El próximo viernes 12/2 comienza el año nuevo, búfalo de metal.

Los Seres Humanos somos RESPONSABLES ABSOLUTOS -causa- de todo lo que generamos - recibimos- lo que suma y lo que resta en éste aquí y ahora a partir de quién estamos siendo o de quien hemos sido. Vamos a generar un tipo de vida si creemos que los resultados que recibimos tienen que ver con razones ajenas a nosotros y un tipo de vida diametralmente opuesta si comprendemos y tenemos certeza de que nada es por que sí y que el secreto para generar eventos que sumen, está en ser INTEGRO.
domingo, 7 de febrero de 2021
Nadie quiere cambios invisibles, todos quieren cambios visibles
sábado, 6 de febrero de 2021
Si te nutres con carencia te vuelves carente
Si te nutres con carencia te vuelves carente.
La repetición crea la fuerza
La repetición crea la fuerza.
Dios es infinito
Dios es infinito.
lunes, 1 de febrero de 2021
Los electrodomésticos funcionan de una manera absolutamente lógica
Los electrodomésticos funcionan de una manera absolutamente lógica.
La hora del capitalismo consciente
El sistema, tal y como lo conocemos, se encuentra al borde del colapso. Cada vez están surgiendo más empresas conscientes movidas por valores que se desarrollan en un nuevo marco de juego: el capitalismo consciente.
Mientras el sistema monetario siga funcionando tal como lo ha venido haciendo será imposible promover la eficiencia, la abundancia y la sostenibilidad. Además, debido al nivel de endeudamiento que arrastramos estamos cerca de presenciar el colapso mundial del actual sistema financiero. Conjeturas aparte, lo fundamental es que cada uno reflexione acerca de los cambios y las transformaciones que sí dependen enteramente de nosotros.
Así es como entre todos podemos dar a luz a la economía consciente, cuyo objetivo es que el sistema, las empresas y los seres humanos cooperen para crear un bienestar espiritual, social, económico y ecológico verdaderamente eficiente y sostenible. Lo que está en juego es nuestra propia supervivencia como especie, la cual está estrechamente relacionada con el uso y la gestión consciente de los recursos naturales que forman parte del planeta que todos compartimos.
Por este motivo, si realmente queremos ser el cambio que queremos ver en el mundo, lo primero que podemos hacer -tal vez lo más importante- es reflexionar acerca de cómo estamos ganando el dinero que necesitamos para sufragar nuestros costes de vida. En vez de trabajar para saciar solamente nuestro propio interés, en la nueva economía consciente que se avecina cada vez más seres humanos estamos buscando la manera de desarrollar una «función profesional útil», orientada al bien común. Es decir, cualquier ocupación laboral que aporte algún tipo de servicio, contribución, beneficio o riqueza real para la sociedad.
Y no nos referimos solamente a los médicos. En esta categoría profesional también están incluidos otros perfiles no tan reconocidos desde la perspectiva del viejo paradigma, como son los profesores de primaria y secundaria, los basureros, los albañiles, los camareros, los bomberos, los trabajadores sociales, los jardineros, las niñeras e incluso las amas de casa, cuya función es tan admirable como clave en el engranaje de la sociedad. Así, la base de cualquier función profesional útil es que permite que la energía que invertimos aporte algún valor añadido a otros seres humanos.
Por el contrario, muchos empleos que en el viejo paradigma gozan de cierto estatus social y reconocimiento profesional no suelen precisamente beneficiar de ninguna manera a la sociedad. De hecho, no forman parte de la economía real, sino que se enmarcan dentro de la especulación virtual, como pueden ser la mayoría de profesiones incluidas dentro del sector de servicios financieros. No en vano, su objetivo es maximizar el beneficio por medio de la inversión estratégica de dinero, sin que éste genere bienes, productos y servicios útiles y con valor para otras personas.
En esta misma línea figuran todos aquellos empleos cuyo único fin es engordar el lucro de las corporaciones para las que trabajan. Desde un punto de vista humano y ecológico, este tipo de profesiones son inútiles y carecen por completo de propósito y de sentido. Prueba de ello es que si de hoy para mañana dejaran de existir, nadie las echaría de menos. Eso sí, para preservar la ilusión de seriedad y contribución, a estos empleados se les obliga a llevar traje y corbata, pagándoles un abultado salario a final de cada mes. Sea como fuere, estos servicios laborales están condenados a reinventarse, pues no generan ninguna contribución real para la sociedad.
Para verificar qué lugar profesional ocupamos ahora mismo en el mundo, basta con que seamos lo suficientemente sinceros como para responder a las siguientes preguntas: ¿Qué sentido tiene nuestro trabajo? ¿Para qué sirve nuestro empleo y nuestra empresa? ¿De qué manera nuestra función profesional beneficia realmente a otros seres humanos? ¿Creemos en lo que hacemos? Y por último y no menos importante, ¿qué legado estamos dejando en la sociedad?
EL AHORRO CONSCIENTE Y LA BANCA ÉTICA“Lo que más me sorprende de la humanidad son las personas que pierden la salud para juntar dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud.”(Siddharta Gautama ‘Buda’)
Más allá de reflexionar acerca de cómo ganamos dinero, también es fundamental saber de qué manera lo utilizamos, especialmente a la hora de relacionarnos con entidades financieras. En este sentido destaca el «ahorro consciente». Es decir, poner nuestro excedente de capital al servicio de la humanidad. Eso sí, esta acción pasa irremediablemente por dejar de ser clientes de la banca tradicional. Y no por asuntos morales, sino por ser verdaderamente coherentes con nuestros valores. Lo curioso es que en general no solemos preguntar a nuestro banco a qué destina nuestros ahorros. Nuestra preocupación suele centrarse en los intereses y la rentabilidad que nos ofrece. Y este desconocimiento a veces genera que nuestro dinero se invierta en sectores y actividades con los que no estamos de acuerdo.
Al empezar a concebir el mundo como un organismo vivo donde todo está conectado e interrelacionado, de forma natural optamos por la alternativa postmaterialista, conocida como «banca ética». Y ésta se distingue de las entidades convencionales en la naturaleza social de los proyectos que financia, en el filtro ético de las empresas en las que invierte y en la transparencia de sus acciones. Prueba de ello es que no destina ni un solo euro a organizaciones relacionadas con el tráfico de armas, la explotación laboral, los combustibles fósiles -petróleo, carbón y gas-, los transgénicos o la destrucción de la naturaleza. En cambio, la banca ética sí apoya todo tipo de proyectos sociales y ecológicos, promoviendo la ocupación laboral de personas con discapacidad o el desarrollo de las energías renovables, entre muchos otros.
¿Y qué hay de las empresas? ¿Qué papel juegan en la economía consciente? Pues aquel que los seres humanos que las creamos, dirigimos y componemos decidamos darle. Cuanto más se despierte nuestra consciencia individual, más rápidamente cambiará y evolucionará la mentalidad de las organizaciones, esencialmente para adaptarse y sobrevivir económicamente. Es una ley inmutable: las corporaciones no cambian ni se transforman hasta que no lo hacen primero los empleados y los consumidores. Así, la pregunta que todos nos deberíamos estar haciendo es: ¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada?
Así, al ejercer una profesión útil y hacer un uso responsable, consciente y ético de nuestro dinero, estamos fomentando que las compañías impulsen internamente la «responsabilidad social corporativa». Y ésta consiste en alinear el afán de lucro de las empresas con la humanización de sus condiciones laborales y el respeto por el medio ambiente. Para lograrlo, las empresas han de tener como principal objetivo crear riqueza para la sociedad, de manera que el dinero llegue como resultado.
Desde la perspectiva ecológica, esta responsabilidad reside particularmente en la intencionalidad y el diseño de los productos y servicios que ofrecen a la sociedad. De hecho, las empresas con una verdadera consciencia ecológica están asumiendo la denominada «responsabilidad extendida del productor».¹ Debido a la falta de regulación en materia medioambiental, se trata de una iniciativa voluntaria que consiste en medir la huella ecológica de los bienes que cada compañía fabrica y comercializa. No en vano, lo que se produce es lo que se consume. Y lo que se consume es lo que se deshecha. De ahí la importancia de reflexionar acerca de para qué sirven y cómo se producen las cosas que consumimos, tratando de que puedan reutilizarse o reciclarse.
Los tres maestros de la autoestima
Amarse a uno mismo es sin duda el gran aprendizaje vital que todos los seres humanos hemos de realizar para poder ser verdaderamente felices y disfrutar de una vida plena. Para lograrlo, hemos de aprender de los tres grandes maestros de la autoestima: los padres, la pareja y los hijos.
Como cualquier otro proceso vinculado con el desarrollo espiritual, gozar de una sana autoestima no es un trayecto lineal, sino que se produce en espiral. En ocasiones parece que damos tres pasos hacia delante. Y en otras, dos para atrás. A veces sentimos que levitamos hacia el cielo. Y en otras, que nos hundimos en dirección al infierno… Amarnos a nosotros mismos es un camino sin meta. Es un trabajo diario sin festivos ni días libres. No en vano, el amor es el alimento que nos permite vivir con mayúsculas una existencia feliz, abundante y plena.
Durante esta interminable historia de amor, muchos nos topamos con tres grandes maestros espirituales, cuyas enseñanzas dan para toda una vida de aprendizaje. Cada uno de ellos es en sí mismo un nítido espejo donde podemos ver reflejada nuestra parte luminosa y también nuestro lado más oscuro. Y a su vez, cada uno de ellos es una pantalla donde en ocasiones, sin darnos cuenta, proyectamos lo mejor y lo peor de nosotros. Estos tres maestros de la autoestima son los padres, la pareja y los hijos.
Qué gran ironía y paradoja que las personas que supuestamente más nos quieren y queremos, son también con las que más nos perturbamos. No en vano, padres, pareja e hijos protagonizan nuestros vínculos afectivos más íntimos. Son con quienes más mostramos nuestra vulnerabilidad. Y de quienes más apegados estamos y más dependemos emocionalmente. De ahí que esperamos inconscientemente que resuelvan los conflictos internos que nosotros no sabemos resolver por nosotros mismos.
EL PRIMER MAESTRO ESPIRITUAL: LOS PADRES
“Nunca es tarde para tener una infancia feliz.”
(Milton Erickson)
Todo comienza con el día de nuestro nacimiento. Durante el parto se produce nuestra primera herida: la de separación. Nos arrancan de ese maravilloso chill-out llamado “útero” donde nos sentíamos conectados y fusionados con nuestra madre y, por ende, con el Universo entero. Y de pronto salimos al exterior, nos cortan el cordón umbilical y empezamos a sentirnos solos y separados. Aparecen un sinfín de necesidades que no podemos cubrir. Y dado que no podemos valernos por nosotros mismos, solo podemos esperar que otros se hagan cargo. Es entonces cuando nace el apego. Es decir, la creencia de que necesitamos de los demás para sentirnos seguros, queridos y felices.
Nos pasamos muchos años –tal vez demasiados– dependiendo emocionalmente de nuestros padres. Sin darnos cuenta buscamos su aprobación, su cariño, su apoyo y su comprensión, enajenándonos cada vez más de nuestro interior. Llegamos a padecer tal desconexión con nuestra verdadera esencia, que para tapar el incómodo vacío que sentimos adentro nos perdemos por completo en el afuera. Al no estar en contacto con la abundante e inagotable fuente de amor y felicidad que se encuentra en nuestro fondo interior, nos convertimos en mendigos emocionales, buscando el amor y la felicidad donde jamás la lograremos encontrar: afuera de nosotros mismos.
Durante la primera etapa de nuestra vida, nuestro niño interior va sintiéndose desvalorizado, humillado, maltratado, rechazado, abandonado y, en definitiva, muy poco querido. Y no tiene tanto que ver con cómo fueron objetivamente nuestros padres, sino con el modo en que los interpretamos de forma subjetiva. De hecho, si seguimos en guerra con ellos es simplemente porque no sabemos cómo estar en paz con nosotros mismos. En eso consiste madurar: en dejar de culpar y de culparnos, tomando las riendas de nuestra vida emocional y espiritual. Y sí, en general este camino de curación emocional viene motivado por una saturación de sufrimiento, el cual es necesario para vencer nuestra resistencia y miedo al cambio.
Para sanar nuestra autoestima, el primer gran aprendizaje vital que podemos realizar a través de nuestros padres consiste en emanciparnos emocionalmente de ellos para ser libres de su influencia psicológica. Al soltar definitivamente la mochila emocional que hemos dejado que cargaran sobre nuestros hombros, logramos por fin empezar a sanar los traumas vinculados con nuestra niñez. Esta sanación deviene cuando comprendemos que hemos tenido los padres que necesitábamos para iniciar un proceso de autoconocimiento que nos permita convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Para lograrlo hemos de cultivar la compasión y la aceptación, comprendiendo que nuestros padres lo han hecho lo mejor que han sabido.
EL SEGUNDO MAESTRO ESPIRITUAL: LA PAREJA
“La mayoría de parejas están compuestas por dos niños asustados y traumados que esperan mutuamente que el otro les sane sus heridas”.
(Krishnananda)
Todo lo que no resolvemos emocionalmente en relación con nuestros padres lo acabamos atrayendo y proyectando sobre nuestra pareja. En la vida nada sucede por azar o casualidad. Y si no, echemos un rápido vistazo a nuestros ex. ¿Acaso no hemos tropezado con la misma piedra con todos ellos? A menos que nos hayamos emancipado emocionalmente de nuestros padres –sintiendo paz y agradecimiento por las enseñanzas recibidas–, difícilmente sabremos ser felices por nosotros mismos en el momento presente, pudiendo establecer un vínculo sano, libre, amoroso y respetuoso con nuestra pareja.
Si no hemos ahuyentado los fantasmas de nuestro pasado, estos nos llenan de miedos e inseguridades en el presente, boicoteando inconscientemente nuestra relación sentimental. De este modo, cultivamos una relación basada en el apego y la dependencia emocional. Nuestra pareja se convierte en nuestra felicidad. Y al necesitar de ella, nos es imposible amarla, boicoteando nuestro futuro con ella.
Y no solo eso. La falta de autoestima provoca que sintamos un profundo temor a perder a nuestra pareja, la cual consideramos que es nuestro único proveedor de amor. Es entonces cuando la posesividad, los celos y el afán de control entran en acción. Y es una simple cuestión de tiempo que la relación termine dinamitando. Curiosamente, debido a la codependencia emocional, muchas parejas terminan conformándose con relaciones tóxicas de las que les es muy difícil escapar.
Gracias a este segundo maestro espiritual, tenemos la oportunidad de trabajar el desapego y la independencia emocional. Para lograrlo hemos de comprender que la única relación verdaderamente profunda y duradera es la que mantenemos con nosotros. El resto de vínculos son un juego de espejos (donde nos vemos reflejados) y de pantallas, donde nos proyectamos. Y que el auténtico amor de nuestra vida hemos de ser nosotros para nosotros mismos, pues nadie más puede hacernos felices, por más que Hollywood y Disney traten de convencernos de lo contrario. Solo así dejaremos de sentirnos una media naranja para experimentarnos como una naranja entera, pudiendo amar y respetar a nuestra pareja como lo que es: un ser completo y libre.
EL TERCER MAESTRO ESPIRITUAL: LOS HIJOS
“La mayoría de padres están dispuestos a hacer cualquier cosa por sus hijos menos dejarles ser ellos mismos”.
(Banksy)
Todo lo que no hacemos sanamos e integramos en relación con nuestros padres y nuestra pareja lo acabamos proyectando sobre nuestros hijos. Es decir, que a menos que estemos comprometidos con nuestro autoconocimiento y desarrollo espiritual, haremos con nuestros retoños lo mismo que nuestros progenitores hicieron con nosotros. A este fenómeno se le conoce como “paternidad inconsciente”. Y consiste en condicionar y adoctrinar a las nuevas generaciones con la vieja mentalidad de los adultos, obstaculizando que nuestros hijos gocen de una sana autoestima que les permita convertirse en seres humanos libres, responsables, maduros, sabios, conscientes y auténticos. Es algo que se viene produciendo de generación en generación desde el inicio de los tiempos.
Qué gran equivocación es pensar que como padres hemos venido a enseñar a nuestros hijos un sinfín de tonterías. Y qué gran revelación es comprender que hemos venido a aprender de ellos las cosas verdaderamente importantes de la vida. El reto de la “paternidad consciente” consiste precisamente en darnos cuenta de que nuestros hijos son una poderosa pantalla donde tendemos a proyectar nuestros demonios internos no resueltos, así como un reluciente espejo donde seguir viendo reflejadas nuestras sombras más oscuras.
Gracias a estos maestros espirituales personalizados, podemos cultivar el mayor aprendizaje de todos para sanar definitivamente nuestra autoestima: el amor incondicional. Y es que al amar a nuestros hijos estamos directamente amando a nuestro niño interior, trascendiendo así el linaje emocional de nuestro árbol genealógico. Solo de este modo podremos soltar a nuestros hijos a su debido tiempo, permitiendo que tomen sus propias decisiones y que cometan sus propios errores, favoreciendo que sigan su camino en la vida.
Por todo ello, aprovechemos a nuestros padres, a nuestras parejas y a nuestros hijos para confrontar nuestra ignorancia y hacer consciente nuestra sombra. Solo de este modo gozaremos de una sana autoestima, posibilitando que empleemos nuestra sabiduría interior para brillar con luz propia, irradiando amor, respeto y aceptación a todos aquellos con los que nos cruzamos en nuestro camino. Y una vez sintamos que hemos culminado este proceso de aprendizaje, no olvidemos ser educados y dar gracias a nuestros maestros por las enseñanzas recibidas.