jueves, 23 de junio de 2011

La historia de la vaca



La historia de la vaca

La historia cuenta que un viejo maestro deseaba mostrar a uno de sus discípulos la razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y no logran superar los obstáculos y limitaciones que les impiden llegar a donde realmente pueden estar, generando su mayor y mejor versión como seres humanos. No obstante, para el maestro, la lección más importante que el joven discípulo requería incorporar era observar lo que generamos cuando finalmente nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial. Para impartir su lección al joven aprendiz el maestro visitaría con el joven algunos de los barrios más pobres y desolados de aquella provincia.

Después de caminar un largo rato encontraron la que, sin lugar a dudas, era la más humilde de todas las viviendas. Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más distante de aquel caserío, debía ser la más pobre de todas. Sus paredes milagrosamente se sostenían en pie, aunque amenazaban con derribarse en cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los desperdicios que se acumulaban a su alrededor daban un aspecto decrépito a la vivienda. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha de 10 metros cuadrados pudiesen vivir ocho personas. Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y malolientes eran prueba del estado de profunda miseria reinante.

Curiosamente, en medio de este estado de escasez y pobreza total, esta familia contaba con una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca. Una flacuchenta vaca que con la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de algún valor nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba de la miseria total. Y allí, en medio de la basura y el desorden, pasaron la noche el maestro y su novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que has venido a ver”.

Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el anciano desató la vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda, y la trasladó y soltó en un lugar muy pero muy  lejano cosa que nunca más pudieran encontrarla. Todo esto ante los incrédulos ojos del joven. Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta, que amerita dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido soltar a esta pobre vaca, que representaba lo único que poseía esta familia?”. Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven, el anciano se dispuso a continuar la marcha, y maestro y discípulo partieron sin poder saber, de antemano, que sucedería con aquella familia ante la pérdida de su única posesión. Durante los siguientes días, una y otra vez, el joven era confrontado por la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre.

Un año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver la situación de aquella familia. Buscaron la humilde posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una casa grande. Era obvio que la desaparición de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda. ¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y averiguar por la situación de los antiguos moradores o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas.

Cual sería su sorpresa cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un año atrás le diera morada en su vivienda. ¿Cómo es posible? preguntó el joven. Hace un año en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara? Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la desaparición de su vaca, el hombre relató como, en el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había robado al animal. El hombre continuó relatándole a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la desaparición de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento. Incluso el poseer esta vaca le había ganado el respeto de sus “menos afortunados” vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien.

Sin embargo, continuó el hombre, poco después de aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos. Después de algún tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales excedentes y con este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año hemos generado una vida nueva.

El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó: ¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra? Seguramente no, respondió el joven. ¿Si ves? Su vaca, fuera de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de mediocridad y miseria. Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la decisión de buscar algo más. En otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando en realidad estaban viviendo en medio de la miseria.

Así es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se convierte en un castigo, ya que frecuentemente no te impulsa a buscar más. No estás satisfecho con ello, pero no eres totalmente miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, más no lo suficiente como para querer cambiarla. ¿Ves lo trágico de esta situación? Cuando tienes un trabajo que no te gusta en absoluto, que no suple tus exigencias económicas mínimas y no te trae absolutamente ninguna satisfacción, puede llegar a ser más sencillo tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante, cuando tienes un trabajo del cual no gustas, pero si suple algunas cosas básicas pero no te ofrece la oportunidad de progresar ni de desarrollar lo que verdaderamente te gusta; que te ofrece cierta comodidad pero no la calidad de vida que verdaderamente deseas para ti y tu familia, es fácil conformarte con lo poco que tienes, te quedas por comodidad, te quedas en el lugar de “confort”, que aunque limitado y mediocre, es cómodo y “seguro”.


Muchos/as de nosotros/as aún sostenemos “vacas” en nuestra vida: miedos e inseguridades que no nos permiten hacernos cargo de nuestras vidas, vidas limitadas, vínculos esclavizantes, relaciones insatisfactorias y escasas, algunas veces ingresos económicos “seguros” pero escasos, tareas que desarrollamos que no nos dejan crecer como persona, un conjunto de situaciones que nos estancan; ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir y desarrollar.

Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez que hayamos “soltado a nuestra vaca” y asumamos la responsabilidad y el compromiso de ir con todo y por todo por lo que deseamos en nuestras vidas.
Entonces, ¿Estás dispuesto a dejar ir a tu vaca? Tendrás el coraje de ir por todo y por tu mejor versión como ser humano? Tú eliges: o una vida mediocre y aparentemente segura o una vida de riesgo y plena repleta de realizaciones y plenitud.

Como dice el mitólogo y profesor Joseph Campbell: “debemos estar dispuestos a librarnos de la vida que planeamos, a modo de tener la vida que nos está esperando”

Este relato se reafirma con lo que se llama "la ilusión del punto medio". Esta ilusión nos dice que en cierto lugar, entre la ilusión completa del Deseo de Recibir Sólo para Sí Mismo y una vida de completa oscuridad, hay un agradable jardín de mediocridad. Un lugar tranquilo donde podemos ver televisión, ser caricativos, reflexionar sobre espiritualidad  y acumular fondos de reserva o retiro. Destruir la ilusión del punto medio nos lleva a comprender que no hay punto medio. Estamos en el camino de la Luz o en el camino de la Oscuridad, en el camino de INTEGRIDAD o en el camino de la DESINTEGRIDAD. 

El secreto de la culminación es el de erradicar el casi. Eliminar el bastante bien y el bastante cerca. Rav Áshlag se refería frecuentemente a la perseverancia diciendo "hay un tesoro en tu ático, y una escalera con diez peldaños que conduce a él. Te detienes en el noveno. Podrías pensar que avanzaste demasiado, el mundo también podría pensar que avanzaste demasiado, pero sólo estás en el noveno peldaño, no has logrado nada".

No hay comentarios:

Publicar un comentario