificándose incesantemente del individuo que hay en ella. No lo logra a fuerza de volcar su atención sobre sí, sino por el contrario, volviéndose disponible. Y, por ello, más transparente para sí misma y para los demás. Todo ocurre, entonces, como si, no estando ya "ocupada de sí misma", "plena de sí misma", se tornase, y solamente entonces, capaz de acoger al otro, como si entrase en gracia.


Mi vida, más que como terapeuta, transitó sobre el rol de educador y de facilitador de procesos de aprendizaje. Esta distinción es fundamental. Mi vida estuvo marcada por profundas experiencias humanas y existenciales. Forma parte de una narrativa que modeló lo que estoy siendo actualmente como persona y como educador. Me apoyo a desarrollar mi vocación y mis intereses recreativos y artísticos. Alimentó un futuro lleno de oportunidades y desafíos y también de momentos de incertidumbres y de temor.

Nací en un barrio costero a metros de una hermosa playa, donde disfruté gran parte de mi infancia y juventud, en una familia “tipo” sin grandes sobresaltos. Un período signado por el juego callejero, el aire libre, la playa y una sensación de libertad y espontánea exploración de un amplio territorio que estaba descubriendo, muchas veces agresivo y violento, otros amigable y confiable.

Representaba mi hábitat natural ampliado. Una casa en un árbol (nuestro lugar en el mundo de la infancia), caminatas por la playa, basquetbol en un club tradicional barrial, una legítima escuela de la vida. Un breve pasaje por un instituto privado de educación, luego la escuela y liceo pública. Una vecindad amigable. Nada fuera de lo que experimentaban la mayoría de las familias uruguayas a principio de los 50.

Y ahora recuerdo a Sartre: Lo importante no es lo que los otros o las circunstancias han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con lo que los otros o las circunstancias han hecho de nosotros.


Nada ocurre por casualidad, lo generamos nosotros a nivel consciente o inconsciente. La semilla de los cambios (los que restan o los que suman) fueron plantadas por nosotros en algún momento de nuestra vida y la hemos cuidado y regado con esmero. Parecería que la vida cambia en un "de repente", aunque sabemos que esto no es así. Siempre hay una causa ocultas e invisible que precede a cualquier suceso "repentino". Lo cierto es que los seres humanos vivimos "los quiebres" en un instante, y por lo general en un instante común, como en un "de repente" y para agravar aún más esta interpretación torpe, le agregamos "¿y por qué a mi"?. Y para  muestra basta un botón. Un domingo de verano, junto a un amigo, a partir de “romper” unos vidrios de una parroquia del barrio, fui invitado “amablemente” por una dirigente scouts a formar parte de la estructura del movi-miento. A partir de ese momento y durante 25 años parte de mi educación y de mis vivencias más intensas, como también de mis dolor, tuvieron su huella en la Asociación de Scouts Católicos del Uruguay. ¿A alguien se le puede ocurrir que este quiebre fue una casualidad?. A mi no. Aún no puse inteligencia en el responder a las preguntas obvias ¿por que? y ¿para que? lo generé, pero lo cierto es que a partir de este evento mi vida cambió para siempre. 

En la adolescencia y juventud lo cotidiano para mí eran los viajes, los campamentos y una conversación flechada: revolución, compromiso, ideología política, cambio social, sueños por realizar, era el código de comunicación natural entre nosotros. En esta etapa de mi vida, marcada por un fuerte compromiso personal y social, la participación en cursos de formación en el país y en el exterior y los continuos viajes por América Latina y Europa nos llevó a tomar una decisión: vivir juntos, y compartir una vida de valores y de compromiso, fundando una Comunidad de Vida Cristiana.

Veintiuna personas vivimos juntos durante casi 10 años. Compartimos senti-mientos, valores, objetivos, dolor y miserias humanas, bienes materiales, muchos nos casamos, tuvimos hijos, otros finalizaron estudios, se definieron vocaciones y sentidos. A su vez como forma de testimoniar un compromiso concreto con la realidad de los niños y jóvenes de Uruguay, creamos el Hogar “La Frontera” en un campo de 15 hectáreas linderos a la Comunidad donde pasaron más de 1.000 niños y jóvenes en los años que tuvo vigencia la experiencia.

El contexto social y político era de mucha incertidumbre y radicalismos. En el país y en el continente se gestaba una polarización de movi-mientos ideológicos, políticos y sociales que llevó a quiebres institucionales y personales de mucha hondura psicológica y existenciales. La pregunta que me hacía en ese momento tenía que ver con el sentido de vida: ¿para qué estoy?, ¿cuál es mi compromiso con el cambio?, ¿alcanza con resistir?, ¿tengo que asumir algo más?.

No existen las casualidades, todo es generado por nosotros. Todo evento se genera por y para algo. Somos responsables del 100% de los "quiebres" que recibo. Los quiebres se presentan en el nivel físico pero tienen su significado real en el nivel metafísico. Podemos interpretarlo y aprender del mismo o ignorarlo y perder la oportunidad. La decisión de crear la Comunidad y el Hogar nos protegió de otras opciones que para muchos no tenía retorno. Era un espacio de reserva ética, desarrollo estético, compromiso concreto y convivencia social. Nos daba cierto alivio que nuestro paso por la vida pudiera tener algún sentido, en un momento donde no había lugar para dilaciones, el compromiso era inevitable, la realidad nos interpelaba fuertemente.

Ante la situación límite que estaba viviendo y ante la responsabilidad asumida sentí una fuerte llamado a estudiar disciplinas humanas y sociales como forma de acercarme a lo más profundo del ser humano. Aprendí a conocerme (auto conoci-miento), a conocer al otro (des centrarme) e iniciar el camino hacia la autor regulación (gobierno de mí mismo). Logré percibir lo delicado de los vínculos y de las conversaciones entre los seres humanos.

Dejamos, yo, mi compañera y dos de mis hijos, la Comunidad y me integro, durante todos estos años, a varias instituciones de gran prestigio nacional y continental y continúo con mi empecinada costumbre de descubrir y plasmar, en lo concreto, el sentido de vida. Sigo estudiando y profundizando en la condición humana, sumando una perspectiva grupal, comunitaria, institucional, filosófica y estética.

La vida parece que nos da sorpresas, pero en realidad todo lo es generado por nosotros, en algún momento de nuestra historia plantamos la "semilla" de lo que hoy recibimos como "premio" del universo de nuestras decisiones pasadas. Ante una consulta de rutina en vísperas de un viaje a Ushuaia, me descubren una imagen “extraña” en el pulmón. Para la perspectiva médica se trató de un hallazgo. Con esta amenaza, que fue certeza por un período de dos meses y para el 99% de los especialistas, conviví con la muerte. Al inicio me resistía, luego vino la aceptación, finalmente la declaración: no tenía nada, estaba sano. Es el poder médico, el poder sobre el cuerpo y los estados de ánimo y emociones de nosotros, “sus pacientes”. Un gesto, un monosílabo, un vocablo, una breve frase, que vuelque el profesional de túnica blanca, decide mundos posibles, construye realidades, genera miedos e incertidumbres, decide dónde se ubicará el delicado hilo que separa la vida de la muerte.

Junto a la alegría, la gratitud por estar vivo y contar, nuevamente, con todas las posibilidades de vivir la vida intensamente, en plenitud. Con esta noticia, junto a mi familia, emprendimos el Camino de Santiago, en España. Durante una semana, desafiando el cansancio, el frío, el calor y la lluvia, como también los buenos -y malos- humores, nos transformamos en peregrinos, para decirle sí a la vida.

Caminábamos entre 20 y 25 kilómetros por día. Nos sentíamos protegidos por la mirada profunda y silenciosa de aldeanos y campesinos. Su presencia nos hacía tomar conciencia de un pasado, que dejando sus mejores huellas, nos interpelaba y nos hacía reflexionar sobre nuestras vidas presentes y un futuro por construir. Una pregunta recurrente: ¿qué se puede hacer para otorgarle un sentido profundo y trascendente a nuestro paso por la tierra? Un mundo “líquido”, efímero, materialista, donde tener vale más que ser. Reafirmamos que otra vida es posible y no la imposición silenciosa de un modelo de convivencia despreciable, del use y tire, del zapping, donde todo vale y cuanto más rápido mejor.

Nos fuimos despojando día a día de lo que en algún momento creíamos importante para vivir. La mochila quedó por el camino. Nuestro cuerpo sano y nuestro espíritu en alto era lo único útil para continuar la peregrinación. El resto inservible. Interpelación a una vida que se llena de cosas innecesarias y se nutre de cuestiones intrascendentes. El Camino de Santiago nos mostró otra posibilidad. Sencillez, comunicación esencial, una mirada cómplice, una mano cariñosa, un abrazo solidario, signos de una vida eterna, profunda y bella.

Al entrar a la Catedral de Santiago de Compostela me invadieron intensas emociones, el cansancio acumulado y el eterno agradeci-miento se fundieron en un llanto nostálgico (me invadió unas tremendas ganas de seguir el camino) y lleno de gratitud por estar vivo, por compartir esta experiencia con mi familia, y por la oportunidad de crear mundo. Y es acá que la dimensión espiritual y estética se presenta con toda su evidencia de vida. La Catedral y lo simbólico de su representación nos hipnotizó con su belleza. Lloré, me emocioné; instante sublime, profundo y eterno; aún resuena en mí como una posibilidad, sé que es posible, sé que se puede llegar a ese lugar sagrado y está ahí como un tesoro a descubrir.

Este breve pero significativo pasaje de mi vida reafirmó mi compromiso por seguir estudiando y cultivando mi vocación y acompañar a personas y grupos en su empeño para clarificar y resolver problemas y confusiones, superando dificultades, identificando y disolviendo quiebres, definiendo cursos de vida, apoyando a descubrir sentidos de vida. Colaborando para crear condiciones para el cambio individual, de pareja, y de colectivos.

Mi trayectoria personal y profesional es una historia de compromiso con la dignidad humana, solidaridad social y responsabilidad profesional. Mis competencias profesionales y mi formación psicopedagógica están respaldadas en la experiencia, la capacitación permanente y en la convicción de que mi vocación está orientada a acompañar la expansión de personas, grupos, empresas, redes, para que alcancen sus propios objetivos y logren resultados extraordinarios, pero fundamentalmente que encuentren el bienestar, la armonía y la paz sirviendo a otros a que también lo alcancen.

Mi opción por los cursos de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay se inscribe en el proceso de auto descubri-miento y en el cultivo del espíritu. Descubrir, desarrollar y explotar dimensiones desconocidas hasta el momento por mí. Me estimula el proceso de aprendizaje y desarrollo. Seguir en el camino de la perfección humana. Desde siempre me pregunto ¿hasta dónde puede llegar las posibilidades humanas? ¿Será la búsqueda de la completud, en este caso a través del arte y la música, que siento el llamado de lo estético y mi integración en la Escuela? No sé, dejaré esta respuesta a la vida misma que me irá mostrando el camino.

Y ahora recurro a Goethe: Trata a un hombre como es, y seguirá siendo lo que es, trata a un hombre como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser. 

(primera entrega)

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