domingo, 7 de febrero de 2021

Nadie quiere cambios invisibles, todos quieren cambios visibles

 El próximo viernes 12/2 comienza el año nuevo, búfalo de metal.

Todos queremos mejorar, queremos cambios, pero cambios visibles.
Nadie quiere cambios invisibles, todos quieren cambios visibles.
Cosas concretas comprobables; una mejora en la salud que se pueda medir en las analíticas, una mejora en la relación con la familia que todos puedan confirmar (ellos ahora se llevan bien), una mejora en la situación financiera (cambiaron el coche, ahora tienen uno nuevo de mejor calidad y se han ido a una casa bonita y mucho mejor).
El o ella consiguieron un mejor trabajo o un ascenso en su empresa o en el negocio.
Y las personas están dispuestos a esforzarse para conseguir estos cambios hacia un año mejor.
Pues bien todos queremos cambios que se vean, pero los cambios visibles sólo vendrán a partir de cambios invisibles.
Luchar en el mundo de las formas sin cambiar sus causas profundas, ocultas sólo dará un barnizado efímero sobre la pestilencia que contamina las mentes.
El año nuevo requiere creencias nuevas.
Requiere pensamientos nuevos.
Requiere palabras nuevas.
Alimentos nuevos, mejores; rutinas físicas y de estudio mejores.
Queremos mejorar lo que se ve pero no queremos mejorar lo que no se ve.
Las mismas creencias, los mismos miedos, la mismas formas de expresión que reflejan la negatividad y falta de autoconfianza que continuamente se expresa como los eternos problemas que regresan cada año para recordarnos que todavía no entendimos nada.
El cambio debe ser interno, las decisiones son internas.
Las palabras nuevas, saldrán de pensamientos y creencias nuevas.
Las creencias nuevas saldrán de lecturas, meditaciones y de un trabajo espiritual que deberá ser el agua que riega nuestras semillas de prosperidad, sabiduría, amor y felicidad.
No es suficiente desearnos feliz año y alzar la copa.
Es necesario tomar la decisión de hacer lo que sea necesario para que este año 2021 o año del búfalo traiga los cambios que tanto deseamos.
Pero sólo los que realmente, realmente vayan a la raíz invisible podrán cosechar las frutas más deliciosas cuando llegue el momento de la cosecha.

.Martín Macedo-

sábado, 6 de febrero de 2021

Si te nutres con carencia te vuelves carente

 Si te nutres con carencia te vuelves carente.

Carencia afectiva, carencia económica, carencia de salud y todas las otras formas de pobreza que hacen infeliz al hombre.
Si te nutres con comidas rápidas, comidas de cafetería, comida de bar, estás convirtiendo a tu cuerpo en un cubo de basura biológica.
Los alimentos refinados, tienen múltiples carencias.
Y si los comes te conviertes en un ser con múltiples carencias.
Pero si eliges con mayor sabiduría.
Si eliges los alimentos con mayor riqueza de nutrientes.
Te conviertes en riqueza.
Y si eliges los mejores alimentos del mundo.
Te conviertes en un Rey o en una Reina.
Los alimentos más ricos son los biológicos, orgánicos o ecológicos.
El origen de toda la riqueza de la tierra está en el mar.
En el mar hay 20 millones de toneladas de oro disuelto.
Hay una riqueza tan fastuosa en el mar.
Por eso hay gente que lo está empezando a comprender.
Y enriquece su dieta con agua de mar o sal marina.
El agua de mar no es perfecta.
Tiene impurezas.
Tiene cierto grado de contaminación debido a la actitud humana insensible e irrespetuosa hacia la madre Tierra.
Pero aún así es nuestra mejor jugada.
Amo al mar y a su sal.
A sus algas y a sus seres marinos.
Cuando nos nutrimos con esa riqueza.
Con alimentos cultivados biológicamente.
Absorbemos la riqueza y nos convertimos en riqueza.
Riqueza en ideas.
Riqueza en salud.
Riqueza en energía.
Riqueza afectiva.
Los macrobióticos somos delgados pero tenemos la nutrición más rica del mundo.
Somos la fuerza infinita.
Somos la inteligencia infinita expresándose sin bloqueos.
Somos la sabiduría infinita en forma tangible.
Al igual que todos los animales y vegetales que siguen el orden del universo.
Porque este es el gran orden que rige los destinos de los ricos y de los pobres de este mundo.
La riqueza empieza en la mente.
Pero si el cuerpo sigue pobre.
La mente no podrá encontrar la coherencia necesaria para manifestarse.

-Martín Macedo-

La repetición crea la fuerza

 La repetición crea la fuerza.

Cuanto más veces dices una palabra mejor la pronuncias.
Cuando quieres recordar un número telefónico lo repites hasta que su registro se hace fuerte en tu memoria.
Si en vez de usar el ascensor subes por la escalera.
Tus piernas se harán fuertes y también tu voluntad.
Si lo haces durante un mes crearás una nueva fuerza.
Pero si lo haces durante 30 años crearás la voluntad de un titán.
Porque la repetición crea el hábito y el hábito crea el destino.
Hay dos tipos de hábitos.
Hábitos inconscientes.
Hábitos conscientes.
Los hábitos tóxicos crean una fuerza tóxica.
Que aumenta con la cantidad de repeticiones.
Si fumas 1000 cigarros te contaminas las vías aéreas.
Pero si fumas 10 millones de cigarrillos.
Crearás una fuerza destructiva extremadamente poderosa.
Una fuerza tóxica.
Los buenos hábitos crean salud.
Los hábitos conscientes crean una fuerza positiva, constructiva.
Decide qué habilidad deseas desarrollar.
Y mediante el entrenamiento, crea una habilidad infinita.
Cuando practicamos artes marciales, nos entrenamos y repetimos las mismas técnicas, los mismos movimientos cientos, miles de veces.
La diferencia entre un practicante avanzado y un gran maestro está en la cantidad de repeticiones y la pasión que pone en cada golpe, en cada patada, en cada bloqueo.
Cuando te dedicas a algo que no te gusta tendrás que hacer cada día actividades que no te dan placer.
Tu habilidad aumentará pero tu felicidad no.
Lo haces por dinero no por amor.
Pero si te dedicas a lo que amas.
Cada día es una delicia.
Tu habilidad aumentará gozando del proceso.
Y la pasión surgirá espontáneamente.
Y con el tiempo serás un maestro en el oficio que amas.
Tu habilidad será tan fuerte.
Tu auto-confianza será tan grande.
Tu objetivo tan bien focalizado.
Que el éxito será inevitable.
Nuestra salud se puede hacer fuerte.
Extremadamente fuerte.
Mediante el entrenamiento persistente durante años.
Pero la gente quiere curarse en 10 días.
Hacen dietas espartanas.
Y luego se desilusionan.
Porque no comprenden que las grandes construcciones llevan largos procesos.
Las pirámides de Egipto no se construyeron en un mes.
La torre Eiffel requirió de la colocación de 2.5 millones de remaches a golpe de martillo uno a uno.
Los procesos cortos crean pequeñas construcciones.
Los procesos largos crean las maravillas del mundo.

-Martín Macedo-

Dios es infinito

 Dios es infinito.

El ser humano es finito.
Dios respira.
Pero necesita los pulmones finitos para respirar.
Dios crea infinitas formas.
Pero necesita las manos finitas para trabajar la arcilla.
Dios habla a su creación.
Pero necesita una boca finita para que su palabra pueda oírse.
El hombre no es nada sin Dios.
Pero Dios necesita al hombre para que su creación tenga sentido.
Si Dios estuviera solo en el Universo, no tendría quien lo amara y no tendría hijos e hijas a quien amar.
Dios necesita tus pulmones para respirar.
Tu boca para hablar palabras que conmuevan y embellezcan el mundo.
Tus manos para construir casas, puentes y ciudades.
Tus dientes para triturar y digerir los más deliciosos manjares.
Tu cuerpo para experimentar la fuerza y la fatiga que le dan ese maravilloso vértigo a la existencia temporal.
Dios te necesita.
Déjalo habitar en tu forma.
Déjalo entrar a tu templo.
Déjalo curar tu enfermedad.
Déjalo transformar tu miedo.
No bloquees el accionar de lo infinito con tus falsas percepciones.
Comprende que eres finito e infinito a la vez.
Entonces serás Uno con el Todo.
Y Todo el Poder estará disponible para ti.
Sólo con in-boca-rlo.
Con la inquebrantable convicción.
De que siempre fuiste un ser sagrado.
De que eres un ser sagrado.
De que siempre serás un gigante.
Capaz de crear su propia realidad.

-Martín Macedo-

lunes, 1 de febrero de 2021

Los electrodomésticos funcionan de una manera absolutamente lógica

 Los electrodomésticos funcionan de una manera absolutamente lógica.

Para que funcionen necesitan una fuente de alimentación.
Como su nombre lo indica se alimentan de energía eléctrica.
Esa es su comida.
Siempre comen lo mismo...si le cambiamos el menú y en vez de 220V le damos 110V no funcionan y se apagan.
O se dañan en forma irreversible.
Supongamos que un día de intenso calor decidimos prender un potente ventilador de pie.
Todo va de maravilla hasta que en determinado momento comienza a salir un humo espeso y amenazante.
Y un ruido ensordecedor....y los niños se asustan y comienzan a llorar...
Y hasta el perro se pone sumamente nervioso y se genera un caos en el hogar.....
Todos entran en pánico y nadie sabe cómo proceder porque la situación es angustiante.
Finalmente el padre toma un bate de béisbol y comienza a golpear con todas sus fuerzas al ventilador y luego de peligrosos y violentos masazos la terrible máquina deja de funcionar.
Se ha generado un gran destrozo con pedazos de plástico y fragmentos múltiples de cables quemados por toda la sala.
Y marcas en el piso por el gran calor y las quemaduras en otros muebles cercanos al lugar del “procedimiento”.
Pero todo este destrozo se podría haber evitado, si en vez de entrar en pánico nos hubiéramos serenamente y con valentía, limitado a desenchufar el ventilador.
Así procede la medicina frente a un tumor maligno.
Se lo ataca con furia infinita argumentando que esto es lo que hace la ciencia.
Que esta es la única forma de detenerlo.
Pero quitándole su fuente de nutrición, el tumor se retrae y finalmente colapsa.
Y por ello con la macrobiótica podemos curar todos los tumores del mundo.

-Martín Macedo-

La hora del capitalismo consciente

 El sistema, tal y como lo conocemos, se encuentra al borde del colapso. Cada vez están surgiendo más empresas conscientes movidas por valores que se desarrollan en un nuevo marco de juego: el capitalismo consciente.

Mientras el sistema monetario siga funcionando tal como lo ha venido haciendo será imposible promover la eficiencia, la abundancia y la sostenibilidad. Además, debido al nivel de endeudamiento que arrastramos estamos cerca de presenciar el colapso mundial del actual sistema financiero. Conjeturas aparte, lo fundamental es que cada uno reflexione acerca de los cambios y las transformaciones que sí dependen enteramente de nosotros.

Así es como entre todos podemos dar a luz a la economía consciente, cuyo objetivo es que el sistema, las empresas y los seres humanos cooperen para crear un bienestar espiritual, social, económico y ecológico verdaderamente eficiente y sostenible. Lo que está en juego es nuestra propia supervivencia como especie, la cual está estrechamente relacionada con el uso y la gestión consciente de los recursos naturales que forman parte del planeta que todos compartimos.

Por este motivo, si realmente queremos ser el cambio que queremos ver en el mundo, lo primero que podemos hacer -tal vez lo más importante- es reflexionar acerca de cómo estamos ganando el dinero que necesitamos para sufragar nuestros costes de vida. En vez de trabajar para saciar solamente nuestro propio interés, en la nueva economía consciente que se avecina cada vez más seres humanos estamos buscando la manera de desarrollar una «función profesional útil», orientada al bien común. Es decir, cualquier ocupación laboral que aporte algún tipo de servicio, contribución, beneficio o riqueza real para la sociedad.

Y no nos referimos solamente a los médicos. En esta categoría profesional también están incluidos otros perfiles no tan reconocidos desde la perspectiva del viejo paradigma, como son los profesores de primaria y secundaria, los basureros, los albañiles, los camareros, los bomberos, los trabajadores sociales, los jardineros, las niñeras e incluso las amas de casa, cuya función es tan admirable como clave en el engranaje de la sociedad. Así, la base de cualquier función profesional útil es que permite que la energía que invertimos aporte algún valor añadido a otros seres humanos.

Por el contrario, muchos empleos que en el viejo paradigma gozan de cierto estatus social y reconocimiento profesional no suelen precisamente beneficiar de ninguna manera a la sociedad. De hecho, no forman parte de la economía real, sino que se enmarcan dentro de la especulación virtual, como pueden ser la mayoría de profesiones incluidas dentro del sector de servicios financieros. No en vano, su objetivo es maximizar el beneficio por medio de la inversión estratégica de dinero, sin que éste genere bienes, productos y servicios útiles y con valor para otras personas.

En esta misma línea figuran todos aquellos empleos cuyo único fin es engordar el lucro de las corporaciones para las que trabajan. Desde un punto de vista humano y ecológico, este tipo de profesiones son inútiles y carecen por completo de propósito y de sentido. Prueba de ello es que si de hoy para mañana dejaran de existir, nadie las echaría de menos. Eso sí, para preservar la ilusión de seriedad y contribución, a estos empleados se les obliga a llevar traje y corbata, pagándoles un abultado salario a final de cada mes. Sea como fuere, estos servicios laborales están condenados a reinventarse, pues no generan ninguna contribución real para la sociedad.

Para verificar qué lugar profesional ocupamos ahora mismo en el mundo, basta con que seamos lo suficientemente sinceros como para responder a las siguientes preguntas: ¿Qué sentido tiene nuestro trabajo? ¿Para qué sirve nuestro empleo y nuestra empresa? ¿De qué manera nuestra función profesional beneficia realmente a otros seres humanos? ¿Creemos en lo que hacemos? Y por último y no menos importante, ¿qué legado estamos dejando en la sociedad?

EL AHORRO CONSCIENTE Y LA BANCA ÉTICA
“Lo que más me sorprende de la humanidad son las personas que pierden la salud para juntar dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud.”
(Siddharta Gautama ‘Buda’)

Más allá de reflexionar acerca de cómo ganamos dinero, también es fundamental saber de qué manera lo utilizamos, especialmente a la hora de relacionarnos con entidades financieras. En este sentido destaca el «ahorro consciente». Es decir, poner nuestro excedente de capital al servicio de la humanidad. Eso sí, esta acción pasa irremediablemente por dejar de ser clientes de la banca tradicional. Y no por asuntos morales, sino por ser verdaderamente coherentes con nuestros valores. Lo curioso es que en general no solemos preguntar a nuestro banco a qué destina nuestros ahorros. Nuestra preocupación suele centrarse en los intereses y la rentabilidad que nos ofrece. Y este desconocimiento a veces genera que nuestro dinero se invierta en sectores y actividades con los que no estamos de acuerdo.

Al empezar a concebir el mundo como un organismo vivo donde todo está conectado e interrelacionado, de forma natural optamos por la alternativa postmaterialista, conocida como «banca ética». Y ésta se distingue de las entidades convencionales en la naturaleza social de los proyectos que financia, en el filtro ético de las empresas en las que invierte y en la transparencia de sus acciones. Prueba de ello es que no destina ni un solo euro a organizaciones relacionadas con el tráfico de armas, la explotación laboral, los combustibles fósiles -petróleo, carbón y gas-, los transgénicos o la destrucción de la naturaleza. En cambio, la banca ética sí apoya todo tipo de proyectos sociales y ecológicos, promoviendo la ocupación laboral de personas con discapacidad o el desarrollo de las energías renovables, entre muchos otros.

¿Y qué hay de las empresas? ¿Qué papel juegan en la economía consciente? Pues aquel que los seres humanos que las creamos, dirigimos y componemos decidamos darle. Cuanto más se despierte nuestra consciencia individual, más rápidamente cambiará y evolucionará la mentalidad de las organizaciones, esencialmente para adaptarse y sobrevivir económicamente. Es una ley inmutable: las corporaciones no cambian ni se transforman hasta que no lo hacen primero los empleados y los consumidores. Así, la pregunta que todos nos deberíamos estar haciendo es: ¿Qué sentido tiene correr cuando estamos en la carretera equivocada?

Así, al ejercer una profesión útil y hacer un uso responsable, consciente y ético de nuestro dinero, estamos fomentando que las compañías impulsen internamente la «responsabilidad social corporativa». Y ésta consiste en alinear el afán de lucro de las empresas con la humanización de sus condiciones laborales y el respeto por el medio ambiente. Para lograrlo, las empresas han de tener como principal objetivo crear riqueza para la sociedad, de manera que el dinero llegue como resultado.

Desde la perspectiva ecológica, esta responsabilidad reside particularmente en la intencionalidad y el diseño de los productos y servicios que ofrecen a la sociedad. De hecho, las empresas con una verdadera consciencia ecológica están asumiendo la denominada «responsabilidad extendida del productor».¹ Debido a la falta de regulación en materia medioambiental, se trata de una iniciativa voluntaria que consiste en medir la huella ecológica de los bienes que cada compañía fabrica y comercializa. No en vano, lo que se produce es lo que se consume. Y lo que se consume es lo que se deshecha. De ahí la importancia de reflexionar acerca de para qué sirven y cómo se producen las cosas que consumimos, tratando de que puedan reutilizarse o reciclarse.

Los tres maestros de la autoestima

 Amarse a uno mismo es sin duda el gran aprendizaje vital que todos los seres humanos hemos de realizar para poder ser verdaderamente felices y disfrutar de una vida plena. Para lograrlo, hemos de aprender de los tres grandes maestros de la autoestima: los padres, la pareja y los hijos.

Como cualquier otro proceso vinculado con el desarrollo espiritual, gozar de una sana autoestima no es un trayecto lineal, sino que se produce en espiral. En ocasiones parece que damos tres pasos hacia delante. Y en otras, dos para atrás. A veces sentimos que levitamos hacia el cielo. Y en otras, que nos hundimos en dirección al infierno… Amarnos a nosotros mismos es un camino sin meta. Es un trabajo diario sin festivos ni días libres. No en vano, el amor es el alimento que nos permite vivir con mayúsculas una existencia feliz, abundante y plena.

Durante esta interminable historia de amor, muchos nos topamos con tres grandes maestros espirituales, cuyas enseñanzas dan para toda una vida de aprendizaje. Cada uno de ellos es en sí mismo un nítido espejo donde podemos ver reflejada nuestra parte luminosa y también nuestro lado más oscuro. Y a su vez, cada uno de ellos es una pantalla donde en ocasiones, sin darnos cuenta, proyectamos lo mejor y lo peor de nosotros. Estos tres maestros de la autoestima son los padres, la pareja y los hijos.

Qué gran ironía y paradoja que las personas que supuestamente más nos quieren y queremos, son también con las que más nos perturbamos. No en vano, padres, pareja e hijos protagonizan nuestros vínculos afectivos más íntimos. Son con quienes más mostramos nuestra vulnerabilidad. Y de quienes más apegados estamos y más dependemos emocionalmente. De ahí que esperamos inconscientemente que resuelvan los conflictos internos que nosotros no sabemos resolver por nosotros mismos.

EL PRIMER MAESTRO ESPIRITUAL: LOS PADRES
“Nunca es tarde para tener una infancia feliz.”
(Milton Erickson)

Todo comienza con el día de nuestro nacimiento. Durante el parto se produce nuestra primera herida: la de separación. Nos arrancan de ese maravilloso chill-out llamado “útero” donde nos sentíamos conectados y fusionados con nuestra madre y, por ende, con el Universo entero. Y de pronto salimos al exterior, nos cortan el cordón umbilical y empezamos a sentirnos solos y separados. Aparecen un sinfín de necesidades que no podemos cubrir. Y dado que no podemos valernos por nosotros mismos, solo podemos esperar que otros se hagan cargo. Es entonces cuando nace el apego. Es decir, la creencia de que necesitamos de los demás para sentirnos seguros, queridos y felices.

Nos pasamos muchos años –tal vez demasiados– dependiendo emocionalmente de nuestros padres. Sin darnos cuenta buscamos su aprobación, su cariño, su apoyo y su comprensión, enajenándonos cada vez más de nuestro interior. Llegamos a padecer tal desconexión con nuestra verdadera esencia, que para tapar el incómodo vacío que sentimos adentro nos perdemos por completo en el afuera. Al no estar en contacto con la abundante e inagotable fuente de amor y felicidad que se encuentra en nuestro fondo interior, nos convertimos en mendigos emocionales, buscando el amor y la felicidad donde jamás la lograremos encontrar: afuera de nosotros mismos.

Durante la primera etapa de nuestra vida, nuestro niño interior va sintiéndose desvalorizado, humillado, maltratado, rechazado, abandonado y, en definitiva, muy poco querido. Y no tiene tanto que ver con cómo fueron objetivamente nuestros padres, sino con el modo en que los interpretamos de forma subjetiva. De hecho, si seguimos en guerra con ellos es simplemente porque no sabemos cómo estar en paz con nosotros mismos. En eso consiste madurar: en dejar de culpar y de culparnos, tomando las riendas de nuestra vida emocional y espiritual. Y sí, en general este camino de curación emocional viene motivado por una saturación de sufrimiento, el cual es necesario para vencer nuestra resistencia y miedo al cambio.

Para sanar nuestra autoestima, el primer gran aprendizaje vital que podemos realizar a través de nuestros padres consiste en emanciparnos emocionalmente de ellos para ser libres de su influencia psicológica. Al soltar definitivamente la mochila emocional que hemos dejado que cargaran sobre nuestros hombros, logramos por fin empezar a sanar los traumas vinculados con nuestra niñez. Esta sanación deviene cuando comprendemos que hemos tenido los padres que necesitábamos para iniciar un proceso de autoconocimiento que nos permita convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Para lograrlo hemos de cultivar la compasión y la aceptación, comprendiendo que nuestros padres lo han hecho lo mejor que han sabido.

EL SEGUNDO MAESTRO ESPIRITUAL: LA PAREJA
“La mayoría de parejas están compuestas por dos niños asustados y traumados que esperan mutuamente que el otro les sane sus heridas”.
(Krishnananda)

Todo lo que no resolvemos emocionalmente en relación con nuestros padres lo acabamos atrayendo y proyectando sobre nuestra pareja. En la vida nada sucede por azar o casualidad. Y si no, echemos un rápido vistazo a nuestros ex. ¿Acaso no hemos tropezado con la misma piedra con todos ellos? A menos que nos hayamos emancipado emocionalmente de nuestros padres –sintiendo paz y agradecimiento por las enseñanzas recibidas–, difícilmente sabremos ser felices por nosotros mismos en el momento presente, pudiendo establecer un vínculo sano, libre, amoroso y respetuoso con nuestra pareja.

Si no hemos ahuyentado los fantasmas de nuestro pasado, estos nos llenan de miedos e inseguridades en el presente, boicoteando inconscientemente nuestra relación sentimental. De este modo, cultivamos una relación basada en el apego y la dependencia emocional. Nuestra pareja se convierte en nuestra felicidad. Y al necesitar de ella, nos es imposible amarla, boicoteando nuestro futuro con ella.

Y no solo eso. La falta de autoestima provoca que sintamos un profundo temor a perder a nuestra pareja, la cual consideramos que es nuestro único proveedor de amor. Es entonces cuando la posesividad, los celos y el afán de control entran en acción. Y es una simple cuestión de tiempo que la relación termine dinamitando. Curiosamente, debido a la codependencia emocional, muchas parejas terminan conformándose con relaciones tóxicas de las que les es muy difícil escapar.

Gracias a este segundo maestro espiritual, tenemos la oportunidad de trabajar el desapego y la independencia emocional. Para lograrlo hemos de comprender que la única relación verdaderamente profunda y duradera es la que mantenemos con nosotros. El resto de vínculos son un juego de espejos (donde nos vemos reflejados) y de pantallas, donde nos proyectamos. Y que el auténtico amor de nuestra vida hemos de ser nosotros para nosotros mismos, pues nadie más puede hacernos felices, por más que Hollywood y Disney traten de convencernos de lo contrario. Solo así dejaremos de sentirnos una media naranja para experimentarnos como una naranja entera, pudiendo amar y respetar a nuestra pareja como lo que es: un ser completo y libre.

EL TERCER MAESTRO ESPIRITUAL: LOS HIJOS
“La mayoría de padres están dispuestos a hacer cualquier cosa por sus hijos menos dejarles ser ellos mismos”.
(Banksy)

Todo lo que no hacemos sanamos e integramos en relación con nuestros padres y nuestra pareja lo acabamos proyectando sobre nuestros hijos. Es decir, que a menos que estemos comprometidos con nuestro autoconocimiento y desarrollo espiritual, haremos con nuestros retoños lo mismo que nuestros progenitores hicieron con nosotros. A este fenómeno se le conoce como “paternidad inconsciente”. Y consiste en condicionar y adoctrinar a las nuevas generaciones con la vieja mentalidad de los adultos, obstaculizando que nuestros hijos gocen de una sana autoestima que les permita convertirse en seres humanos libres, responsables, maduros, sabios, conscientes y auténticos. Es algo que se viene produciendo de generación en generación desde el inicio de los tiempos.

Qué gran equivocación es pensar que como padres hemos venido a enseñar a nuestros hijos un sinfín de tonterías. Y qué gran revelación es comprender que hemos venido a aprender de ellos las cosas verdaderamente importantes de la vida. El reto de la “paternidad consciente” consiste precisamente en darnos cuenta de que nuestros hijos son una poderosa pantalla donde tendemos a proyectar nuestros demonios internos no resueltos, así como un reluciente espejo donde seguir viendo reflejadas nuestras sombras más oscuras.

Gracias a estos maestros espirituales personalizados, podemos cultivar el mayor aprendizaje de todos para sanar definitivamente nuestra autoestima: el amor incondicional. Y es que al amar a nuestros hijos estamos directamente amando a nuestro niño interior, trascendiendo así el linaje emocional de nuestro árbol genealógico. Solo de este modo podremos soltar a nuestros hijos a su debido tiempo, permitiendo que tomen sus propias decisiones y que cometan sus propios errores, favoreciendo que sigan su camino en la vida.

Por todo ello, aprovechemos a nuestros padres, a nuestras parejas y a nuestros hijos para confrontar nuestra ignorancia y hacer consciente nuestra sombra. Solo de este modo gozaremos de una sana autoestima, posibilitando que empleemos nuestra sabiduría interior para brillar con luz propia, irradiando amor, respeto y aceptación a todos aquellos con los que nos cruzamos en nuestro camino. Y una vez sintamos que hemos culminado este proceso de aprendizaje, no olvidemos ser educados y dar gracias a nuestros maestros por las enseñanzas recibidas.