domingo, 6 de septiembre de 2020

Lo que tiene frente tiene dorso.

Ohsawa enseñó los 7 principios y los 12 teoremas del Orden del Universo.
Gracias a éstos logró curas extraordinarias con medios muy simples y económicos.
Las curas no se debieron a los medios sino a la comprensión de los principios.
Por eso debemos estudiarlos en profundidad y así acercarnos al ideal que buscamos.
Cada año un seminario en San Pablo con el profesor Kikuchi durante casi 50 años.
Antes en Francia y Bélgica seminarios con Ohsawa cada verano.
Los estudiantes del principio único perseveraron en sus estudios y los más avanzados crearon hermosas escuelas.
Y hubo muchas curaciones.
Pero las personas hoy en día quieren un listado de alimentos pero no quieren estudiar.
Quieren el frente pero no quieren el dorso.
Uno de estos famosos teoremas dice: "todo lo que tiene frente tiene dorso".
El lado que nos gusta no se puede separar del lado que no nos gusta.
Si nos gusta un Mercedes Benz debemos aceptar los altos costos de seguro y otras "tax" que pagan los coches lujosos.
Toda ventaja contiene una desventaja.
Pero las personas buscan la forma de burlar este principio.
Quieren sólo ventajas, sólo ganancias, sólo facilidades.
Entonces roban el Mercedes y lo esconden en un viejo galpón para no pagar impuestos.
Y creen que han burlado la ley del frente y el dorso.
Y sólo dan cortos paseos de madrugada por miedo a que los descubran.
Pero tarde o temprano todo se sabe y al final tendrán que pagar todo lo que no pagaron más las multas y penalizaciones y tal vez tengan que pasar una temporada en prisión.
Lo que tiene frente tiene dorso.
Nada escapa a esta Ley.
No hay salud sin educación, sin sabiduría en los hábitos.
Pero la gente busca una y otra vez burlar esta Ley.
Busca la salud bebiendo zumo de limón.
O aderezando las ensaladas con aceite de coco.
Buscan la salud aumentando el consumo de ciertos batidos o suplementos.
Creen que la salud consiste en consumir más cosas de las que ya consumen.
Y beben más agua y compran bayas de Goji y polvo de cúrcuma.
Pero no estudian, ni toman clases ni van a los seminarios.
Hacen lo mínimo y esperan lo máximo.
Entonces dicen: "hice macrobiótica y no funcionó".
Y van a probar con la homeopatía o las flores de Bach.
Las grandes curas no las hacen los alimentos sino el estudio de estos principios y teoremas del Orden del Universo.
Este es el lado oculto, el lado que nadie ve.
Todos ven las recetas, los alimentos y los cortes de las verduras.
Pero todo esto no puede sostenerse sin el cimiento de la compresión, del desarrollo del juicio.

-Martín Macedo-

viernes, 4 de septiembre de 2020

Asume que eres 100% co-creador de tu vida

El primer paso para poder reinventarnos profesionalmente consiste en tomar las riendas, dejando de lado cualquier excusa o justificación que nos impida iniciar dicho cambio.
Los nuevos tiempos en los que estamos inmersos requieren de otro tipo de mentalidad. Para sobrevivir y prosperar en el mercado laboral emergente necesitamos ser actuar de una manera muy diferente a la que estamos acostumbrados. Y para lograrlo, es imprescindible que rompamos el molde con el que nuestra mente fue condicionada para adaptarse a la Era Industrial. Éste es el verdadero significado del término «reinventarse».
El primer paso para reinventarnos profesionalmente es -con toda seguridad-el más difícil de todos. Consiste en tomar las riendas de nuestra vida. Es decir, comprender y asumir que somos 100% co-creadores y corresponsables de nuestras actuales circunstancias laborales y financieras. El «co» se debe a que no todo depende de nosotros, sino que co-creamos nuestra existencia en complicidad con la vida. Sin ir más lejos, no hemos elegido nuestra genética ni el lugar en el que hemos nacido. Tampoco hemos escogido el tipo de padres que hemos tenido, entre otras cuestiones.
Sin embargo, más allá de la mochila emocional que ahora mismo cuelga sobre nuestras espaldas, desde que tenemos uso de razón hemos venido tomando nuestras propias decisiones. Otra cosa es que éstas hayan estado demasiado condicionadas por nuestro entorno social y familiar. De ahí que en muchas ocasiones hayan sido equivocadas. Pero eso no quita que hayan sido nuestras decisiones. Por ejemplo, remontémonos un momento a nuestra adolescencia. Durante esa etapa, ¿por qué decidimos estudiar lo que finalmente estudiamos? ¿A quién intentamos contentar a la hora de elegir lo que terminamos haciendo profesionalmente?
En vez de contarnos la historia de que nuestro padre nos manipuló para que cursáramos la carrera de Derecho, podemos ser honestos y decirnos la verdad, aunque duela. Si asumimos nuestra parte de responsabilidad, nos damos cuenta de que nosotros nos dejamos manipular por nuestro padre porque no nos atrevimos a confrontarlo y estudiar Filosofía, que es lo que en realidad nos hubiera gustado. Debido a nuestra falta de autoestima y confianza en nosotros mismos, tuvimos miedo a rebelarnos frente a la autoridad y seguir nuestro propio camino.
Por otro lado, el «co» también se debe a que vivimos en un sistema económico gobernado por ciclos, crisis y coyunturas que escapan a nuestro control, creando unas determinadas condiciones generales que pueden afectar nuestra situación personal y profesional. Sin embargo, en vez de explicarnos la película de que por culpa de la crisis económica nuestra empresa nos despidió injustamente, podemos ver esta situación con objetividad y madurez, reconociendo que debido a nuestro miedo a la incertidumbre delegamos nuestra vida laboral a la primera compañía que nos ofreció un contrato indefinido, creyendo que esa era la opción más segura.
 SER HONESTO CON UNO MISMO
“La libertad conlleva responsabilidad. Por eso a la mayoría de personas les aterroriza.”
(George Bernard Shaw)
Asumir que somos 100% co-creadores y corresponsables de nuestra situación laboral actual pasa por abandonar la postura victimista frente a la vida, dejar de engañarnos a nosotros mismos y asumir nuestra parte de responsabilidad con respecto a los resultados que cosechamos. En esencia, se trata de un acto de profunda madurez. Pone de manifiesto que hemos despertado y que vivimos de forma consciente. Es entonces cuando desaparecen -de golpe y porrazo-todas las excusas y justificaciones que nos hemos venido contando mientras vivíamos dormidos y desempoderados.
A su vez, reinventarse requiere de mucha honestidad, humildad y valentía. No en vano, nos lleva a decir en voz alta que anhelamos un cambio y a reconocer que éste depende enteramente de nosotros. Esta declaración de intenciones nos obliga a abandonar la arrogancia de creer que lo sabemos todo acerca de nosotros mismos y a asumir que nuestra forma de pensar y de comprender la vida puede ser errónea y limitada.
Parece una decisión fácil, pero no lo es. Más que nada porque nos confronta con todos nuestros miedos inconscientes. De hecho, hay personas que ni siquiera se permiten escuchar este tipo de reflexiones. Enseguida se ponen a la defensiva, ridiculizando y oponiéndose con vehemencia a quienes se encuentran inmersos en este proceso de transformación. En paralelo, otros alegan que ya no tienen edad para estas cosas, convenciéndose a sí mismos de que no es el mejor momento o de que tienen una hipoteca que pagar y unos hijos que alimentar…
Curiosamente, cuanto mayor es nuestro miedo a la libertad, más larga es -a su vez- nuestra lista de excusas y justificaciones para no cambiar ni reinventarnos. Y es que cuesta tanto, que muchos solamente nos atrevemos a dar este primer paso después de haber sido despedidos o de haber padecido una saturación de sufrimiento. Más que nada porque solo entonces sentimos que no tenemos nada que perder.
Si no nos gusta nuestro trabajo. Si no creemos en lo que hacemos. Si nuestra actividad no tiene sentido y está deshumanizada. Si nuestras tareas diarias son muy mecánicas, carecen de creatividad y se pueden automatizar o robotizar. Si nuestra contribución no aporta un verdadero valor añadido. Si nuestra función profesional se puede externalizar a un país en vías de desarrollo o la puede hacer alguien de forma más barata. Si nuestra empresa ha quedado obsoleta y sentimos que pronto será reemplazada por una nueva propuesta disruptiva… En todos estos casos es fundamental que comprendamos que la reinvención profesional no es una opción, sino una necesidad de supervivencia para adaptarnos y prosperar en la nueva era.
Si quieres saber cuáles son el resto de pasos, para reinventarte profesionalemente, lee los siguientes artículos:
Este artículo corresponde a un capítulo del libro “Qué harías si no tuvieras miedo” por Borja Vilaseca

jueves, 3 de septiembre de 2020

La aceptación te libera del sufrimiento

Aceptar no tiene nada que ver con resignarse, ser indiferente o pasar de todo. Por el contrario, la aceptación requiere mucha sabiduría y es lo que nos permite dejar de sufrir ante lo que sucede.
La auténtica felicidad reside en nuestro interior. Cuando comprendemos e interiorizamos esta verdad, dejamos de querer que la realidad se adapte a nuestras ambiciones, necesidades, sueños y aspiraciones. Y, en consecuencia, desaparece la lucha, el conflicto y el sufrimiento. Todo este proceso de cambio y de transformación nos permite conquistar nuestra mente y ser dueños de nuestros pensamientos.
En paralelo, también aprendemos a fortalecer nuestra autoestima, nuestra confianza y nuestra paz interior. Es en este punto del camino donde practicamos de forma consciente y voluntaria la aceptación. De este modo es como dejamos de perturbamos constantemente a nosotros mismos. Primero nos aceptamos tal como somos. Lo cierto es que tenemos derecho a tener defectos y a cometer errores. Luego aceptamos a los demás tal como son. Al igual que nosotros, tienen derecho a actuar como consideren en base a su grado de comprensión, a su estado de ánimo y a su nivel de consciencia. De hecho, al descubrir que nadie ni nada nos ha dañado nunca emocionalmente, nos sentimos mucho más libres y poderosos al encontrarnos con personas conflictivas y situaciones adversas.
También aceptamos que el mundo es como es, por más que no estemos de acuerdo con la guerra, el hambre, la pobreza… Al igual que nosotros, está en su proceso de cambio y transformación. Curiosamente, la gente suele tacharnos de «insensibles» e «indiferentes» si no nos perturbamos por las cosasque suceden en el planeta. Es decir, que para que los demás nos consideren «buenas personas» hemos de mostrar activamente que sí nos importan las tragedias que salen por las noticias. Sobre todo porque en caso de no ser buenos, tenemos la creencia inconsciente de que «los demás no van a querernos». Y parece que no hay mejor manera de mostrar nuestra bondad que sufriendo.
ACEPTAR EL MUNDO TAL COMO ES
“Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento”
(Gerardo Schmedling)
 Si bien la guerra, el hambre y la pobreza son una calamidad, el hecho de que suframos por ello no sirve para nada. Nuestro sufrimiento no va a terminar con las guerras. Tampoco va a erradicar el hambre y la pobreza. De ahí que sea absolutamente inútil. Lo único que consigue es alimentar el ego, llevándonos –una vez más–a querer cambiar el mundo para adaptarlo a como cada uno de nosotros –de forma completamente subjetiva–ha determinado que el mundo debe de ser.
Por el contrario, el reto consiste en aprender a aceptarlo tal como es, lo cual no quiere decir mostrarnos insensibles e indiferentes. Aceptar tampoco significa estar de acuerdo con lo que en él sucede. Ni mucho resignarnos. Si bien la resignación es un punto de llegada, la aceptación es un punto de partida. Al aceptar la realidad tal como es, dejamos de perturbarnos a nosotros mismos. Y en consecuencia, disponemos de más energía y lucidez para actuar en coherencia con nuestros valores y con nuestra conciencia ética, dando lo mejor de nosotros mismos desde nuestra verdadera esencia.
Este aprendizaje también nos lleva –finalmente–incluso a aceptar que los demás no nos acepten. Es decir, a no reaccionar ni ponernos a la defensiva cada vez que otras personas proyectan una imagen limitada acerca de nosotros. Más que nada porque están en su derecho de mirarnos, interpretarnos y etiquetarnos según la información distorsionada que les llega a través de sus respectivos modelos mentales. De hecho, al haber trascendido nuestro de nuestro falso concepto de identidad ya no sentimos la necesidad de justificarnos ni de defendernos. Sabemos quiénes somos y eso es más que suficiente.
Así es como poco a poco nuestra ingesta de chupitos de cianuro va disminuyendo. Y al dejar de envenenar regularmente nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón, recuperamos la conexión con el bienestar profundo y duradero que anida en nuestro interior. Con el tiempo, comenzamos a experimentar una sensación de abundancia y plenitud. Y en base a este nuevo estado de ánimo, tarde o temprano entramos en la vida de los demás con vocación de servicio.
Este artículo es un capítulo del libro El sinsentido común, de Borja Vilaseca, publicado en 2011.

Confiar en la vida

Cuando tomamos responsabilidad por aprender de lo que nos sucede, comprendemos que siempre sucede lo que necesitamos para crecer y evolucionar en consciencia y en sabiduría.
Todos conocemos muy bien qué es el miedo. Entró en nuestra existencia el mismo día en que nacimos. Entre otros, padecemos miedo al rechazo. Al compromiso. A la soledad. A la libertad. A la grandeza. Al ridículo. Al fracaso. Al éxito. Al vacío. A la muerte. A la vida. Al cambio. Algunos sentimos tanto miedo que hemos terminado por temer al propio miedo.
Fiel e inseparable como una sombra, en su compañía solemos tomar decisiones que minimicen el riesgo y maximicen nuestra seguridad. A pesar de su mala fama, el miedo tiene un lado generoso. Mientras no podemos valernos emocionalmente por nosotros mismos, nos protege de todo tipo de amenazas y peligros. Y siempre se posiciona a favor de nuestra comodidad. De ahí que cada vez que le preguntemos, nos aconseje mantenernos en el mismo lugar y seguir siendo el mismo tipo de persona. También nos recomienda apostar por el camino trillado, motivándonos a hacer lo mismo que hace todo el mundo. Además, bajo su tutela creemos que no está bien arriesgar ni soñar. Nos quiere tanto que suele frenarnos de manera preventiva, evitándonos así nuevas decepciones y frustraciones.
Sin embargo, muchos consideramos al miedo como un enemigo que nos limita, llegando -en ocasiones-a pelearnos con él. Paradójicamente, cuanto más luchamos contra el miedo, más grande y poderoso se vuelve. Por este motivo, finalmente optamos por obedecerlo. Impotentes, dejamos que se convierta en nuestro amo y señor. Así es como en ocasiones terminamos presos de la inseguridad y la cobardía, pensando compulsivamente en lo peor que puede sucedernos.
Pero, si no podemos eliminarlo ni tampoco ser sus siervos, ¿cómo lo hacemos para vivir sin miedo? El reto consiste en trascenderlo, impidiendo así que nos paralice y nos boicotee constantemente. Y para ello, no nos queda más remedio que enfrentarnos cara a cara con lo que más tememos. Entonces comprendemos que más que carcelero, el miedo es en realidad un gran maestro. Su objetivo es desafiarnos para romper las cadenasque nos impiden vivir en libertad. Gracias a su compañía tenemos la oportunidad de conocer y superar muchísimas limitaciones con las que hemos sido condicionados.
El primer paso para trascender el miedo es aprender a confiar en nosotros mismos, centrando el foco de atención en nuestro círculo de influencia. Es decir, en las decisiones y acciones que dependen de nosotros. Así es como aprendemos a desapegarnos de los resultados derivados de éstas. Primordialmente porque estos forman parte de nuestro círculo de preocupación, el cual está fuera de nuestro alcance. Pongamos por caso hablar en público. Dado que muchos de nosotros tenemos miedo a equivocarnos, a hacer el ridículo y a quedar mal, se trata de una situación que suele generarnos pavor.
LO QUE SUCEDE, CONVIENE
“Concededme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar lasque sí puedo y la sabiduría para establecer la diferencia.”
(Epícteto)
Lo curioso es que solemos creer que al preocuparnos por escenarios que todavía no han sucedido, seremos más capaces de afrontarlos con mayores garantías de éxito. Sin embargo, por medio de estos pensamientos preventivos lo único que conseguimos es engordar todavía más nuestra inseguridad, llenando nuestro corazón de ansiedad y nerviosismo. Para dejar de tomarnos más chupitos de cianuro, el aprendizaje consiste en entrenar el músculo de la confianza, el cual está estrechamente ligado con nuestra autoestima. En vez de pensar en las potenciales consecuencias de nuestra intervención pública –como la opinión que la audiencia pueda tener de nosotros–, podemos centrarnos simplemente en hacerlo lo mejor que podamos. Principalmente porque todo lo demás escapa por completo de nuestro control.
Para superar el miedo también es importante que redefinamos conscientemente cuáles son nuestros valores. Es decir, la brújula interior que nos permite tomar decisiones alineadas con nuestra auténtica esencia. Lo cierto es que cuando vivimos sin saber quiénes somos, qué es lo que de verdad nos importa y hacia dónde nos dirigimos, solemos funcionar con el piloto automático puesto. Esta es la razón por la que en ocasiones tenemos la sensación de vagar por la vida como boyas a la deriva. Y es precisamente esta desorientación la que nos conecta –nuevamente– con nuestros miedos e inseguridades.
En cambio, en la medida que nos conocemos a nosotros mismos y decidimos libre y voluntariamente qué valoramos en la vida, tarde o temprano encontramos el sentido que le queremos dar a nuestra existencia, tanto en el ámbito personal y familiar como en el profesional. Así, cuanto más sólidos son nuestros valores, más fácil nos es tomar decisiones que nos orienten en la dirección que hemos escogido. Gracias a esta seguridad interna, nos convertimos en nuestro propio faro. Ya no necesitamos ni dependemos de ninguna referencia externa, puesto que nadie sabe mejor que nosotros qué hacer con nuestra vida.
Con cada decisión que tomamos, vamos entrenando el músculo del coraje. Y al crecer en confianza, finalmente comprendemos que la vida no suele darnos lo que queremos, pero siempre lo que necesitamos para aprender. Al asumir las riendas de nuestra existencia, corroboramos que las experiencias que han formado parte de nuestro pasado han sido justamente las que hemos necesitado para crecer y evolucionar. Es decir, para convertirnos en el ser humano que somos en el momento presente.
La confianza también nos permite abrazar la inseguridad inherente a la existencia, cultivando así una relación de amistad con la vida. Más que nada porque la única certeza que tenemos es que la incertidumbre sólo desaparece con nuestra muerte. Y que hasta que ese día llegue estamos condenados a tomar decisiones. Dado que no podemos prever lo que va a sucedernos mañana, el reto consiste en girar 180 grados nuestro foco de atención, aprendiendo a confiar en nuestra capacidad de dar respuesta a las diferentes situaciones que vayan surgiendo por el camino.
Como consecuencia directa empezamos a confiar en la vida. Es decir, a intuir que en el futuro va a seguir sucediéndonos exactamente lo que necesitamos para seguir evolucionando y madurando como seres humanos. A esto se refiere el proverbio budista «lo que sucede, conviene». De esta manera, comenzamos a ver e interpretar nuestras circunstancias de una forma más optimista, constructiva y eficiente. E incluso a salir de nuestra zona de comodidad, arriesgándonos a tomar decisiones y acciones que nos permitan seguir nuestro propio sendero. Así, gracias a la confianza podemos ser libres. Y la libertad nos brinda la oportunidad de ser auténticos, siendo fieles a los dictados de nuestra intuición.
Este artículo es un capítulo del libro El sinsentido común, de Borja Vilaseca, publicado en 2011.

Si quieres ser feliz haz regalos a las personas

Todos deseamos la felicidad.
La desea el niño con su pureza y fragilidad.
La desea el joven lleno de sueños e ilusiones.
La desea el octogenario con su maravillosa sabiduría de los años.
En mi búsqueda apasionada de la felicidad encontré las enseñanzas de G. Ohsawa.
“Si quieres ser feliz haz regalos a las personas.
Debes ejercitarte en el arte de hacer regalos cada vez más hermosos, para que aumente exponencialmente tu felicidad”.
Desde entonces me consagro a dar lo mejor de mí y doy todo hasta experimentar el vacío.
Y es maravilloso.
Y por eso amo a Ohsawa.
Y lo amaré eternamente.
Cuando un limón es exprimido hasta la última gota ha cumplido su misión.
Y esa es la felicidad del limón.
Darlo todo por la felicidad colectiva.
Pero las mentes muy racionales no comprenderán el sentido profundo y argumentarán que por más fuerte que lo intente siempre quedará un pequeño volumen residual y que el vacío absoluto es imposible.

-Martín Macedo-

miércoles, 2 de septiembre de 2020

La arrogancia

Yo soy así....¿y qué le voy a hacer?
Soy diabético....es de familia.
Soy hipertenso.... por la edad.
Soy miedoso porque tuve una infancia traumática.
Hace poco me escribió una amiga: "Yo soy fibromiálgica".
Este tipo de expresiones niegan la salud.
Este tipo de creencias cierran el acceso a la curación.
A veces la gente tan livianamente exclama: "Yo soy hipertenso desde hace 14 años y no puedo dejar la medicación porque me sube enseguida".
"No puedo dormir sin las pastillas".
"No puedo hacer yoga porque tengo artrosis de columna".
"No puedo comer granos porque me inflaman el intestino, mi gastroenterólogo me los prohibió".
Este tipo de creencias son más tóxicas que los lácteos o el azúcar refinada.
Inmovilizan totalmente los recursos de la inteligencia infinita.
Cuando una persona así viene a la consulta macrobiótica, sé de antemano que habrá que luchar primero en el plano de las ideas antes de pasar a ver qué vamos a desayunar o cuántas veces por semana tomaremos frutos secos.
No se trata sólo de creencias limitantes.
Se trata de creencias que garantizan la permanencia de la enfermedad hasta la muerte.
Con este tipo de creencias, la macrobiótica seguro que no funcionará.
"Probé un mes con la macro y no mejoré nada".
Ohsawa llamaba a este cuadro tan extendido, "arrogancia".
La llamaba la enfermedad "terrible", la causa de todos los males del mundo.
Es el resultado de una calidad de diálogo tóxico.
Diálogo chatarra.
Este tipo de diálogo interno afirma constantemente la miseria y la debilidad.
Y lo que se repite con frecuencia termina por creerse.
Entonces dar recomendaciones alimenticias sin antes hacer ver que debe ser cambiada la calidad del alimento verbal......es una completa pérdida de tiempo, tanto para el que consulta como para el que da los consejos.

-Martín Macedo-

martes, 1 de septiembre de 2020

Deja

DEJA.
Deja que las cosas se rompan, deja de esforzarte por mantenerlas pegadas.
Deja que la gente se enoje.
Deja que te critiquen, su reacción no es tu problema.
Deja que todo se derrumbe, y no te preocupes por el después.
A dónde iré? Qué voy a hacer?
Nadie se ha perdido nunca por el camino, nadie se quedó sin refugio.
Lo que está destinado a irse se irá de todos modos.
Lo que tenga que quedarse, seguirá siendo.
Demasiado esfuerzo, nunca es buena señal, demasiado esfuerzo es signo de conflicto con el universo.
Relaciones
Trabajos
Casa
Amigos y grandes amores...
Entrega todo al creador, riega cuando puedas, ora y baila pero luego, deja que florezca lo que debe y que las hojas secas se arranquen solas.
Lo que se va, siempre deja espacio para algo nuevo: son las leyes universales.
Y nunca pienses que ya no hay nada bueno para ti, solo que tienes que dejar de contener lo que hay que dejar ir.
Solo cuando tu viaje termine, entonces terminarán las posibilidades, pero hasta ese momento, deja que todo se derrumbe, deja ir, déjalo ser."