sábado, 3 de octubre de 2020

Deja atrás las quejas

DEJA ATRÁS LAS QUEJAS...
“El pensamiento se manifiesta en la palabra;
la palabra se manifiesta en el acto;
el acto se transforma en el hábito;
y el hábito se petrifica en el carácter.
Vigila, pues con atención el pensamiento y sus caprichos,
y deja que brote del amor nacido del interés por todos los seres.
Como la sombra sigue al cuerpo,
así lo que pensamos se transforma en lo que somos”.
Quejarse puede transformarse en un hábito que a primera vista resulta atractivo, pues podemos sentir que nos liberamos y desahogamos, sin embargo, la queja implica un alto costo del cual no siempre somos conscientes. El hábito de quejarnos genera un clima emocional de molestia y desesperanza en quienes nos rodean, además de que rara vez resolvemos algo sólo con quejarnos.
Dejar las quejas a un lado no significa dejar de reconocer que hay cosas que andan mal, ni significa que tengamos que hacer vista gorda de las desigualdades e injusticias que vemos.
Es muy importante estar conscientes de lo que no anda bien y emprender acciones concretas para buscar resolverlas.
Lo que suele hacer la queja es amplificar y crear mayor malestar y evitar que se encuentren respuestas efectivas.
Las circunstancias adversas no son una razón suficiente ni una justificación para las quejas, los obstáculos pueden transformarse en oportunidades de crecimiento.
Observa cómo en tu historia te has vinculado con las quejas, ... te quejas con frecuencia ? Si te quejas, .... de qué te quejas en general ? .... Has notado si te quejas con más frecuencia que los otros o de aspectos de ti misma/o ?
Si no eres una persona que se queja con frecuencia. ... Qué actitud adoptas ante tus malestares? ... Cómo reaccionas ante las quejas de los demás ?
El exceso de queja hace de la queja una costumbre o una salida al problema y se convierte en un habito del cual es muy dificil salir, pero a la vez contra más cueste contener la queja mas trabajara para nosotros mismos, de manera que podemos considerar la queja como un elemento valido si "no la usamos".
La queja es un refugio en el cual es muy facíl instalarse, salir de ella, puede costar más, costará trabajo no dejarla salir.
Todo lo que se queda dentro o se contiene se transforma.

Radiografía de los perfeccionistas

Hay personas para las que nada nunca es suficiente y cuyo nivel de autoexigencia les conduce a la frustración permanente. Pero, ¿qué hay detrás de este perfeccionismo?
De todos los defectos que existen, el perfeccionismo es uno de los mejor considerados por la sociedad. En el ámbito laboral, por ejemplo, ser una persona perfeccionista está tan bien visto que muchos candidatos, al ser entrevistados por un puesto de trabajo, suelen destacar este rasgo de personalidad como su principal área de mejora. De este modo consiguen dos objetivos: primero, ocultar sus verdaderas carencias. Y segundo, tratar de impresionar a su interlocutor.
No en vano, ser perfeccionista implica comprometerse con imprimir un sello de calidad en todo lo que se hace. La Real Academia Española define esta conducta como una “tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. De ahí que, en un primer momento, se relacione con productividad, eficiencia y excelencia. Pero tal como dice un refrán español, “no todo es oro lo que reluce”.
Para analizar este comportamiento, utilicemos como analogía los icebergs. Al observar uno de estos enormes pedazos de hielo, tan solo vemos la pequeña punta que sobresale por encima del agua. El grueso restante –que representa el 85% del iceberg– queda por debajo, oculto. Hay que sumergirse para poderlo ver. Del mismo modo, al hablar de perfeccionismo solemos quedarnos con los atributos positivos que se encuentran en la superficie, sin vislumbrar la parte inconsciente que queda escondida.
INSUFICIENCIA Y AUTOEXIGENCIA
“Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás.”
(Erich Fromm)
Y entonces, ¿qué hay detrás de la búsqueda constante de perfección? ¿Por qué en muchas ocasiones el perfeccionismo suele generar insatisfacción? A los miembros de este club puede que les resulte incómodo reconocer que el motor de sus acciones es la permanente sensación de insuficiencia que sienten en su interior. De ahí que nada nunca les parece suficientemente perfecto.
En un nivel muy profundo e inconsciente, los perfeccionistas consideran que no está bien ser como son. Sienten que hay algo erróneo que han de corregir. No saben exactamente el qué, pero esta sensación de imperfección interna les mueve a querer cambiar y les fuerza a comprometerse con mejorar. Esencialmente porque creen que actuando de este modo, volverán a sentirse bien consigo mismos. Es entonces cuando, sin darse cuenta, crean un ideal de perfección subjetivo, que determina cómo deberían de ser.
Para poder alcanzar la perfección deseada, desarrollan una autoexigencia feroz e implacable. Y empiezan a escuchar un juez interno dentro de su cabeza que juzga y critica aquellas decisiones, acciones y resultados que les alejan de dicho ideal. Dado que su conducta se rige por medio de un imperativo moral, suelen hablar en términos de “tengo que” o “debo de”. Y cómo no, este patrón de exigencia lo acaban proyectando sobre la gente con la que se relacionan.
Así, los perfeccionistas miran el mundo a través de una lupa, mediante la cual ponen el énfasis en todo aquello imperfecto que debería ser mejor de como es ahora mismo. Pongamos por ejemplo que terminan una novela llena de pasajes narrativos memorables. En vez de apreciar lo valioso que hay en ese texto, suelen criticar los cuatro errores ortográficos que han encontrado a lo largo de las más de 400 páginas que acaban de leer. Parece como si la mirada de estos adictos a la perfección estuviese entrenada para detectar fallos.
PREPOTENCIA Y FRUSTRACIÓN
“Es muy difícil ser humilde cuando se es el mejor.”(Muhammad Alí)
No es un rasgo que se desarrolle con los años. El gen del perfeccionismo viene de nacimiento. De ahí que muchos perfeccionistas asocien a su infancia un sentimiento de no haber sido considerados lo suficientemente buenos por sus padres. Con el paso del tiempo, interiorizan que no está bien cometer errores. Así es como desarrollan la rigidez y la inflexibilidad. Y acostumbran a creerse en posesión de la verdad, imponiendo su punto de vista entre quienes piensan de forma diferente. Una de sus máximas aspiraciones es tener la razón. Y suelen mostrarse intolerantes y prepotentes cuando se sienten inseguros, amenazados por opiniones que discrepan de los suyas.
Uno de sus mecanismos de defensa consiste en evitar trabajar en equipo. Tienden a cargar sobre sus espaldas con la responsabilidad de hacer lo que se tiene que hacer. Les cuesta muchísimo delegar en otras personas, pues no confían en nadie más que en sí mismos. ¿Cómo van a hacerlo si los demás no se esfuerzan tanto como ellos ni consiguen imprimir el nivel de calidad y excelencia que desean?
Para compensar su sensación de insuficiencia tienen que aparentar ser perfectos a los ojos de la gente. De ahí que suelan ser muy susceptibles. Tienden a irritarse con facilidad cuando se sienten criticados. No soportan que nadie les diga como tienen que hacer las cosas. Sin embargo, esto es lo que acostumbran a decirles a las personas con las que interactúan.
Debido a la autoexigencia, rigidez y susceptibilidad que se ocultan bajo la superficie del perfeccionismo, estas personas terminan cosechando una frustración permanente. Su emoción predominante es la ira, la cual se manifiesta como una bola de fuego en el estómago cada vez que las cosas no salen como ellos esperaban. Eso sí, debido a que enfadarse no es una conducta demasiado perfecta, tienden a reprimir su ira hacia adentro. No es ninguna casualidad que entre el colectivo de perfeccionistas muchos somaticen la rabia, el estrés y la tensión en forma de dolores de cabeza, espalda y bruxismo.
SERENIDAD Y ACEPTACIÓN
“No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla.”
(Jiddu Krishnamurti)
La clave para que el perfeccionismo no sea fuente de insatisfacción reside en el arte de cultivar la serenidad y la aceptación. Y para ello, es necesario que se den cuenta que en su interior oyen una voz que los critica por todo lo que podrían hacer mejor. También han de tomar consciencia de las consecuencias que les está reportando seguir los dictados de dicha vocecita. Comprender que ellos no son ese juez interno tan exigente es el primer paso para recuperar el equilibrio perdido en su afán de ser perfectos.
Una práctica muy recomendable consiste en reírse de dicha vocecita cada vez que comience a resaltar lo que debería mejorarse. A la hora de concluir con alguna actividad, en vez de preguntarse si es “perfecta” –lo cual nunca lo será a los ojos de un perfeccionista– pueden verificar si es “digna”, algo que sí está a su alcance. Más que nada porque el secreto de la serenidad consiste en aceptar cada situación tal y como es, en vez de esperar que sea como ellos quieren.
Al recuperar el contacto con la serenidad, los perfeccionistas asumen que los errores que cometen no son buenos ni malos, sino necesarios para aprender y evolucionar. También comprenden que todo es perfecto –incluidos ellos–, pues porque todo lo que sucede está en su proceso hacia la perfección. Esta “perfección” es invisible a los ojos. No tiene tanto que ver con los acontecimientos externos, sino con cómo se sienten por dentro al relacionarse con ellos.
En la medida que estas personas aprenden a aceptarse a sí mismas tal como son, comienzan a aceptar a los demás y a sus circunstancias. Aceptar no es resignarse ni ser indiferente. Aceptar es comprender que todo tiene su razón de ser y de que nada sirve luchar o tratar de cambiarlo. Lo paradójico es que cuando se aceptan de verdad, surge la transformación. Aparentemente nada ha cambiado. Pero al modificar su forma de mirar, cambia por completo su manera de vivir y de relacionarse. Y el único indicador fiable para saber si han conquistado dicha aceptación es la paz interior.
Artículo publicado por Borja Vilaseca en El País Semanal el pasado domingo 5 de octubre de 2014.

viernes, 2 de octubre de 2020

La alquimia del pensamiento

Nuestro subconsciente está lleno de creencias falsas y limitantes. Es fundamental aprender a reprogramar la mente con información de sabiduría, co-creando una nueva experiencia de vida.
Que hayas decidido leer este artículo pone de manifiesto que eres un buscador avanzado con la mente muy abierta. Tarde o temprano todas las personas que hemos despertado nos damos cuenta de la importancia de reprogramar nuestra mente subconsciente con nueva información basada en sabiduría. Eso sí, es fundamental que sigas sin creerte nada y que te muestres muy escéptico a la hora de seguir profundizando.
Si me he animado a compartir este texto contigo es porque a mí me ha funcionado. ‘La alquimia del pensamiento’ es uno de los 13 módulos que forman parte de la Escuela de Magia del Amor. Como digo siempre, el nombre tiene tela marinera. Más hierbas no se puede ser. Pero es el que es. Se trata del proyecto pedagógico impulsado por el filósofo colombiano, Gerardo Schmedling (1946-2004).
Si bien en ‘La Aceptología’ este sabio nos enseña las claves para aceptar la realidad y dejar de sufrir, en ‘La alquimia del pensamiento’ nos muestra cómo reprogramar la mente para limpiar nuestro subconsciente de ignorancia. Y poder así ver e interpretar la vida desde sabiduría, cosechando resultados mucho más satisfactorios en todas las áreas y dimensiones de nuestra vida.
A continuación comparto contigo un breve fragmento de ‘La alquimia del pensamiento’:
“Jamás una situación externa es el problema. El verdadero problema es la información falsa que hay en tu mente, que te lleva a interpretar de forma errónea y limitada dicha situación. Todas las circunstancias externas que atraes a tu vida se corresponden con un patrón mental interno que las origina; al modificar dicho patrón mental, se modifican automáticamente las circunstancias externas que atraes a tu existencia.
De hecho, para poder sufrir necesitas pensar de forma negativa. Y para poder pensar de forma negativa necesitas tener una creencia falsa. Así, para reprogramar tu mente con sabiduría necesitas cultivar un pensamiento voluntario (eligiendo conscientemente lo que piensas en cada momento); dirigido (a un punto específico de positividad, armonía, satisfacción) y sostenido (el tiempo suficiente para que transforme la estructura de tu mente y genere su correspondiente afinidad externa). Este es el secreto de la alquimia.
Lo que sucede en tu mente se manifiesta en el mundo físico para que puedas reconocer tus conflictos internos no resueltos. Tus traumas de infancia, tu sistema de creencias, tus pensamientos subconscientes, así como tus emociones reprimidas generan una correspondencia exacta con las circunstancias que necesitas vivir para poder hacer consciente, sanar y transformar tu mundo interior.
Nunca nadie te ha hecho daño emocionalmente. Todo lo que sucede en tu vida es única y exclusivamente aquello que tú mismo co-creas. Atraes y eres correspondiente con personas y situaciones que vibran en la misma frecuencia energética de aquello en lo que crees, piensas y sientes. En todo momento estás viviendo las experiencias que necesitas para aprender y crecer en felicidad, paz, amor, consciencia y sabiduría.
En vez de luchar contra lo que la vida te trae, aprovéchalo para tu desarrollo espiritual. Y en vez de quejarte, juzgar y culpar a aquellas personas que crees que te hacen daño, valóralas y agradéceles la oportunidad de darte cuenta de que sólo tú puedes herirte emocionalmente a ti mismo. Si comprendes esto, tu mente se sana totalmente y tu vida se transforma para siempre.”
GERARDO SCHMEDLING

Estamos hechos de la misma materia que los sueños

“Estamos hechos de la misma materia que los sueños y nuestra pequeña vida termina durmiendo”.
Son palabras de Shakespeare.
Es una poderosa verdad.
Sólo hay energía inteligente en el universo.
No sólo el agua es inteligente como demostró Masaru Emoto.
Todo es inteligente, hasta la piedra, hasta el acero.
Estamos hechos de una sustancia mágica, sagrada.
De energía primordial.
Esta energía toma la forma que se le “ordena”.
Por eso es necesario ordenar nuestra dieta, nuestras emociones y nuestras vidas.
Si aprendemos a comunicarnos exitosamente con esa energía primordial, tomará las mil formas que deseemos y tendremos la felicidad eterna a la que se refería Ohsawa.
Por eso a todos mis amigos y “pacientes” les animo a confeccionar una lista de objetivos.
Y a poner “salud de hierro” o “salud absoluta” como primer objetivo y con fecha de vencimiento.
Y a leerla en alta voz cada mañana sin fallar jamás.
Para que el Padre se entere de lo que deseamos y de inmediato comience a mover la materia de los sueños en la dirección de nuestros deseos y así vivir la vida gloriosa y breve a la que hace mención Shakespeare.

-Martín Macedo-

La cultura de la culpa

Con la finalidad de preservar la inocencia con la que nacimos, solemos quejarnos y victimizarnos constantemente, culpando a los demás, a nuestras circunstancias e incluso a la vida por todo lo ‘malo’ que nos sucede.
Caminando por un prado, un granjero se encontró un huevo de águila. Lo metió en una bolsa y, una vez en su granja, lo colocó en el nido de una gallina de corral. Así fue como el aguilucho fue incubado y criado junto a una nidada de pollos. Al creer que era uno de ellos, el águila se limitó a hacer durante toda su vida lo mismo que hacían todos los demás. Escarbaba en la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, imitando así el vuelvo del resto de gallinas.
Los años fueron pasando y el águila se convirtió en un pájaro fuerte y vigoroso. Y un buen día, divisó una magnífica ave que planeaba majestuosamente por el cielo. El águila no podía dejar de mirar hacia arriba, asombrado de cómo aquel pájaro surcaba las corrientes de aire moviendo sus poderosas alas. “¿Qué es eso?”, le preguntó maravillado a una gallina que estaba a su lado.
“Es el águila, el rey de todas las aves”, respondió cabizbaja su compañera. “Es todo lo contrario de lo que somos. Tú y yo hemos nacido para mantener la cabeza agachada y mirar hacia el suelo.” Y así fue como el águila nunca más volvió a mirar hacia el cielo. Tal como le habían dicho, murió creyendo que era una simple gallina de corral.
LA SOCIEDAD PREFABRICADA
“Estamos produciendo seres humanos enfermos para tener una economía sana.”ERICH FROMM
La sociedad es un fiel reflejo de cómo pensamos, somos y nos comportamos la mayoría de individuos. Y en paralelo, cada uno de nosotros es una creación hecha a imagen y semejanza de la manera de pensar, de ser y de comportarse de la sociedad. Y más allá de potenciar nuestras fortalezas y cualidades innatas, la maquinaria del sistema capitalista nos ha convencido, al igual que le sucedió al aguilucho, de que somos simples gallinas de corral. Por eso solemos vivir limitados por nuestros miedos, frustraciones y carencias.
De hecho, el crimen más grande que se ha cometido en contra la humanidad ha sido –y sigue siendo– condicionar la mente de los niños con falsas creencias que obstaculicen su propio descubrimiento de la vida. A esa edad, todos somos inocentes. No podemos defendernos de la poderosa influencia que la sociedad ejerce sobre la construcción de nuestro sistema de creencias y, por ende, sobre la creación de nuestra identidad.
Debido a nuestra incapacidad para discernir, cuestionar y decidir, a lo largo de nuestra infancia no nos queda más remedio que creernos las normas, directrices y dogmas que nos son impuestos desde afuera. Por más que a este proceso le sigamos llamando «educación», en realidad es más certero denominarlo «cadena de montaje». De ahí que muchos sociólogos afirmen que formamos parte de una «sociedad prefabricada».
EL FIN DE LA INOCENCIA
“Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad.”
(Karl Menninger)
Generación tras generación, los adultos vamos proyectando de forma inconsciente nuestra manera de ver y de comprender el mundo sobre los más pequeños. Cabe recordar que cuando nacen, los niños son como una hoja en blanco: limpios, puros y sin limitaciones ni prejuicios de ningún tipo. De hecho, la palabra «inocencia» procede del latín «innocentia», que significa «estado del alma limpia de culpa». Es decir, aquello que los adultos, ya prefabricados, solemos anhelar constantemente.
No obstante, en general somos personas victimistas. Por eso el victimismo se ha convertido en uno de los rasgos más destacados de la sociedad contemporánea. Y dado que a nivel emocional sólo podemos compartir con los demás aquello que primero hemos cultivado en nuestro interior, entre todos hemos creado y consolidado «la cultura de la culpa». Así, la mayoría de seres humanos intentamos diariamente eludir cualquier tipo de responsabilidad, poniendo de manifiesto nuestra falta de madurez. Y como no, se trata de una limitación que terminamos inculcando sobre las nuevas generaciones.
Entre otros ejemplos cotidianos, es común ver a un niño pequeño chocar contra una mesa y caerse al suelo. Y puesto que el golpe le ha producido dolor, en ocasiones se pone a llorar. Su llanto suele llamar la atención del adulto que lo está cuidando en ese momento, que enseguida corre para atenderlo. Si bien la mesa es un objeto inerte, carente de voluntad y libre albedrío, el cuidador, con todas sus buenas intenciones, comienza a gritar «¡mesa mala!, ¡mesa mala!» Estas acusaciones suelen tranquilizar al niño, que a su vez comienza a imitar a su tutor, culpando a la mesa del golpe y de su dolor.
ADICTOS A LA QUEJA
“Nos quejamos cuando el agua de la ducha sale fría, pero ¿acaso valoramos cada vez que sale caliente?”
(Christophe André)
Visto con perspectiva, lo cierto es que es muy fácil protestar por el funcionamiento del sistema capitalista. Basta con abrir la boca y decir lo que pensamos. Es muy fácil quejarse por la manera en la que se gestionan las empresas. Basta con abrir los ojos y reparar en lo que vemos. Es muy fácil criticar y juzgar la actitud de nuestros políticos. Basta con abrir los oídos y escuchar la forma en que estos hablan. Es muy fácil lamentarse por el comportamiento de la sociedad. Basta con estirar el brazo y señalar sus errores y defectos.
Es tan fácil protestar, quejarse, criticar, juzgar y lamentarse que todos sabemos cómo hacerlo. Basta con adoptar el rol de víctima y creer que el mundo es un lugar injusto, en el que la culpa de nuestros problemas, conflictos y sufrimientos siempre la tienen los demás. Sin embargo, en última instancia somos co-creadores y co-responsables de que la economía sobre la que se asienta nuestra existencia sea tal y como es. De hecho, con nuestra manera de ganar, de gastar, de invertir y de ahorrar dinero apoyamos y validamos el sistema cada día.
Con respecto a las empresas, si no fuera por ellas no habría empleo. Y sin éste, careceríamos de ingresos con los que cubrir nuestras necesidades básicas. Más allá de cuáles sean nuestras circunstancias sociales y económicas, fichamos cada lunes en la oficina por elección propia. Además, mediante el consumo diario de productos y servicios permitimos la subsistencia de millones de compañías. Es cierto que vivimos condicionados por la publicidad y el marketing, pero nadie nos apunta con una pistola para saciar nuestros caprichos y deseos.
CADENAS INVISIBLES
“La esclavitud más denigrante es la de ser esclavo de uno mismo.”
(Séneca)
Un veterano mercader de camellos atravesaba el desierto del Sahara junto con su hijo adolescente, que era la primera vez que lo acompañaba. Al caer la noche, decidieron acampar en un oasis. Tras levantar la tienda, padre e hijo empezaron a clavar estacas en el suelo para atar con cuerdas a los camellos. De pronto, el joven se dio cuenta de que tan sólo habían llevado 19 estacas y 19 cuerdas, y en total había 20 camellos.
“¿Cómo atamos a este camello?”, preguntó inquieto el hijo adolescente. Y el mercader, que llevaba muchos años recorriendo el desierto, le contestó, sonriente: “No te preocupes, hijo. Estos animales son muy tontos. Haz ver que le pasas una cuerda por el cuello y luego simula que lo atas a una estaca. Así permanecerá quieto toda la noche.” Eso es precisamente lo que hizo el chaval. El camello, por su parte, se quedó sentado e inmóvil, convencido de que estaba atado y de que no podía moverse.
A la mañana siguiente, al levantar el campamento y prepararse para continuar el viaje, el hijo empezó a quejarse a su padre de que todos los camellos le seguían, excepto el que no habían atado. Impasible, el animal se negaba a moverse. “¡No sé qué le pasa a este camello!”, gritó indignado. “Parece como si estuviese inmovilizado”. Y el mercader, sin perder la sonrisa, le replicó: “¡No te enfades, hijo! El pobre animal cree que sigue atado a la estaca. Anda, ve y haz ver que lo desatas.”
LA ASUNCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
“Hemos levantado la estatua de la libertad sin haber construido primero la de la responsabilidad.”
(Viktor Frankl)
Aunque la culpa nos alivia, también nos ata con cuerdas que no existen a estacas invisibles. Lo curioso es que la culpa sólo existe en aquellas sociedades que promueven el victimismo y niegan la responsabilidad. Si el niño pequeño, inspirado por el adulto que lo acompaña, asume que ha chocado contra una mesa –por seguir con el ejemplo anterior–, estará en el camino de aprender que ha sido él, y no la mesa, quien ha provocado su dolor. Y puesto que con los años el niño se convierte en adulto, a menos que abandone el victimismo seguirá culpando a los demás, a las circunstancias e incluso a la vida cada vez que choque contra cualquier persona, cosa o situación que le produzca dolor.
Y es que solemos quejarnos de nuestra pareja y de nuestros hijos, pero ¿acaso nos responsabilizamos de que somos nosotros quiénes los hemos elegido? Solemos maldecir a nuestro jefe y a nuestra empresa, pero ¿acaso nos responsabilizamos de que somos nosotros quiénes hemos escogido nuestra profesión y nuestro lugar de trabajo? Y en definitiva, solemos lamentarnos de que nuestras circunstancias actuales son como son, pero ¿acaso nos responsabilizarnos de que éstas son el resultado, en gran medida, de las decisiones que hemos ido tomando a lo largo de nuestra vida?
Curiosamente, al observar más detenidamente el actual escenario socioeconómico, todos estamos de acuerdo en un mismo punto. La mayoría de ciudadanos nos lamentamos por la falta de líderes, por la ausencia de referentes y, sobretodo, por la decadencia de valores que padece ahora mismo la sociedad. Esta percepción generalizada pone de manifiesto que estamos en contra de muchas cosas, pero ¿a favor de qué nos posicionamos? Y tal vez más importante: ¿quién asume la responsabilidad de convertirse en el cambio que quiere ver en el mundo?
Artículo publicado por Borja Vilaseca en El País Semanal el pasado 28 de noviembre de 2010.

Qué es lo que más te apasiona.

En qué eres bueno.
Qué es lo que más te apasiona.
Qué problema le resuelves al mundo.
Muchos gurús del desarrollo personal están de acuerdo en que todos deberíamos hacernos estas tres preguntas y responderlas lo antes posible.
Si todos lo hiciéramos tendríamos ciertamente acceso a la abundancia.
Pero la mayor parte de la gente se plantea las preguntas equivocadas.
Qué es lo que paga mejor.
Necesito trabajar en lo que sea.
Hago esto porque necesito el dinero para pagar mis cuentas.
Tengo hijos a mi cargo o a mis padres mayores y los tengo que ayudar.
Y así la vida nos pasa por arriba.
Quien hace un trabajo que no ama nunca logrará destacarse y por lo tanto no podrá acceder a la abundancia.
Cuando vienen las crisis económicas o políticas o sanitarias muchos se deprimen y simplemente esperan, aguantan hasta que se termine.
Pero a veces las crisis son largas o hay una sucesión de crisis y así la sensación de impotencia se hace insostenible.
Sin embargo algunos pocos prosperan en las crisis.
Estos seres inteligentes ven en la crisis una oportunidad única y la aprovechan con entusiasmo y se enriquecen.
Nosotros que cultivamos la sabiduría en el cuerpo y en la mente podemos prosperar y crecer en las crisis.
Y cuanto más dura es la crisis, tanto mejor.
Me explico.
En tiempos de crisis los problemas se multiplican.
Las dificultades se profundizan y la gente se angustia.
Entonces nos podemos preguntar....¿qué problema le estoy resolviendo al mundo?
En las crisis eso es lo que abunda.
En una crisis sanitaria, lo que abunda es la incertidumbre sobre la salud personal, la salud de los hijos, de los padres.
Hay un profundo miedo fomentado por los medios y los gobiernos.
Entonces hay dos problemas para resolver.
El primer problema es el miedo.
El segundo problema es la debilidad física.
Si nos dedicamos a resolver estos problemas buscando formas creativas, en las que nos sintamos cómodos y conectados con nuestras habilidades naturales.....entonces prosperaremos en medio de una de las crisis sanitarias más duras y prolongadas de la historia.
Mi amigo Jorge de Argentina vive en la ciudad de Colonia, y está jubilado; no es médico ni psicólogo ni especialista en inmunología.
Pero ha creado un pan maravilloso hecho con 100% harina de arroz integral orgánico, sal del Himalaya, agua mineral y una cantidad ínfima de levadura.
Ahora tiene muchos pedidos.....la gente siente que este pan saludable que además es gluten free y delicioso le mejora su sistema inmune por la gran calidad de nutrición.
Entonces sus clientes tienen el sabor del pan y mejoran sus sistemas inmunes porque Jorge les explica sus beneficios.
Así el miedo disminuye y las personas se hacen más fuertes.
Jorge está contribuyendo a resolver estos problemas y al hacerlo prospera.
Clara Aurora está haciendo un misso maravilloso.
Jaime trae productos macrobióticos de Brasil.
Hay mil formas de resolver los problemas que surgen en las crisis.
Y las personas atentas y con una mente ágil prosperan y hacen felices a cientos o a miles de personas.
Por esa razón podemos ser eternos optimistas porque todo tiene dos caras....y si somos capaces de ver la cara de la oportunidad entonces cada crisis será como decía Einstein la mayor bendición para las personas y para los países.}

Martín Macedo-

Si crees que puedes y lo visualizas lo tendrás

Una amiga que es una gran macrobiótica con más de 40 años de práctica me escribe lamentándose de que le faltan varios molares importantes y no puede masticar con la excelencia que desearía.
Ha leído a todos los grandes maestros, ha escuchado conferencias y tiene mucha experiencia y calidad en la preparación de los platos saludables.
Ella pone una gran voluntad en su práctica.
¿Y por qué no te colocas implantes para recuperar una buena calidad de oclusión dental?
"Porque no tengo dinero para pagar esas reparaciones".
Ella siempre se queja de que no tiene dinero.
Podría visualizar cada noche antes de dormir que va a una excelente clínica odontológica y le colocan todos los implantes para tener una mordida perfecta.
Pero no lo hace.....cada noche simplemente se duerme rumiando sobre los problemas que tiene que resolver.
Y viaja a su nivel infinito con ese último sentimiento de carencia.
Eso es lo que siembra en el universo de los pensamientos durante el sueño y eso es lo que cosecha al levantarse a la mañana siguiente.
Si tan solo visualizara, la inteligencia infinita le daría sus muelas en algunos meses o tal vez en semanas.
Pero no lo hace....tal vez le parezca demasiado fácil o tal vez sea por pereza....
Ayer vi un video sobre los 10 culturistas más ricos del mundo.
El más bajo en la escala tiene un millón de dólares en su cuenta bancaria.
Y el más rico es A. Schwarzenegger con 300 millones de dólares.
La inteligencia infinita está tanto en Arnold como en mi amiga que no tiene sus molares.
Arnold no es macrobiótico ni conoce el orden del universo.
Mi amiga lo ha estudiado y podría dar clases porque lo ha aplicado con éxito durante más de 40 años.
Con su sabiduría podría tener 10 veces más riquezas que Arnold, que ha sido operado del corazón hace poco por debilidad en una válvula cardíaca.
Pero Arnold visualiza sus objetivos y los tiene bien definidos.
Él cree en el poder ilimitado de la visualización.
La inteligencia infinita está en ambas expresiones de la vida.
Pero una dice: "no puedo pagarlo".
Y la otra: " si crees que puedes y lo visualizas lo tendrás".
Conozco varios macrobióticos que siempre se quejan de falta de dinero y se pasan pidiendo recetas y consejos gratuitos.
Me gustaría recomendarles la visualización para que en vez de tener un poco de pan, tengan una panadería completa para disfrutar hasta no poder más.
La inteligencia infinita no debe ser tratada con lástima.
Porque eso sería una gran des-inteligencia.
Todos los seres son infinitamente dotados.
Tienen todo el poder de crear lo que desean.
Sea muelas implantadas o costearse un viaje o un curso de cocina.
El poder infinito está para ser usado cuando lo necesitemos.
Pero sin práctica, como cualquier habilidad se oxida.
Y lo que se oxida se destruye poco a poco.

-Martín Macedo-