Poema sobre la vejez

Los Seres Humanos somos RESPONSABLES ABSOLUTOS -causa- de todo lo que generamos - recibimos- lo que suma y lo que resta en éste aquí y ahora a partir de quién estamos siendo o de quien hemos sido. Vamos a generar un tipo de vida si creemos que los resultados que recibimos tienen que ver con razones ajenas a nosotros y un tipo de vida diametralmente opuesta si comprendemos y tenemos certeza de que nada es por que sí y que el secreto para generar eventos que sumen, está en ser INTEGRO.
sábado, 14 de enero de 2023
Poema sobre la vejez
jueves, 12 de enero de 2023
Somos las palabras que pensamos
«Somos las palabras que pensamos. Quien más palabras tiene, más palabras sabe callar. Y eso le hace seguramente mejor», dice el gran Alex Grijelmo. Y es así, porque pensamos según la riqueza del menú de palabras que nuestra inteligencia es capaz de manejar. Aunque la siembra más nutriente se hace de pequeño/as, sobre todo mediante la lectura, construimos «capital semántico» a lo largo de la vida, y nunca es tarde para invertir en él. Si uno/a maneja más palabras, y aprende a usarlas con destreza, es más probable que piense mejor. Aunque no es suficiente. Después habría que aplicarse un segundo test, el de la capacidad de síntesis. «Navajas mentales» llamaba un antiguo jefe mío a la capacidad de resumir ideas brillantes en oraciones optimizadas, con las palabras justas, que atraviesan un asunto con la precisión del rayo láser. Cuando Regino Boti ―así se llamaba mi jefe― se ponía sabio, podía ventilarse un problema complejo con una frase a la que no le sobraba ni le faltaba nada, y que todos sabíamos que era imposible de mejorar. Y así de austero con las palabras se ponía revisando nuestros borradores de informes. Podía entregar un documento de veinte folios, que él era capaz de abreviarlo en dos, demostrándome que la nueva versión tenía mucho más sentido y que todo lo demás era «cantinfleo». Con él aprendí que cultivar las palabras, ensanchar el vocabulario, entender los matices que hacen diferentes a vocablos vecinos, es una habilidad crítica para pensar con rigor y elegancia. A partir de entonces me lo tomé tan en serio que, desde las primeras curas de humildad que recetó Boti a aquel universitario que iba tan sobrado, decidí crear mi propio diccionario de sinónimos y antónimos. Ese fue mi hobby favorito, el que me salvó del tedio en mis tiempos libres durante los casi dos años que pasé en Angola: extraer palabras de los textos que leía y coleccionarlas en un librillo que guardaba con celo en mi litera. Las palabras no solo sirven para expresar lo que se ha pensado en un lienzo inteligible, sino también para urdir los colores en tramas de patrones lógicos de más o menos sofisticación. Si mi caja de herramientas es muy limitada, me va a costar construir ideas que sean realmente interesantes. El valor único de las palabras no solo está en el rigor, en su precisión, sino también en la belleza, en su lírica, en cómo emocionan. No solo ayudan a pensar bien, sino también a sentir mejor. Tan es así que si nuestros diálogos internos usan las palabras equivocadas, a veces tóxicas, así serán nuestras emociones. Decir «estoy melancólico» no es lo mismo, ni tiene el mismo efecto en las tripas afectivas, que decir «estoy deprimido». Por eso, una persona que, sin caer en la pedantería, es muy precisa en las palabras, me parece de las cosas más seductoras.
Amalio Rey
El valor de las rutinas
Siempre me ha costado seguir rutinas. Pronto intento cambiar algo para no repetirme. Estoy revisando eso porque quiero adoptar más rutinas y mi manera de convencerme es entendiendo que la repetición puede no ser algo aburrido, insulso, sino que tiene una parte estética y emocional más que estimulante. La magia está, como dice Sennett, en convertir las rutinas en ritmo: «Como las brazadas de un nadador, el puro movimiento repetido termina siendo un placer en sí mismo (…) Repetir una y otra vez una acción es estimulante cuando se organiza mirando hacia delante. Esta experiencia no tiene nada de extraño, todos la conocemos: es el ritmo». Hace poco encontré un artículo sobre un gran nadador como Ian Thorpe que confirma, desde su experiencia, la tesis del Sennett: «Cuando dejé la natación, cuando perdí la rutina de los entrenamientos cotidianos, había mañanas en las que no tenía ni fuerzas para levantarme de la cama (…) Encuentro una gran belleza y calma en la repetición de los entrenamientos, en sus ritmos, en sus rituales». Esto último es clave. Si las rutinas se envuelven en rituales con cierta cadencia y una escenificación adecuada, pueden llegar a transmitir belleza. Es la parte estética de la repetición. La primera fase es normalizarlas, conciliar el cuerpo y la mente con el acto recurrente. Ser pacientes para acostumbrarlos y que no liberen antídotos creativos que nos dispersen. Una vez que esas rutinas se hacen menos extrañas, viene la parte divertida de la búsqueda del ritmo. Esto se consigue con los rituales, con protocolos ceremoniosos que sean placenteros. Todo esto, insisto, necesita un cambio de actitud hacia la repetición. No basta con crearse una secuencia animosa, sino que hay que aprender a buscar y disfrutar del ritmo que se oculta en ella. En cuanto a la «calma» que cita Thorpe, es más fácil de entender: entregarse a una secuencia ya establecida nos libera del tormento de decidir. La primera vez que lo conseguí fue en la rutina de salir a correr. Tanto en la liturgia previa como en la propia carrera y en el descanso posterior hay una cadencia gozosa que logró vencer mi tendencia a evadirme de la repetición. Ahora lo estoy aplicando a la escritura. Ando probando rituales para eso, una serie de pasos que bien llevados aporten ritmo al momento de escribir. Lo de la belleza, la parte estética, puede ser decisivo, y se pone a prueba en los detalles.
Amalio Rey
No se puede separar la fruta de la raíz del árbol
Así como frente y dorso no se pueden separar, así como norte y sur no se pueden separar, así como masculino y femenino no se pueden separar...
miércoles, 11 de enero de 2023
Conferencias de Ohsawa
Hay muchas transformaciones, estoy muy contento al veros tan cambiados. La señora Legaye tiene 73 años, el año pasado realizó conmigo la vuelta al mundo. Ella volvió por el Polo Norte y pasó varias horas en Anchorage. Y hay muchos otros. El señor Coppens estaba muy gordo hace tres años, ¡pero perdió 50 kilos! ¡Pasó por muchas dificultades! Liliane, André, todos han cambiado, y nuestra presidente, Madame Riviére y Monsieur Descouens, cada vez más felices; Levy con su barba...Pero en Estados Unidos esta vez me sorprendí, porque hubo una transmutación muy grande. Eso ocurrió en California a orillas del Océano Pacífico y junto a las grandes Rocosas, con pocos árboles y muchas grandes rocas: ninguna casa a 50 km a la redonda. ¡En nuestro camping sólo teníamos agua corriente y un pequeño WC! ¡Pero estaba lleno de gente! (Nota trad. Camping de Herman Aihara).
El Universo conspira para ayudarnos a alcanzar lo que deseamos
Paulo Coelho en su libro "El alquimista", nos da un poderoso secreto para nuestra realización.
Al Reino de los Cielos se entra con el cuerpo y con la mente
Al Reino de los Cielos se entra con el cuerpo y con la mente.