viernes, 23 de septiembre de 2016

Somos un todo y todo está interconectado

Todo está relacionado con todos y en cada uno. Y al mismo tiempo cada uno de nosotros hace la diferencia a través de lo que percibe como “realidad”.


El observador es la clave de todo lo que se percibe desde la mente dual. Por eso, los estados emocionales expresan la interpretación que cada uno tiene del mundo. Y esas “emociones y pensamientos generan ondas que pueden materializarse en el mundo físico”.

El Dr. Christian Boukaram es oncólogo, especialista en física nuclear y neuropsicología y trabaja en el Hospital Maisonneuve-Rosemont de Montreal. En su libro, El poder anticáncer de las emociones, da fé de un cambio de paradigma, fomenta el diálogo médico-paciente y considera a la persona como un todo. A lo largo del libro comenta casos de pacientes que han salido adelante tomando un papel activo a partir de un triángulo inseparable: Emociones, Cuerpo y Conciencia.

Para Boukaram “las células cancerígenas se multiplican de forma aislada, sin saber que lo que hacen en el interior del cuerpo lo daña y lo destruye. Es decir, se disocian de su entorno y lo invaden, pero esto no sucede por sí solo, sino que es el ambiente de nuestras células las que generan su salud o enfermedad; cada una de nuestras células come, bebe, respira, digiere, evacua y se reproduce. Está provista asimismo de una piel (membrana) que la protege, de estructuras que la sostienen y de electricidad que la estimula. La respiración, la dieta y la mente son el viento, el agua y el fuego de nuestras células. Por lo tanto, somos para nuestra mente todo su universo y está conectado con todo lo que vivimos”. De alguna manera “las células cancerígenas están desligadas de su entorno, se comportan de manera similar al ego”.

En referencia a estudios epigenéticos sostiene que “el ADN de las células se adapta al entorno (bioquímico, social, ambiental, emocional, electromagnético) de manera que podemos modificar nuestro ADN, porque el entorno inmediato de nuestras células somos nosotros mismos”. Y nuestras células se comunican entre sí, colaboran entre ellas y al mismo tiempo, con el resto del universo. Nos da la sensación que nuestra piel nos separa de los demás pero “en realidad nuestras células, átomos, piel y cuerpo interactúan con el universo”.

De la misma manera que cuando la cuerda de una guitarra vibra, y el resto también lo hace con la misma frecuencia sin que nadie las toque, nosotros “transmitimos nuestros pensamientos a nuestras células y eso afecta a nuestro entorno y a todo nuestro cuerpo, incluido el ADN”. Esta resonancia es un medio de comunicación “instantáneo”. Las células reaccionan al sufrimiento “según un modo de supervivencia”. Todo, la materia incluida, se compone de “haces de energía que vibran. Las vibraciones son información codificada en sistemas”.

En Bioneuroemoción sabemos que nos relacionamos con nosotros mismos a través de los demás, así es la percepción del mundo dual. Sin embargo, como la separación no es posible, resonamos con todos, desde las personas que tenemos más cercanas hasta las que tenemos un contacto más esporádico. Nos proyectamos en los demás para poder vernos a nosotros mismos.

En el libro Este no es el Evangelio que quise ofrecerte, Enric Corbera nos dice: “Para experimentar la separación es imprescindible crear un instrumento con el cual percibirla". Entonces fabricaron una unidad biológica: el cuerpo. La unidad biológica tenía un órgano, el cerebro, capaz de regular las frecuencias, de percibir a través de los sentidos una realidad determinada. Esta realidad se manifiesta en una estrecha franja de las infinitas frecuencias que la rodean. Así, el cerebro, que es emisor/receptor, solo percibe una estrecha banda de frecuencias: y lo que observa también vibra a esas frecuencias, de tal forma que, cuando se tocan, se perciben como algo separado.

Y en otro momento, nos recuerda que la Mente Original es como un tapiz y que “diferentes partes de este tapiz decidieron experimentarse de distintas maneras. Todas ellas interconectadas y formando una sola Unidad decidieron jugar a no ser lo que en realidad son, a experimentar el ‘no ser’ para saber lo que en verdad son”. 





Boukaram, C. El poder anticáncer de las emociones. Ed. Luciérnaga, 2013.

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