martes, 21 de febrero de 2017

El origen de la enfermedad



La homeostasis es el mecanismo de autocorrección del cuerpo. Dicho mecanismo mantiene el equilibrio adecuado de niveles de azúcar en sangre, hormonas, niveles de ácido, niveles de oxígeno, temperatura corporal, frecuencia respiratoria, flujo cardíaco, etc.

La homeostasis es el estado en el que todo tipo de medidas fisiológicas se mantienen en el nivel óptimo. En la mayoría de los casos, una homeostasis normal equivale a una buena salud. La homeostasis está controlada por una parte primitiva del cerebro, el sistema límbico o mesencéfalo, que es el hogar del sistema nervioso autónomo.

El sistema nervioso autónomo funciona de modo automático y se compone de dos partes: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. Podemos asimilar el sistema nervioso simpático con el acelerador: se activa de modo inmediato ante situaciones de emergencia y estrés, moviliza y usa mucha energía, y con rapidez. El sistema nervioso parasimpático constituye el freno: reduce la velocidad, conserva y almacena la energía, nos permite hacer una buena digestión, repara a largo plazo. El estrés lo desactiva.

Los mecanismos de respuesta fisiológicos de los cuerpos animales, y también de los nuestros, están magníficamente diseñados para adaptarse a emergencias Joe Dispenza, uno de los protagonistas del documental científico ¿¡Y tú qué sabes!?, nos habla del cerebro en relación con el origen de las enfermedades y nos da las claves para un cambio interno sólido, el cual está en la base de un estado de salud óptimo duradero. 

Joe Dispenza impartió una conferencia – taller sobre este tema en el contexto de la última edición del Festival Inspira Consciencia organizado por Alambar Sinapsis, cuyo contenido hemos adaptado en este artículo. físicas a corto plazo. Tanto si estás huyendo para salvarte de las zarpas de un león como si eres el león persiguiendo a tu presa, para la mayoría de animales de este planeta el acontecimiento suele acabar rápido: es cuestión de comer, huir o ser comido. Se activa el sistema nervioso simpático justo durante el tiempo necesario, y posteriormente el sistema nervioso parasimpático repone la tranquilidad y las fuerzas.

Sin embargo, los humanos pueden preocuparse por todo tipo de cosas durante meses, y crear así un estado constante de vigilancia. Provocamos exactamente la misma respuesta de supervivencia que la del animal salvaje cada día. Pero nuestros cuerpos no están diseñados para el estrés a largo plazo. El estrés prolongado conlleva el desequilibrio homeostático y con ello el colapso físico del cuerpo. Cuando activamos una respuesta de estrés y no podemos desactivarla estamos destinados al padecimiento y muy posiblemente a la enfermedad.

EL ESTRÉS. Existen cuatro tipos de estrés.

1. El estrés físico afecta directamente al cuerpo. Accidentes, caídas, abrasiones, torceduras, esguinces, contusiones, cortes, pinchazos, fracturas, etcétera activan este estrés. También los excesos (de comida, de ejercicio físico, etc.) y las insuficiencias (hambruna, falta de nutrientes, etc.).

2. El estrés químico también afecta directamente al cuerpo. Se produce con la proliferación en el cuerpo de agentes nocivos, o bien por la carencia de agentes necesarios. Drogas, venenos, contaminantes, pesticidas, metales pesados, inhalantes nocivos, aditivos alimentarios, demasiado azúcar, demasiado alcohol… También malos hábitos alimentarios, deficiencias nutricionales, desequilibrio hormonal y desequilibrios químicos en el cerebro y los neurotransmisores pueden dar lugar a estrés químico.

3. El estrés de frecuencia electromagnética es ocasionado por las líneas invisibles de fuerza que rodean los dispositivos eléctricos: el WiFi, los teléfonos móviles, los cables de alta tensión, los rayos X, las instalaciones eléctricas, Internet, los inalámbricos, etc. Se estima que este mar de ondas energéticas creado por nuestra adicción a las cosas eléctricas es 100 millones de veces superior al de hace 100 años. Los teléfonos móviles alteran la forma como las neuronas generan proteínas, y ello favorece la formación de tumores. Esto es una certeza en el ámbito científico, pero no se difundirá entre la población hasta dentro de cinco o diez años. -El estrés emocional o psicológico se genera por muy distintas circunstancias de la vida: tragedias familiares, problemas económicos, plazos de entrega, cambios de trabajo, pérdida de un ser querido, atascos, divorcios, problemas informáticos.

4. Además, en los seres humanos cualquier tipo de estrés acaba siendo estrés emocional y psicológico: las lesiones, las enfermedades o las adicciones, cualquier cosa que perturbe el normal funcionamiento del cuerpo y del cerebro es percibida como un problema y así alimenta este tipo de estrés. Cuando se activa la respuesta de estrés emocional vivimos en un estado de supervivencia común a la mayoría de especies animales. En el estado de supervivencia, las sustancias químicas que se crean en el cerebro y en el cuerpo hacen que el cerebro ‘racional’ centre toda su conciencia en el cuerpo, el entorno y el tiempo. En el estado de supervivencia la norma es esta: el cuerpo es lo primero. Cuando la reacción de estrés emocional, de supervivencia, aparece en un ser humano, la cosa se complica por la capacidad de éste para pensar. Ante la situación percibida como amenazante el ser humano puede barajar posibilidades múltiples. Y si hay tiempo por delante puede estar cavilando en ese problema durante horas, días, meses… La mente intenta predecir una situación futura basándose en recuerdos del pasado. Cuando no podemos predecir un resultado conocido, o bien cuando prevemos que este resultado nos conllevará dolor, nos encontramos en el estado de supervivencia llamado estrés. El estrés psicológico constante es una invención reciente que puede enfermarnos y que de hecho nos enferma, porque el cuerpo nunca encuentra su equilibrio homeostático. Al no encontrarlo memoriza como estado de ser un nuevo ‘equilibrio’, el estrés, y esto hace más difícil todavía desprenderse de él.

CÓMO LOS PENSA-MIENTOS NOS ENFERMAN

Los humanos somos más complejos que las otras criaturas de la naturaleza. Estamos mucho más sofisticados cognitivamente. Tenemos un gran cerebro racional, el neocórtex, el cual dispone de un enorme banco de memoria. Y, a diferencia de otras especies, con nuestro gran neocórtex podemos activar la respuesta al estrés pensando en un factor estresante potencial. Un factor estresante ‘potencial’ no es un peligro inminente, sino algo que puede ocurrir.

Esto lo anticipamos según la experiencia de la vida que nos dan nuestros recuerdos. La respuesta de estrés genera unas sustancias químicas que comunican al cuerpo que debe responder. Lo que nos ocurre a los humanos es que podemos experimentar emociones muy fuertes relacionadas simplemente con nuestros pensamientos. Y podemos activar la respuesta al estrés con nuestros pensamientos con tanta precisión que podemos generar en el cuerpo el mismo cambio químico que habría tenido lugar si el acontecimiento hubiese ocurrido de verdad. 

Así los humanos generamos cambios en la fisiología corporal sólo por nuestros pensamientos. Alteramos nuestra homeostasis, o, lo que es lo mismo, perdemos nuestro equilibrio interno sólo con nuestros pensamientos. Lo desequilibramos a favor del estrés. Es así como nuestros pensamientos nos enferman. Las reacciones que se desatan a raíz de sentirnos amenazados son reacciones primitivas de dolor, miedo, ansiedad… 

Si son sostenidas empiezan a desregular los genes. Se generan proteínas de menor calidad y el cuerpo se resiente. El efecto a largo plazo es el desgaste de los genes. ¿Qué activa a los genes que nos perjudican, los del cáncer por ejemplo? La repetición de la misma emoción negativa, impulsada por el estrés.

ESTRÉS RÁPIDO Y ESTRÉS LENTO

Hemos dicho antes que el sistema límbico o mesencéfalo, hogar del sistema nervioso autónomo y controlador del equilibrio homeostático, es una parte primitiva del cerebro. La respuesta rápida de estrés motivada por cuestiones de supervivencia, que compartimos con los animales, viene dada por esta parte primitiva. El cerebro primitivo, que es el que ofrece en los animales la respuesta de estrés, estimula el flamante y novedoso neocórtex humano, responsable de la función del pensamiento, para que piense de tal manera que genere también una respuesta de estrés. El pensamiento permite que esta respuesta de estrés se prolongue en el tiempo. Desde un punto de vista químico el estrés rápido, activado por el primitivo mesencéfalo, se caracteriza por la liberación al cuerpo de adrenalina y noradrenalina. Esta liberación tiene lugar de modo instantáneo, o en pocos segundos. 

Cuando el cerebro primitivo llama a la puerta del neocórtex para que se sume a la fiesta entran en juego unas hormonas que se desarrollan en el cerebro llamadas neuropéptidos, las cuales pasan al flujo sanguíneo e influyen también en las glándulas para que generen otros tipos de sustancias químicas relacionadas con el estrés. Este proceso ya no tiene lugar en escasos segundos, sino que puede prolongarse durante minutos u horas. Las células tienen receptores que acogen tanto los nutrientes como los distintos tipos de sustancias químicas que son vertidas al cuerpo. El problema es que cuando dichos receptores se acostumbran a recibir una sustancia específica se ‘especializan’ en la captación de aquella sustancia, y quedan menos receptores disponibles para recibir otras sustancias, los nutrientes incluidos. 

Esta es la base de la adicción. El sentir del cuerpo estimula pensamientos en sintonía con esas sensaciones, los cuales estimulan aún más esas sensaciones… El cuerpo entero se convierte en la mente. Nuestros pensamientos son controlados por nuestras sensaciones o nuestros sentimientos. En base a esto, si lo que debería ser una reacción emocional correspondiente a un momento o a una circunstancia se prolonga unas horas o unos días ese es nuestro humor. Si se prolonga durante muchos días, o incluso meses, ese es nuestro temperamento. Si permanece durante muchos meses, incluso años, se constituye en un rasgo de nuestra personalidad. Ya no creemos ser distintos de aquello.

LOS EFECTOS DEL ESTRÉS A LARGO PLAZO

En estado de estrés la energía se deriva hacia las extremidades (piernas y brazos), preparándolas para la acción. Al ocurrir esto, no queda en el cuerpo central la suficiente energía disponible. Ello afecta a distintos procesos metabólicos, donde aparecerán irregularidades. El sistema inmunológico tampoco tendrá la energía suficiente. Ello facilitará el avance de las células cancerígenas por ejemplo. ¿Qué importa lo que comas, que tu menú sea vegetariano, etc., si estás estresado o neurótico? Tus receptores celulares estarán más predispuestos a incorporar esta química que la de los nutrientes. Entonces padecerás diverticulitis, o estreñimiento, o úlceras… Quien está con el sistema simpático activado no puede absorber la comida adecuadamente. El sentido de la oración antes de comer es liberar estrés y así preparar al cuerpo para que pueda procesar bien los alimentos. 

¿Qué son los problemas cardiovasculares? Activas tu corazón, lo haces presto a la acción, pero por otra parte no actúas, no llevas a cabo una respuesta práctica. Es como apretar el acelerador y el freno al mismo tiempo. Ello puede dar lugar a tensión arterial alta, taquicardias, arritmias… Las glándulas suprarrenales liberan la adrenalina. Si esta se malgasta en un estrés constante llega el momento en que al cerebro le falta una correcta activación y ahí tenemos una depresión, o fatiga crónica. El escáner revela que la depresión y la ansiedad tienen el mismo aspecto. La depresión nos remite hacia el pasado, y la ansiedad hacia el futuro. En ambos casos estamos fuera del momento presente. El estrés nos hace preocuparnos; nos evade del presente. Las glándulas suprarrenales producen otra sustancia característica del estrés, la cortisona. La cortisona aumenta la respuesta ante el dolor. 


Pero si no hay un peligro real y la cortisona persiste los tejidos se endurecen. Ello puede provocar desviaciones de columna, etc. La cortisona afecta también negativamente al hipocampo, que es la parte del cerebro a la que le encantan las nuevas experiencias. Asimismo, crea daños en el sistema inmunológico. Otros efectos del estrés prolongado: el páncreas se resiente y puede aparecer la diabetes. La alteración del sistema inmunológico facilita la aparición de reuma, alergias, asma, artritis, etc. 

El cerebro también se ve afectado; tenemos menos memoria y menos capacidad de acción y reacción. Hay afectaciones también sobre la libido, sobre la fertilidad, sobre la potencia sexual. Puede conllevar abortos naturales. También podemos padecer insomnio, adicciones, trastornos de comportamiento obsesivo- compulsivo… Y envejeceremos antes, al colapsarse los tejidos. A raíz de todo esto te puedes preguntar: ¿a quién están afectando mis pensamientos íntimos y reacciones emocionales en realidad? ¿Hay alguien o algo que realmente valga tanto la pena?


INVOLUCIÓN Y EVOLUCIÓN


Si estamos anclados en el ‘modo supervivencia’, condicionados por el miedo y el estrés, nos hallamos en una situación involutiva. En este caso nuestra conciencia está en el cuerpo-entorno-tiempo: el entorno o el cuerpo nos hacen pensar. El sujeto del pensamiento es el miedo a lo desconocido que no podemos predecir, y que intentamos predecir a partir de los recuerdos conocidos. De modo que nuestros pensamientos no están en el presente, sino ubicados en el pasado o en el futuro. Se genera una reacción de estrés lento, de resultas del cual el cuerpo acaba por sufrir un colapso biológico y no se puede curar de forma innata.

Si estamos anclados en el ‘modo creación’, generando amor y alegría, nos hallamos en una situación evolutiva. En este caso la conciencia está en el pensamiento; pensamos a pesar del entorno y el cuerpo, y nos sentimos presentes aquí y ahora. Aceptamos lo desconocido como una aventura, y utilizamos los recuerdos conocidos y lo conocido para desarrollar nuevas posibilidades. En este caso el neocórtex controla el cerebro primitivo, y se crean nuevos circuitos en el cerebro. 

El cuerpo se libera del estrés, de modo que se produce un nuevo equilibrio. En el ‘modo supervivencia’ llevamos a cabo acciones y elecciones previsibles, puesto que basamos el futuro en el pasado. En este caso no existe verdadero libre albedrío. En el ‘modo creación’ nuestro comportamiento y nuestras elecciones son imprevisibles y poco convencionales, porque basamos el futuro en el momento presente. Entonces ejercemos el libre albedrío.

¿PUEDO CAMBIAR?

¿Estoy condicionado por la genética a ser quien soy? ¿Realmente puedo cambiar, por más que me lo proponga? La ciencia ha demostrado que las emociones, los sentimientos y los pensamientos de ambos padres tienen un efecto considerable sobre la genética en el momento de la concepción, y horas antes de que la fecundación tenga lugar. Es la impronta genómica. ¿Es el futuro niño el resultado del instinto de supervivencia, del egoísmo, de la pasión, de la violencia en la concepción? ¿O bien el resultado de un acto de creación fruto de la generosidad, del amor, del idealismo? 

Según el caso se le van a activar unos genes u otros. Si el niño nace de la lujuria nace de la carne; si nace del amor nace del espíritu. Hay tribus africanas en que los futuros progenitores ayunan y van a su interior antes de realizar el acto sexual creativo, para poder dar lo mejor de sí mismos en ese momento. Ya durante el embarazo, el feto está en comunicación constante con el flujo sanguíneo materno; los pensamientos, sentimientos y conductas de la madre le afectan enormemente. Si la madre padece estrés crónico el niño va a experimentar alteraciones fisiológicas; pueden verse afectados sus riñones, su cerebro, su corazón.

Tras el parto, la genética se ve influida por el entorno. Si es un entorno en que priman la agresión y el miedo el niño se adapta a través de la experiencia; memoriza un estado de supervivencia y se ralentiza el desarrollo del cerebro y del cuerpo. Los genes activados están en sintonía con estas circunstancias.

Pero con las condiciones adecuadas el niño puede activar sus genes positivos; puede hacer cambios medibles. Experimentos con adultos también han demostrado que es posible desactivar unos genes y activar otros. En un experimento se dividió a personas diabéticas en dos grupos: uno de los grupos observaba una conferencia muy aburrida mientras ingería una buena comida. Este grupo aumentó la glucosa en sangre de un modo peligroso. Al otro grupo le fue ofrecida también una buena comida, pero a la vez se les dio a presenciar una comedia. Se lo pasaron bien, y el nivel de glucosa subió apenas por encima de lo normal. ¡Aquellas personas habían activado 23 genes; habían apagado las luces correspondientes a la diabetes y activado las correspondientes a la salud! ¿Qué no podrían conseguir con una intención sostenida?

EL CAMBIO

El 90% de quienes creemos que somos son nuestros programas automáticos: hábitos, comportamientos, actitudes…, que no son otra cosa que flujos de pensamientos. Un solo pensamiento o sentimiento activa todo un programa, que se inicia automáticamente y que nos hace pasar el 90% del día dormidos, respondiendo con un repertorio de comportamientos para cada circunstancia. A menudo nos quedamos incluso anclados con situaciones que detestamos: esa situación indeseable hace subir nuestros niveles de adrenalina, y así es como acabamos adictos a ella. Sentimos que dejarlo sería… ser nadie.

Los sentimientos y las emociones son el producto final de la experiencia. Y generan experiencias iguales. Quienes siempre evocan el pasado no están cambiando. Su entorno tampoco cambia. Si nosotros no cambiamos, los demás están allí para que podamos sentir esa emoción a la que somos adictos. Ese es su papel. Imagina que tu ex marido te traicionó y que conservas tu rencor por ello. Con tu nuevo marido ocurrirá lo mismo, puesto que tú continúas recreando aquella traición. La alternativa es ver el evento doloroso como una gran oportunidad en tu vida, y te preparas para que acontezca algo nuevo.

Debemos ser valientes y saber que hay algo más. Naturalmente, habrá que luchar. La química de la supervivencia nos hace temer lo desconocido. Cambiar es como cruzar un río salpicado de peligros y cuya agua está fría. Algunos se echarán atrás nada más poner un pie en el agua. Otros irán más allá. Solo algunos llegarán al otro lado, y estos encuentran una vida nueva, un entorno nuevo. Como premio adicional, habrán conseguido desarrollar más su cerebro: en la Universidad de Princeton se ha demostrado que nuevas experiencias en un entorno cambiante generan nuevas neuronas.

El problema que debemos afrontar es que el cuerpo, que debería ser el discípulo, se ha convertido en maestro. El cuerpo va por su cuenta guiado por lo que ha adquirido inconscientemente por las costumbres. Dichas costumbres son el resultado de una misma costumbre de pensamiento. Y no son fáciles de quitar. Si intentas cambiar, las células, que han adaptado sus receptores a recibir ciertas sustancias, se rebelan; entonces te vienen voces como las siguientes: “No lo vas a conseguir.” “Hoy no; puedes empezar mañana.” Aquí tenemos un conflicto entre lo que hemos decidido mentalmente y lo que pide el cuerpo. Esta tensión no es fructífera. Para obtener resultados la mente y el cuerpo deben trabajar al unísono.

Tenemos que entrar en el sistema operativo, en el inconsciente. Hay que hacer conscientes los patrones que determinan las maneras de sentir del cuerpo. Así sacamos la mente del cuerpo y la ponemos donde le corresponde estar: en el cerebro. Desde ahí la mente podrá dirigir el proceso conforme a nuestros intereses.

El cambio puede ocurrir desde el momento en que tomamos conciencia e interrumpimos nuestro pensamiento neuroquímico habitual. Entonces las viejas conexiones sinápticas se alteran. Ahora impedimos que las mismas sustancias químicas generadas por los pensamientos alimenten el cuerpo. El evolucionado neocórtex ya no está bajo las órdenes del cerebro primitivo, sino que está al mando. Y va a motivar que la química del bienestar invada mi cuerpo en sustitución de la del miedo.

La mente consciente no puede detener los programas automáticos con simplemente quererlo en ese momento, o enojándose con ellos. Intentarlo sería como gritarle al ordenador para que se resolviese un problema informático. Lo que hay que hacer es entrar en el sistema operativo, esto es, ir a lo profundo.

LOS PASOS

Paso 1. Detectar las emociones Primero detecto mis reacciones tal cual se producen. Pongamos por caso que uno de mis problemas es la ira. La reconozco y me pregunto: “¿Me estoy amando y respetando a mí mismo de esta manera?” Tengo presente que la mente debe estar al mando del cuerpo y controlo la reacción. Decido que “hoy no voy a pasar por eso”. Viene el acontecimiento perturbador y reconozco la emoción asociada en el preciso momento en que dicha emoción asoma… y opto por otra reacción.


Paso 2. Evaluar Una persona que ha memorizado el sufrimiento en la gran mente que es su cuerpo tiene una retahíla de pensamientos negativos en los que cree. Son pensamientos que ya no dependen de un acontecimiento actual. ¡Incluso tal vez ha desaparecido ya el recuerdo del acontecimiento!, pero la infelicidad continúa. Nos hemos habituado a ella. 

Es importante reconocer esto, porque para poder crearnos un destino tendremos que crear nuevos estados internos. Y hay que empezar por sacar al consciente aquello que esté en el origen de esa infelicidad. Profundizo; dedico tiempo a evaluar mis pensamientos y acciones, observando mis patrones repetidos: “¿Qué reacción tuve o quise tener? ¿Qué emoción la motivó? ¿Qué pensamientos había por detrás de esa emoción?” Al final del día evalúo cómo me ha ido: “¿Quién estaba siendo hoy? ¿En qué estaba pensando? ¿Qué estaba haciendo? ¿Hasta qué punto he estado presente hoy?”

Debo tener presente que mi cuerpo intentará boicotearme. Cuando decido romper con un ciclo nocivo de causa y efecto el cuerpo se sorprende y pide seguir recibiendo las sustancias a las que ha habituado a sus receptores celulares. De modo que el cuerpo inducirá pensamientos al cerebro para que todo continúe igual, como antes. ¡Esos pensamientos son del cuerpo; no del cerebro en realidad! ¡El sirviente (el cuerpo) está pensando por mí! 

Debo tener astucia y valorar el hecho de que yo tenga un pensamiento no significa necesariamente que ese pensamiento sea verdad. No son verdad los pensamientos condicionados. Evadirme tampoco me servirá. Si voy y enchufo la tele no ganaré nada. Esta estrategia no funciona en el campo cuántico. Con frecuencia el dolor, el vacío y la infelicidad nos impulsan a crear una fachada y a buscar experiencias que nos distraigan. Pero si vivimos así cuando morimos todo sigue igual en nosotros más allá de la muerte; no hemos evolucionado.


Paso 3. Idear lo nuevo Lo siguiente es plantearnos las grandes preguntas sobre en quién queremos convertirnos para que podamos enamorarnos de nosotros mismos. “¿Qué quiero cambiar de mí mismo que no me gusta? ¿Cómo puedo mejorarlo la próxima vez? ¿Cómo quiero pensar? ¿Qué quiero hacer? ¿Quién quiero ser?” Responder estas preguntas quizá implique cierto aprendizaje. Cada día debemos encontrar tiempo para ensayar mentalmente una nueva forma de pensar, hacer y ser. Así reorganizamos un nuevo nivel mental. ¡Puede ser divertido! Nos enamoramos de un nuevo ideal y no volvemos la vista atrás jamás. 

El cerebro se reorganizará para captar nuestros esfuerzos. Gracias a las dimensiones de nuestro lóbulo frontal podemos hacer que el pensamiento sea más grande que cualquier otra cosa. Cuando nos centramos en algo, en este caso en nuestro cambio, el lóbulo frontal ajustalos volúmenes; reduce el volumen del tiempo y el espacio y nos absorbemos en nuestra propia intención. En el proceso de creación nos olvidamos de nosotros mismos, del entorno, del tiempo. Si estamos tan implicados en crear una nueva mente que nos olvidamos del tiempo y el espacio mientras recreamos aquello que queremos ser, el campo cuántico registra aquello como que ya ha ocurrido.

INTENCIÓN + EMOCIÓN

Hay dos factores que deben trabajar unidos: la intención y la emoción. Se han hecho experimentos en que se ha pedido a la gente que, con el fin de cambiar un patrón, le pusiesen intención o bien emoción. Estos grupos no consiguieron resultados significativos. Un tercer grupo fue invitado a poder intención y emoción a su cambio. Este grupo consiguió desovillar el 25% de su ADN. ¡Tengamos en cuenta que normalmente solo expresamos el 1,5% de nuestro ADN! El ADN puede ser desovillado; podemos apagar los genes que no nos interesan, activar los que nos convienen. Los genes no constituyen el punto final, que lo determina todo. ¡Son más bien el trampolín desde el que saltamos! Si no damos el salto, estaremos determinados por la genética de nuestros progenitores. Pero podemos dar este salto.

La intención es el campo eléctrico. La emoción es el campo magnético. Si van a la par generamos un potente campo electromagnético que nos permite cambiar o sanar. Vale la pena que nos preguntemos cuál es el campo electromagnético que estamos generando cada día: ¿es armónico, constructivo, motivador, coherente? El cerebro del hombre está conectado con la intención. El de la mujer, con la visión global.

El cerebro de la mujer ve todas las probabilidades a la vez; está genéticamente diseñado para ver la totalidad. Por eso la mujer puede entregarse a un resultado sin necesitar pruebas para confiar. Esta tendencia es la mitad de lo que se necesita para crear. La otra mitad consiste en tener ideas fijas. El reto de la mujer consiste en desarrollar este aspecto de dirección, de intención. El reto del hombre es inverso; tiene que aprender a confiar en sus sentimientos. Y son ambas cosas, el amor inteligente sumado a la inteligencia del amor lo que nos lleva a cambiar nuestro destino.

Cuando rezamos debemos sentir como nuestra demanda es realizada en aquel mismo momento. Así es como nuestro campo electromagnético afecta al campo cuántico. El campo cuántico es la mente superior. Esta mente superior es la inteligencia que nos mantiene vivos, y es la misma inteligencia que crea el movimiento de los planetas. Se trata de interactuar con esta inteligencia con el fin de cambiarnos a nosotros mismos o con el fin de sanar.

Para estimular la intención y la emoción trabajemos pues sobre nosotros mismos con la actitud de saber que el cambio que queremos ya se ha producido. Ello estimulará nuestra voluntad, nuestra alegría, nuestro amor. Nuestro entusiasmo. Necesitamos entusiasmo para conseguir resultados. Con el entusiasmo generamos nuevas sustancias químicas, la química de la felicidad, y progresivamente vamos adaptando nuestros receptores celulares a recibir esta química. Nos tenemos que forjar un campo electromagnético tal que nada de fuera pueda cambiarlo. Hay gente que consigue forjarlo para mal, y entonces es adicta al sufrimiento. Pero también se puede hacer para bien, y convertirnos en ‘adictos’ a la alegría.

Saber que el cambio que queremos en nosotros ya se ha producido no solo sirve para estimular nuestro ánimo. Para el campo cuántico no existe el tiempo, de modo que, cuando recreamos nuestro nuevo yo, para el campo cuántico ese nuevo yo ya está ahí. Debemos sentir ese yo; no solo pensar en él. Las experiencias de nuestra vida que mejor recordamos son las que estuvieron asociadas con emociones. En este caso necesitamos dotar a nuestro nuevo yo de emoción para que el campo cuántico lo memorice y consolide. En cambio, nuestros recuerdos indeseables deben ser desprovistos de su emoción. No podemos eliminar dichos recuerdos, pero sí desproveerlos de emoción, por medio de no recrearlos. Así se transforman en la sabiduría que será la base, el cimiento para construir ideas mayores. Otra forma de generar entusiasmo es con la expectativa. Piensa: “si realmente cambio mi mente, ¿no debería cambiar algo en mi vida?” ¡Pues claro que sí!

Tu cambio interior atraerá nuevas circunstancias en tu vida. Así pues, pide un resultado, y, para que sea todavía más estimulante, para que tengas ganas de repetirlo mañana, que dicho resultado sea sorprendente. Pide que la vida te sorprenda para bien con hechos que sean conformes a tus cambios internos. A mí me han pasado cosas maravillosas. Y siento tanta admiración y aprecio por la vida que no cambiaría nada: ¡todo ha valido la pena para llegar donde me encuentro ahora! Y mi confianza me lleva a agradecer no solo lo que me ha acontecido, sino también lo que está por acontecer. ¿Puedes dar las gracias por cosas que aún no tienes, que aún no te han pasado, pero que están ahí como potencial? Este es otro punto interesante de cara a alimentar tu cambio.

UN EJEMPLO

Hubo el caso real de un niño de nueve años que padecía leucemia y que estaba en fase terminal. El niño dijo que necesitaba una pistola para disparar al cáncer. Un allegado suyo le construyó una pistola ficticia. El niño, por su parte, dibujó su cáncer sobre un papel. Cada día, con toda su alma, disparaba al cáncer. Iban sacando ‘cáncer’ del papel, separando trozos. Lo hicieron durante dos semanas. El médico dijo que no mejoraba. Pero el niño no se rindió. Lo siguiente que hizo fue probarlo con una espada, con la que apuñalaba a la enfermedad sobre el papel, mientras escuchaba la banda sonora de la película Rocky, la cual estimulaba su ánimo guerrero. Una semana después llegaba la buena noticia: no había rastro de la leucemia en el cuerpo del niño. Los pensamientos y sentimientos del niño elevaron el estado de su mente y de su cuerpo. El campo electromagnético que generaba era de salud, de modo que desde el punto de vista del campo cuántico este niño estaba sano. Es un ‘efecto placebo’ real: actúa como si estuvieras sano, y todo se va a regenerar. Para ello no basta con pasar del ánimo negativo a un ánimo neutral; hay que activar nuevos genes, y ello requiere intención pero también entusiasmo.

NO LO DEJES

Cada mañana cuando me despierto mi meditación tiene que ver con el mayor ideal de mí mismo. No me levanto hasta que he incorporado a esa persona que quiero ser. Así me voy enamorando de mí mismo. Si dejara de hacerlo seguramente volvería a mis antiguos hábitos. Dedica tiempo constantemente a reexaminarte. Eres una obra de arte inacabada. Puedes cambiar en cualquier momento. Pero ya no es el entorno el que absorbe tus pensamientos. Siempre eres consciente y estás aprendiendo para poder evolucionar como persona. Podemos demostrar fácilmente, de forma natural y repetidas veces, que podemos crearnos un nuevo yo con una nueva mente a voluntad. Ello nos llevará a experimentar la ley cuántica, la ley natural de la Atracción: el entorno responde a la mente y atraemos una nueva vida equivalente a nuestra nueva mente. Otro punto: cuando superamos un estado mental afligido damos; somos desprendidos y pensamos en cómo podemos contribuir al bienestar de los demás. Personajes como Gandhi o Luther King actuaban como si su sueño ya fuese una realidad. Su cuerpo, su mente y su emoción funcionaban al unísono. 

Joe Dispenza, uno de los protagonistas del documental científico ¿¡Y tú qué sabes!?, nos habla del cerebro en relación con el origen de las enfermedades y nos da las claves para un cambio interno sólido, el cual está en la base de un estado de salud óptimo duradero. Joe Dispenza impartió una conferencia – taller sobre este tema en el contexto de la última edición del Festival Inspira Consciencia organizado por Alambar Sinapsis, cuyo contenido hemos adaptado en este artículo.

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