sábado, 14 de enero de 2023

El desapego

 Es el acto más doloroso y a la vez más elevado de amor Incondicional...

El desapego duele, duele mucho, duele porque hay que soltar lo que amas, dejarlo ir o eso creemos, ese dolor es mental; no es dolor, es sufrimiento, lo que nos hace sufrir es el miedo alimentado por el ego, por la creencia arraigada de la posible pérdida, de una posesión que no existe, que no es real. Ya que no podemos poseer a alguien que no es nuestro, que nunca lo fue y que nunca lo será.
No nos pertenecen nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestra pareja, ni siquiera nos pertenecen nuestros hijos, son seres libres e independientes, con su propio camino por recorrer, al igual que nosotros, por eso no hay que subyugar la felicidad de unos hacía los otros.
Si no eres feliz tú sólo, no lo serás con nadie.
El apego es el controlador de todos los tiempos, el que te ancla en un presente ausente. Sin embargo, el desapego te mantiene en el aquí y el ahora, es soltar al otro sabiendo que pase lo que pase
"Todo es perfecto."
Y sí, puede que eso "nos duela mucho", porque hasta ahora sólo nos enseñaron que éramos alguien sí teníamos posesiones de todo tipo, se olvidaron de decirnos que cuanto más poseemos, más esclavos nos volvemos.
Por eso creo con firmeza que la independencia afectiva, es el mayor regalo que puedes hacerte a ti y a tus seres amados, y cuando lo logras, entonces y sólo entonces puedes gritar al universo que por fin has alcanzado la verdadera y plena libertad.
"Una vez que empiezas a avanzar hacía el desapego ya no existe camino de retorno."
El desapego es desprenderme de las cosas con facilidad, sabiendo que nada sale de mí vida si no es sustituido por algo mejor, y eso genera abundancia.

Poema sobre la vejez

 Poema sobre la vejez

¿Que cuántos años tengo? -¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido...
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo,
y otros "que estoy en el apogeo".
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!...
¡Estás muy viejo, ya no podrás!...
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
y otras... es un remanso de paz, como el atardecer en la playa...
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas...
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos
¿Qué cuántos años tengo?
¡Eso!... ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo
y hacer lo que quiero y siento!!.
Qué importa cuántos años tengo.
o cuántos espero, si con los años que tengo,
¡¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!
José Saramago

jueves, 12 de enero de 2023

Somos las palabras que pensamos

 «Somos las palabras que pensamos. Quien más palabras tiene, más palabras sabe callar. Y eso le hace seguramente mejor», dice el gran Alex Grijelmo. Y es así, porque pensamos según la riqueza del menú de palabras que nuestra inteligencia es capaz de manejar. Aunque la siembra más nutriente se hace de pequeño/as, sobre todo mediante la lectura, construimos «capital semántico» a lo largo de la vida, y nunca es tarde para invertir en él. Si uno/a maneja más palabras, y aprende a usarlas con destreza, es más probable que piense mejor. Aunque no es suficiente. Después habría que aplicarse un segundo test, el de la capacidad de síntesis. «Navajas mentales» llamaba un antiguo jefe mío a la capacidad de resumir ideas brillantes en oraciones optimizadas, con las palabras justas, que atraviesan un asunto con la precisión del rayo láser. Cuando Regino Boti ―así se llamaba mi jefe― se ponía sabio, podía ventilarse un problema complejo con una frase a la que no le sobraba ni le faltaba nada, y que todos sabíamos que era imposible de mejorar. Y así de austero con las palabras se ponía revisando nuestros borradores de informes. Podía entregar un documento de veinte folios, que él era capaz de abreviarlo en dos, demostrándome que la nueva versión tenía mucho más sentido y que todo lo demás era «cantinfleo». Con él aprendí que cultivar las palabras, ensanchar el vocabulario, entender los matices que hacen diferentes a vocablos vecinos, es una habilidad crítica para pensar con rigor y elegancia. A partir de entonces me lo tomé tan en serio que, desde las primeras curas de humildad que recetó Boti a aquel universitario que iba tan sobrado, decidí crear mi propio diccionario de sinónimos y antónimos. Ese fue mi hobby favorito, el que me salvó del tedio en mis tiempos libres durante los casi dos años que pasé en Angola: extraer palabras de los textos que leía y coleccionarlas en un librillo que guardaba con celo en mi litera. Las palabras no solo sirven para expresar lo que se ha pensado en un lienzo inteligible, sino también para urdir los colores en tramas de patrones lógicos de más o menos sofisticación. Si mi caja de herramientas es muy limitada, me va a costar construir ideas que sean realmente interesantes. El valor único de las palabras no solo está en el rigor, en su precisión, sino también en la belleza, en su lírica, en cómo emocionan. No solo ayudan a pensar bien, sino también a sentir mejor. Tan es así que si nuestros diálogos internos usan las palabras equivocadas, a veces tóxicas, así serán nuestras emociones. Decir «estoy melancólico» no es lo mismo, ni tiene el mismo efecto en las tripas afectivas, que decir «estoy deprimido». Por eso, una persona que, sin caer en la pedantería, es muy precisa en las palabras, me parece de las cosas más seductoras.

Amalio Rey


El valor de las rutinas

 Siempre me ha costado seguir rutinas. Pronto intento cambiar algo para no repetirme. Estoy revisando eso porque quiero adoptar más rutinas y mi manera de convencerme es entendiendo que la repetición puede no ser algo aburrido, insulso, sino que tiene una parte estética y emocional más que estimulante. La magia está, como dice Sennett, en convertir las rutinas en ritmo: «Como las brazadas de un nadador, el puro movimiento repetido termina siendo un placer en sí mismo (…) Repetir una y otra vez una acción es estimulante cuando se organiza mirando hacia delante. Esta experiencia no tiene nada de extraño, todos la conocemos: es el ritmo».  Hace poco encontré un artículo sobre un gran nadador como Ian Thorpe que confirma, desde su experiencia, la tesis del Sennett: «Cuando dejé la natación, cuando perdí la rutina de los entrenamientos cotidianos, había mañanas en las que no tenía ni fuerzas para levantarme de la cama (…) Encuentro una gran belleza y calma en la repetición de los entrenamientos, en sus ritmos, en sus rituales». Esto último es clave. Si las rutinas se envuelven en rituales con cierta cadencia y una escenificación adecuada, pueden llegar a transmitir belleza. Es la parte estética de la repetición. La primera fase es normalizarlas, conciliar el cuerpo y la mente con el acto recurrente. Ser pacientes para acostumbrarlos y que no liberen antídotos creativos que nos dispersen. Una vez que esas rutinas se hacen menos extrañas, viene la parte divertida de la búsqueda del ritmo. Esto se consigue con los rituales, con protocolos ceremoniosos que sean placenteros. Todo esto, insisto, necesita un cambio de actitud hacia la repetición. No basta con crearse una secuencia animosa, sino que hay que aprender a buscar y disfrutar del ritmo que se oculta en ella. En cuanto a la «calma» que cita Thorpe, es más fácil de entender: entregarse a una secuencia ya establecida nos libera del tormento de decidir. La primera vez que lo conseguí fue en la rutina de salir a correr. Tanto en la liturgia previa como en la propia carrera y en el descanso posterior hay una cadencia gozosa que logró vencer mi tendencia a evadirme de la repetición. Ahora lo estoy aplicando a la escritura. Ando probando rituales para eso, una serie de pasos que bien llevados aporten ritmo al momento de escribir. Lo de la belleza, la parte estética, puede ser decisivo, y se pone a prueba en los detalles.       

Amalio Rey


No se puede separar la fruta de la raíz del árbol

 Así como frente y dorso no se pueden separar, así como norte y sur no se pueden separar, así como masculino y femenino no se pueden separar...

Tampoco se puede separar la felicidad de la sabiduría.
La gente busca la felicidad sin sabiduría.
Y no la encuentra, ni jamás la encontrará.
La gente busca la salud infinita sin sabiduría.
Y cuanto más se esfuerzan menos éxito tienen.
La gente busca la belleza sin sabiduría.
Pero descubren que es muy peligrosa y hasta destructiva.
Y buscan el amor sin sabiduría para descubrir que luego de una breve felicidad inicial pronto se convierte en odio.
No se puede separar la fruta de la raíz del árbol.
Todos desean las flores, las frutas y los tallos tiernos pero no se interesan en la raíz porque está escondida en las profundidades de la tierra y avanza por caminos misteriosos.
Salomón le pidió a Dios en sus oraciones y con toda devoción que le diera sabiduría.
Y Dios le respondió...."no me has pedido riquezas, ni poder ni fama..sino simplemente sabiduría...entonces has pedido bien y por esa razón te daré además de sabiduría todas las riquezas, todo el poder y toda la fama que alguna vez llegaste a desear".
Si madrugamos para encontrar la sabiduría, podremos gozar de todo lo bueno de la vida sin que se vuelva contra nosotros.
Incluso un gran éxito sin sabiduría acaba en tragedia.
¿Y dónde buscar la dichosa sabiduría?
Salomón lo explica en sus escritos.....hay que pedirla al Supremo.
La sabiduría se la encuentra en el crecimiento del espíritu porque es yin y se encuentra en las grandes leyes espirituales.
Pero las personas de este tiempo son muy prácticas e impacientes y prefieren los dominios físicos y palpables sobre los sutiles.
Y así buscan y buscan la sabiduría en libros y sociedades secretas.
Pero sólo obtienen pinceladas porque no están preparados para recibir semejante magestuosidad.
Nosotros al estudiar la macrobiótica hemos descubierto que la sabiduría se come.
Nos volvemos sabios por la nutrición.
Una nutrición yin de base vegetal nos permite ver dónde se encuentra su fuente.
Pero una nutrición yang, rica en derivados animales estrecha nuestro campo de comprensión y sólo funcionamos en este mundo físico, efímero y lleno de límites.
Y todo lo bello, lo bueno, lo sano, lo feliz...en una palabra todo lo grande debe ser buscado en el infinito y no en el mundo finito.
En el mundo finito hay muy poca felicidad, muy poca belleza y muy poca salud.
En vez de pelear por migajas, vayamos al infinito donde hay de sobra.
Pero sólo los que han adquirido esta preparación podrán caminar con seguridad en el infinito porque han crecido espiritualmente y sólo los seres avanzados espiritualmente acceden a toda la riqueza y nunca se les acaba.
Y por eso hay una famosa cita que dice..."el que tiene tendrá cada vez más y tendrá de sobra....pero el que no tiene (la sabiduría) hasta lo poco que tiene lo perderá".

- Martín Macedo.

miércoles, 11 de enero de 2023

Conferencias de Ohsawa

 Hay muchas transformaciones, estoy muy contento al veros tan cambiados. La señora Legaye tiene 73 años, el año pasado realizó conmigo la vuelta al mundo. Ella volvió por el Polo Norte y pasó varias horas en Anchorage. Y hay muchos otros. El señor Coppens estaba muy gordo hace tres años, ¡pero perdió 50 kilos! ¡Pasó por muchas dificultades! Liliane, André, todos han cambiado, y nuestra presidente, Madame Riviére y Monsieur Descouens, cada vez más felices; Levy con su barba...Pero en Estados Unidos esta vez me sorprendí, porque hubo una transmutación muy grande. Eso ocurrió en California a orillas del Océano Pacífico y junto a las grandes Rocosas, con pocos árboles y muchas grandes rocas: ninguna casa a 50 km a la redonda. ¡En nuestro camping sólo teníamos agua corriente y un pequeño WC! ¡Pero estaba lleno de gente! (Nota trad. Camping de Herman Aihara).

A mi llegada, se me acerca una dama muy bella.! ¡Entonces fui atraído!
Se acercaba sonriendo.
- ¿No me reconoce?, soy la señora Grant de Las Vegas...
Llegó de lejos, 600 km, Las Vegas...eso me asombra; ¡el año pasado estaba triste y sombría, porque su esposo sufría de meningitis desde hacía veinte años!! ¡Desde el comienzo de su casamiento y cada tarde, su marido gritaba, lloraba y se retorcía de dolor, dando grandes gritos! Yo estaba asombrado, Lima fue enseguida y vio un señor grande y pesado revolcándose por el suelo llorando, ¡era el esposo! Hacía 20 años que estaba casada con ese señor, músico de oficio. Lo atendió con mucha paciencia. Lima, como siempre, le impuso las manos y en 20 minutos desaparecieron los sufrimientos. Luego pasaron tres semanas con
nosotros y después se fueron. Este año la señora vuelve rejuvenecida de 20 años. Por eso no podía reconocerla. Detrás de ella venía su esposo, sonriente, saludable y feliz. ! ¡Qué transformación! He visto muchos casos como éste.
Madame Beranger está más joven cada año, muy pronto volverá a ser un pequeño bebé. La Sra. Grant rejuveneció 20 años en 11 meses. Nadie creería que tiene más de 50 años porque cualquiera le daría 35. Como Madame Legaye, hace 7 años parecía tener 80, hinchada y pálida...perdió 12 kilos en una semana. Salió a la calle por primera vez en 20 años...y los vecinos no lo podían creer...
Nuestro chofer de siempre es un americano del norte, y también
músico. ¡Su esposa parecía una bolsa de agua! Durante 10 años de casados no tuvieron hijos. Adoptaron la macrobiótica hace 4 años y al año ella estaba embarazada. Aunque luego abortó. Hoy está nuevamente embarazada y muy feliz. En nuestro camping en California había doce niños macrobióticos puros y tres por venir.
Fuente: Conferencias de Ohsawa; Saint Medard de Guizieres 1964

El Universo conspira para ayudarnos a alcanzar lo que deseamos

 Paulo Coelho en su libro "El alquimista", nos da un poderoso secreto para nuestra realización.

Nosotros los estudiantes del Orden del Universo, también somos alquimistas.
Transformamos la debilidad en fuerza, la enfermedad en salud, la tristeza en alegría infinita, la depresión en entusiasmo desbordante.
Pero la alquimia de Coelho no se basa en yin yang sino en una técnica psicológica-mística.
Creo que podemos combinar los efectos de ambos tipos de alquimia y así crear un resultado mucho más poderoso.
Muchos macrobióticos no son alquimistas.
Se limitan a comer arroz y otros alimentos saludables.
No comprenden que el arroz es una herramienta de transmutación.
Lo consumen por razones de salud o porque les gusta el sabor.
No son alquimistas.
Coelho que no come nuestras preparaciones macrobióticas, es un alquimista mucho más poderoso que los cientos de macrobióticos que si bien se nutren con las herramientas de la transmutación no tienen interés en ésta.
Porque le temen.
No quieren correr riesgos.
Se limitan a ir al restaurante y pedir su plato balanceado.
Lo mastican bien y se conforman con este tipo de felicidad.
Y así pasan toda su vida sin haber gozado de la magia de la transmutación.
Otros macrobióticos y amigos de las redes se quejan de falta de dinero.
Si comprendieran la transmutación transformarían su pobreza en una gran abundancia que les permitiría disfrutar de las ventajas de una vida sin limitaciones económicas de ninguna clase.
Comen arroz, lo preparan con mucha atención pero siguen pobres, siguen cansados, siguen con miedo a este o a aquel virus.
Y pasan 20, 30 años y no cambian.
No realizan nada....y me dicen que soy muy estricto y que no permito excepciones.
Parecería que su objetivo supremo son las excepciones.
Su gloria dura sólo unos instantes mientras se comen su palta.
Pero Coelho nos enseña su técnica poderosa de transmutación.
Nos dice que cuando tenemos objetivos claros, muy claros y los deseamos con pasión, ocurre algo mágico que nos ayuda a realizarlo.
Según sus hermosas palabras, "el Universo conspira para ayudarnos a alcanzar lo que deseamos".
Es decir que un poder infinito nos asiste y cuando esto ocurre nada ni nadie en todo el vasto mundo puede impedirlo.
El que está enfermo puede volverse saludable cuando el Universo conspira.
El que siempre tiene poco dinero puede lograr prosperidad cuando el Universo conspira.
El que está siempre cansado puede realizar la gran vitalidad cuando el Universo conspira.
El que está solo y no consigue atraer al amor puede atraer grandes relaciones felices cuando el Universo conspira.
Entonces todos compraron y leyeron "El alquimista".
Pero según las encuestas el 97% de la gente no tiene escritos sus objetivos.
Es decir que todos compraron el libro pero nadie entendió a Coelho.
Lo leyeron como una novela.
Están demasiado yin, desenfocados y no tienen energía para comprometerse seriamente en la realización de su sueño.
La culpa no es de Coelho.
El problema es que la mayoría está muy yin y en ese estado fisiológico hay una total falta de energía....sólo lo mínimo para la lucha por la supervivencia.
Pero los que nos nutrimos en forma más consciente no podemos tener ese tipo de estado porque nuestros alimentos nos dan una gran energía.
Ya tenemos el vigor físico y mental.
Ahora nos falta la claridad de objetivos y esa certeza.
La certeza de que si nos comprometemos a fondo, un poder sin límites nos asistirá y tarde o temprano podremos llegar hasta el infinito si ese es el deseo de nuestro corazón.
Y nadie, ningún gobierno, ninguna conspiración, ninguna organización secreta podrá impedir que nuestro deseo se realice.
Porque tendrán que vencer al poder infinito para vencernos a nosotros.
Porque nosotros y el poder somos Uno.
Afortunadamente.
Mientras que nuestros enemigos tienen sus mentes divididas debido a su nutrición demasiado yang.
Por eso debemos ser muy optimistas porque al igual que Gandhi sabemos que el espíritu siempre vence a los poderes del mundo.

-Martín Macedo-