Kabbalah significa RECIBIR, el principio y postulado que marcan la esencia de esta gran propuesta para la humanidad. Se basa en la comprensión de que los seres humanos venimos a este mundo a RECIBIR PARA COMPARTIR Y NO A RECIBIR SOLO PARA SI MISMO.
La kabbalah muestra con fundamentos inteligentes, específicos y pragmáticos:
- que todo lo que genera y causa el ser humano es a partir del legítimo derecho que tenemos los humanos de "recibir",
- qué generamos cuando compartimos,
- y qué generamos cuando no lo hacemos y solo "recibimos" para nosotros mismos.
El deseo de Recibir lo atraemos, por ejemplo, cuando vemos la posesión material o espiritual de otra persona y se despierta en nosotros un deseo por poseer algo similar. Entonces vamos y la adquirimos. Es loable, hasta aquí no hay problema.
El Deseo de Recibir Sólo para Sí Mismo lo atraemos cuando poseemos algo material y aún así nos resentimos y envidiamos al vecino por haber comprando lo mismo, aunque esto no afecte a nuestras posesiones. En otras palabras, cuando pensamos que sólo nosotros deberíamos poseerlo.
El cuerpo humano, con todos sus deseos intensos,
es una expresión pura de lo que la Kabbalah llama “inteligencia reactiva”. Si no
se supervisa, el cuerpo se convierte en un agujero negro, su propia atracción
gravitatoria (también conocida como el deseo de recibir para sí mismo) se
vuelve tan grande que succiona todo lo que está a su alrededor.
El alma,
sin embargo, es la manifestación de la inteligencia proactiva de la Luz. Quiere
estar en control, no bajo el control, de las circunstancias externas. Quiere
probar la esencia espiritual de la vida.
Allí yace la mayor decisión en
cada vida, decidir entre el cuerpo y el alma, entre el deseo reactivo y el deseo
proactivo, entre la Luz y la oscuridad.
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