viernes, 9 de septiembre de 2016

Buscamos al centésimo mono

Buscamos al centésimo mono


La habilidad de la metáfora es sugerir un objeto con el nombre de otro y, en este sentido, siempre tiene la capacidad de crear. 
Buscamos al centésimo mono
El Fenómeno del Centésimo Mono ha sido discutido por falta de datos científicos que permitan comprobar la teoría. Sin embargo, verdad o mentira, el poder de la metáfora divulgada por Lyall Watson resuena en muchísimas personas. 
Lyall Watson (1939-2008) fue explorador, científico rebelde y pensador. Su interés por el comportamiento animal le llevó a conocer la antropología, la química, la botánica, la etología y la zoología entre otras disciplinas resistiéndose al planteamiento compartimentado de las ciencias oficiales. “Todo lo que hago, es mirar, escuchar y tratar de dar sentido a lo que me parece, en términos biológicos”. Su contribución más conocida es la Teoría del Centésimo Mono propuesta en el libro publicado en 1979, Marea vital: la biología de lo inconsciente (Lifetide: A Biology of the Unconscious).
En este libro se hace de eco de lo siguiente: En la década de 1950 un grupo de investigadores japoneses observaban el comportamiento de los monos macacos (macaca fuscata) en la isla de Koshima para saber si podían influir en su aprendizaje.  Los científicos dieron una patata dulce a una hembra de 18 de meses que al probar la patata no se la llegó a comer porque todavía estaba llena de tierra. La mona estuvo unas horas con la patata en la mano hasta que se le ocurrió lavarla en el mar. Entonces se la comió.
La mona mostró a sus hijos cómo lavar las patatas en el mar y también se lo enseñó al resto de monos que se sintieron atraídos, tanto hembras como machos. Los que no se interesaron en absoluto fueron las generaciones de monos más mayores. En muy poco tiempo muchos monos limpiaban las patatas antes de comerlas.
Cuando aprendieron 100 monos el resto de monos aprendió a lavar las patatas aunque no hubieran estado en contacto directo con los monos que sabían lavarlas. Y más allá de la isla donde se encontraban, los monos de islas que estaban a cientos de kilómetros también aprendieron a lavar las patatas antes de comérselas. La suma de la energía del mono número 100 creó la masa crítica imprescindible para la eclosión de una nueva idea. 
Este fenómeno fue bautizado como “El efecto del centésimo mono” y determina que cuando un cierto número de personas alcanza un grado de conocimiento y se crea un campo de comunicación abierto cada individuo tiene acceso a esa misma información.
Además del libro de Watson, el fenómeno fue descrito primero (1975) por el antropólogo Lawrence Blair en su libro Ritmos de la Vision: Cambio en los patrones de creencias  (Rythms of visión: changing patterns of belief) y, posteriormente (1982) por el autor Ken Keyes, Jr. en su libro El centésimo mono  (The hundredth monkey).  En esta misma línea, lo podemos relacionar con el libro Nueva ciencia de la vida (A new science of life) de 1981, en el que Rupert Sheldrake nos habla de las resonancias mórficas y de cómo se puede transmitir información a través de los campos morfogenéticos.
A raíz de este fenómeno Watson escribió: “Una vez se aprende a pensar en la vida de esta forma más amplia, una vez que se puede resistir a la vieja tentación de dividir las cosas en pequeñas piezas convenientes y totalmente artificiales, algunas zonas de este rompecabezas que llamamos vida empiezan entonces a ponerse en su sitio por propio acuerdo, estableciendo conexiones que, de otra forma, son muy difíciles de ver. Rompemos las viejas barreras de percepción y comprensión, como las divisiones que nos fuerzan a afirmar que la zoología y la botánica son disciplinas separadas, que exigen diferentes profesores y diferentes departamentos universitarios. Todo este asunto es ridículo”.
De todo esto, podemos deducir que cuando una idea se comparte, se extiende y se refuerza. Desde la Bioneuroemoción sabemos que cuantas más personas despierten, cuantas más personas sean conscientes de sus responsabilidades, más aumentará la masa crítica. Por eso como nos dice Enric Corbera en el libro El observador en Bioneuroemoción: “no hay que hacer una revolución exterior, hay que hacer una revolución interior. El cambio tan anhelado es un cambio de conciencia, un cambio de pensamientos y sentimientos en relación a todo lo que vengo haciendo en mi vida. Debemos aspirar a ser ese centésimo mono”.
Buscamos al centésimo mono capaz de integrar un nuevo conocimiento y de llevarlo a la práctica. Hay que sentir el nuevo paradigma para poder vivirlo. La emoción es la que alimenta el “campo”.
Fuente:
Fragmento de la conferencia “La biología del ser: una historia natural de la conciencia” Lyall Watson recogida en el libro: Lorimer, D., “El Espíritu de la ciencia”, Ed. Kairós, 2000.

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