Vivimos en una cultura global donde sigue predominando el miedo a la libertad de construir un camino personal hacia el “tesoro íntimo”. ¿Qué importancia le asignas a la búsqueda estética en la concreción de esta “zona sagrada”?
La estética, según un gran amigo y filósofo Bernardo Toro, es una verdad absoluta y sublime, donde la sociedad se reconoce y hace síntesis en una obra de arte, llámese música, teatro, cine, pintura, trascendiendo la cotidianidad y la vulgaridad de la vida, creando sentidos. Es la expresión pública (con belleza) de los sentidos que una persona, grupo, sociedad quiere que sean reconocidos, es la forma que se dan los pueblos para la identidad. De ahí la importancia de no renunciar a la dimensión estética de la vida humana para darle sentido a la vida.
Toda expresión artística (estética) es una síntesis del espíritu y un acto de comunicación. La obra de arte es el resultado de una búsqueda interior para identificar y aprehender el sentido de las cosas, de la vida y de los modos de estar en el mundo con los otros. Surge de la admiración y la contemplación del mundo. Su finalidad es comunicar, convocar y contribuir a evocar nuevos sentidos, para darle sentido a la vida misma.
El arte es un acto ético señala Bernardo, en cuanto busca recuperar y proteger el sentido de la dignidad del espíritu humano. En su esencia, el acto estético, cuando se hace con integridad, es transgresor, subversivo y se mueve en una zona de indecencia y desacato al “estado del momento actual” y al “establishment”.
Tengamos en cuenta además, sigue diciendo Toro, que el arte es uno de los productos de la autonomía personal y social. La belleza se produce en territorios de libertad. Si estamos sometidos, atemorizados o somos dependientes, el arte nace en aquellas zonas en las que el miedo, el amo o el tirano no pueden llegar. A veces en espacios marginales o clandestinos, como fueron el Jazz, el Blues, el Tango.
Formar en el arte, enfatiza Bernardo, es formar para la autonomía. Arte, Libertad, Ética, Democracia, Derechos Humanos, Autonomía, Convivencia Democrática, Belleza, Confianza… son bienes todos de la misma familia y habitan en los mismos territorios. La autonomía personal o social es el resultado combinado del auto conocimiento, la autoestima y la autorregulación.
El auto conocimiento proviene de saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué somos como somos. Es aceptar que somos mestizos: somos América, somos Europa y somos África. Y en algunas regiones como Sao Paulo o Lima también somos Asia. El mestizaje se revela en todas nuestras expresiones artísticas y culturales: el cine, el teatro, la música, el canto, el vestido, la comida, la estructura del habla, la arquitectura, los ritos, los mitos, los carnavales, las fiestas religiosas; en el cortejo, en la artesanía, la literatura, el fútbol, etc.
La historia, la geografía y la literatura, dice Toro, son materias que adecuadamente enseñadas son útiles para ayudar a comprender y entender este mestizaje que se inició hace 500 años. Pero es la formación y la educación artística la que permite que el estudiante perciba en su interior por qué es como es; que pueda sintetizar, sentir y admirar al mismo tiempo la Teoría de la Relatividad, la Gran Anaconda y el Candomblé; reunir en una sola conciencia las tres memorias euro-afro-americanas. El arte, por ser arte, es una síntesis espiritual, y la formación y educación artística es la mejor forma de llegar a esa síntesis como estado normal del espíritu.
La autoestima es un bien que nosotros no podemos construir por nosotros mismos, requiere de los otros para existir. Poder obtener y recibir el reconocimiento de los otros, de lo que somos y hacemos, es una de las formas de construir la autoestima. Muchos niños, jóvenes y por qué no adultos tenemos dificultades para comunicarnos dentro de los códigos sociales, ya sea por razones de clase social, étnicas, religiosas, psicológicas, grupo atareo, opción sexual y de género, etc. Para ellos la expresión artística es el camino para recuperar la ruta de la comunicación y de la espiritualidad.
La autorregulación es la capacidad de darse orden a sí mismo para ser digno. Es la base de la gobernabilidad democrática, entendida como la capacidad de una sociedad de darse orden a sí misma para hacer posible su propia dignidad. La autorregulación es ciudadanía; ser ciudadano es tener la capacidad de crear, cuidar o transformar el orden social a favor de la dignidad humana.
La autorregulación es la base de la libertad. Sólo puede ser libre y responsable el que fundamenta su actuación en una autorregulación fundada en la dignidad humana (ética autónoma).
El arte es uno de los frutos de la búsqueda de la expresión autónoma. Toda obra de arte contiene una dosis de rebeldía, de búsqueda de espacios. La educación en el arte es una estrategia que contribuye a superar la actuación heterónoma (actuar por temor a la autoridad) y fundar la actuación ética autónoma, porque la expresión artística obliga a recuperar ese espacio interior en donde podemos ser como queremos ser y estar donde podemos y debemos de estar.
Filósofos de todos los tiempos han expresado que la estética es el orden más elevado de la vida, al extraer de ésta su más grande valor. Este valor de la vida, esta cualidad de la estética, es la belleza. ¿Qué es la belleza y cómo la reconocemos? ¿Se hereda el sentido estético o lo adquirimos y lo desarrollamos? Todo logro magnífico del ser humano en cualquier aspecto de su esfuerzo ha estado apoyado por un impulso estético. ¿Transmitimos la idea de belleza a todas las cosas de nuestro mundo a las cuales llamamos hermosas o las cosas despiertan dentro de nosotros la conciencia de la belleza?
Sócrates dice que el amor es un mediador entre Dios y el hombre. Es la aspiración de lo incompleto hacia aquello que lo completará. Sócrates nos plantea que el amor avanza paso a paso. Primero, existe el amor del cuerpo, la belleza física. Luego sigue la belleza de la mente y el alma. Finalmente, existe la belleza en sí misma, absoluta, separada, simple, eterna.
Platón nos dice que la alegría de la belleza es la imitación de la idea del bien. Esta idea está en armonía con el bien que concebimos. Poniéndolo de una manera simple, existen ciertos valores que concebimos como buenos. Entonces, lo hermoso es aquello que representa o está en armonía con las ideas del bien.
Kant dijo que lo hermoso tiene un carácter a priori. En otras palabras, la noción de lo hermoso es innata; es una cualidad que reside en el hombre. La forma que nos encanta tiene una relación externa con esta cualidad de belleza interna a priori que tenemos. No obstante, este sentido de belleza interno es amorfo. En consecuencia, no puede haber belleza que sea universalmente reconocida por todos los hombres. Expresado en forma simple, la plenitud de la belleza surge en conexión con los objetos que se relacionan armoniosamente con nuestra sensibilidad personal.
Por lo tanto, podemos hacer nuestro mundo más hermoso o podemos limitarlo a unos cuantos tipos de belleza física. La búsqueda de la belleza en la categoría estética de la vida empieza dentro de nosotros, cuando tocamos la “zona sagrada”. Comienza con el sentido y la comprensión de la armonía interna y la sensibilidad de nuestro ser. Por lo tanto, consiste en cultivar los sentimientos más sutiles y finos que poseemos, es indagar en nuestro inconsciente es rescatar nuestros sueños.
Cuando nos emocionamos psíquicamente en meditación por estas sensaciones más sutiles, entonces buscamos exteriorizarlas. Deseamos hacer a la materia, al mundo físico, asumir un orden, una forma que complementará nuestros sentimientos internos. Cuando hacemos esto, la categoría estética de la vida es magnífica y nos proyecta hacia lo eterno y el infinito.
Los filósofos griegos ponían un ejemplo muy bonito. Un escultor empieza con un bloque de mármol. Entonces imprime físicamente sobre éste el ideal de belleza, la forma que ve y siente dentro de sí mismo. La estatua sólo se vuelve bella cuando corresponde a la belleza interna del artista; vuelca en ella todo el bien interior y el amor incondicional a la vida.
La estética, según un gran amigo y filósofo Bernardo Toro, es una verdad absoluta y sublime, donde la sociedad se reconoce y hace síntesis en una obra de arte, llámese música, teatro, cine, pintura, trascendiendo la cotidianidad y la vulgaridad de la vida, creando sentidos. Es la expresión pública (con belleza) de los sentidos que una persona, grupo, sociedad quiere que sean reconocidos, es la forma que se dan los pueblos para la identidad. De ahí la importancia de no renunciar a la dimensión estética de la vida humana para darle sentido a la vida.
Toda expresión artística (estética) es una síntesis del espíritu y un acto de comunicación. La obra de arte es el resultado de una búsqueda interior para identificar y aprehender el sentido de las cosas, de la vida y de los modos de estar en el mundo con los otros. Surge de la admiración y la contemplación del mundo. Su finalidad es comunicar, convocar y contribuir a evocar nuevos sentidos, para darle sentido a la vida misma.
El arte es un acto ético señala Bernardo, en cuanto busca recuperar y proteger el sentido de la dignidad del espíritu humano. En su esencia, el acto estético, cuando se hace con integridad, es transgresor, subversivo y se mueve en una zona de indecencia y desacato al “estado del momento actual” y al “establishment”.
Tengamos en cuenta además, sigue diciendo Toro, que el arte es uno de los productos de la autonomía personal y social. La belleza se produce en territorios de libertad. Si estamos sometidos, atemorizados o somos dependientes, el arte nace en aquellas zonas en las que el miedo, el amo o el tirano no pueden llegar. A veces en espacios marginales o clandestinos, como fueron el Jazz, el Blues, el Tango.
Formar en el arte, enfatiza Bernardo, es formar para la autonomía. Arte, Libertad, Ética, Democracia, Derechos Humanos, Autonomía, Convivencia Democrática, Belleza, Confianza… son bienes todos de la misma familia y habitan en los mismos territorios. La autonomía personal o social es el resultado combinado del auto conocimiento, la autoestima y la autorregulación.
El auto conocimiento proviene de saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué somos como somos. Es aceptar que somos mestizos: somos América, somos Europa y somos África. Y en algunas regiones como Sao Paulo o Lima también somos Asia. El mestizaje se revela en todas nuestras expresiones artísticas y culturales: el cine, el teatro, la música, el canto, el vestido, la comida, la estructura del habla, la arquitectura, los ritos, los mitos, los carnavales, las fiestas religiosas; en el cortejo, en la artesanía, la literatura, el fútbol, etc.
La historia, la geografía y la literatura, dice Toro, son materias que adecuadamente enseñadas son útiles para ayudar a comprender y entender este mestizaje que se inició hace 500 años. Pero es la formación y la educación artística la que permite que el estudiante perciba en su interior por qué es como es; que pueda sintetizar, sentir y admirar al mismo tiempo la Teoría de la Relatividad, la Gran Anaconda y el Candomblé; reunir en una sola conciencia las tres memorias euro-afro-americanas. El arte, por ser arte, es una síntesis espiritual, y la formación y educación artística es la mejor forma de llegar a esa síntesis como estado normal del espíritu.
La autoestima es un bien que nosotros no podemos construir por nosotros mismos, requiere de los otros para existir. Poder obtener y recibir el reconocimiento de los otros, de lo que somos y hacemos, es una de las formas de construir la autoestima. Muchos niños, jóvenes y por qué no adultos tenemos dificultades para comunicarnos dentro de los códigos sociales, ya sea por razones de clase social, étnicas, religiosas, psicológicas, grupo atareo, opción sexual y de género, etc. Para ellos la expresión artística es el camino para recuperar la ruta de la comunicación y de la espiritualidad.
La autorregulación es la capacidad de darse orden a sí mismo para ser digno. Es la base de la gobernabilidad democrática, entendida como la capacidad de una sociedad de darse orden a sí misma para hacer posible su propia dignidad. La autorregulación es ciudadanía; ser ciudadano es tener la capacidad de crear, cuidar o transformar el orden social a favor de la dignidad humana.
La autorregulación es la base de la libertad. Sólo puede ser libre y responsable el que fundamenta su actuación en una autorregulación fundada en la dignidad humana (ética autónoma).
El arte es uno de los frutos de la búsqueda de la expresión autónoma. Toda obra de arte contiene una dosis de rebeldía, de búsqueda de espacios. La educación en el arte es una estrategia que contribuye a superar la actuación heterónoma (actuar por temor a la autoridad) y fundar la actuación ética autónoma, porque la expresión artística obliga a recuperar ese espacio interior en donde podemos ser como queremos ser y estar donde podemos y debemos de estar.
Filósofos de todos los tiempos han expresado que la estética es el orden más elevado de la vida, al extraer de ésta su más grande valor. Este valor de la vida, esta cualidad de la estética, es la belleza. ¿Qué es la belleza y cómo la reconocemos? ¿Se hereda el sentido estético o lo adquirimos y lo desarrollamos? Todo logro magnífico del ser humano en cualquier aspecto de su esfuerzo ha estado apoyado por un impulso estético. ¿Transmitimos la idea de belleza a todas las cosas de nuestro mundo a las cuales llamamos hermosas o las cosas despiertan dentro de nosotros la conciencia de la belleza?
Sócrates dice que el amor es un mediador entre Dios y el hombre. Es la aspiración de lo incompleto hacia aquello que lo completará. Sócrates nos plantea que el amor avanza paso a paso. Primero, existe el amor del cuerpo, la belleza física. Luego sigue la belleza de la mente y el alma. Finalmente, existe la belleza en sí misma, absoluta, separada, simple, eterna.
Platón nos dice que la alegría de la belleza es la imitación de la idea del bien. Esta idea está en armonía con el bien que concebimos. Poniéndolo de una manera simple, existen ciertos valores que concebimos como buenos. Entonces, lo hermoso es aquello que representa o está en armonía con las ideas del bien.
Kant dijo que lo hermoso tiene un carácter a priori. En otras palabras, la noción de lo hermoso es innata; es una cualidad que reside en el hombre. La forma que nos encanta tiene una relación externa con esta cualidad de belleza interna a priori que tenemos. No obstante, este sentido de belleza interno es amorfo. En consecuencia, no puede haber belleza que sea universalmente reconocida por todos los hombres. Expresado en forma simple, la plenitud de la belleza surge en conexión con los objetos que se relacionan armoniosamente con nuestra sensibilidad personal.
Por lo tanto, podemos hacer nuestro mundo más hermoso o podemos limitarlo a unos cuantos tipos de belleza física. La búsqueda de la belleza en la categoría estética de la vida empieza dentro de nosotros, cuando tocamos la “zona sagrada”. Comienza con el sentido y la comprensión de la armonía interna y la sensibilidad de nuestro ser. Por lo tanto, consiste en cultivar los sentimientos más sutiles y finos que poseemos, es indagar en nuestro inconsciente es rescatar nuestros sueños.
Cuando nos emocionamos psíquicamente en meditación por estas sensaciones más sutiles, entonces buscamos exteriorizarlas. Deseamos hacer a la materia, al mundo físico, asumir un orden, una forma que complementará nuestros sentimientos internos. Cuando hacemos esto, la categoría estética de la vida es magnífica y nos proyecta hacia lo eterno y el infinito.
Los filósofos griegos ponían un ejemplo muy bonito. Un escultor empieza con un bloque de mármol. Entonces imprime físicamente sobre éste el ideal de belleza, la forma que ve y siente dentro de sí mismo. La estatua sólo se vuelve bella cuando corresponde a la belleza interna del artista; vuelca en ella todo el bien interior y el amor incondicional a la vida.
(última entrega)