jueves, 19 de agosto de 2021

El terror a lo igual

 " El terror de lo igual alcanza hoy todos los ámbitos vitales. Viajamos por todas partes sin tener ninguna experiencia. Uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento"

-Byung-Chul Han- 




Por: Byung-Chul Han




Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual. La proliferación de lo igual es lo que constituye las alteraciones patológicas de las que está aquejado el cuerpo social. Lo que lo enferma no es la retirada ni la prohibición, sino el exceso de comunicación y de consumo; no es la represión ni la negación, sino la permisividad y la afirmación. El signo patológico de los tiempos actuales no es la represión, es la depresión. La presión destructiva no viene del otro, proviene del interior.

La depresión como presión interna desarrolla unos rasgos autoagresivos. El sujeto que, viéndose forzado a aportar rendimientos, se vuelve depresivo en cierta manera se muele a palos o se asfixia a sí mismo. La violencia del otro no es lo único que resulta destructivo. La expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente: la autodestrucción. En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos.

A causa de su positividad, el violento poder de lo igual resulta invisible. La proliferación de lo igual se hace pasar por crecimiento. Pero a partir de un determinado momento, la producción ya no es productiva, sino destructiva; la información ya no es informativa, sino deformadora; la comunicación ya no es comunicativa, sino meramente acumulativa.

Hoy, la propia percepción asume la forma de Binge Watching, de «atracones de series». Eso designa el consumo de vídeos y películas sin ninguna limitación temporal. A los consumidores se les ofrece continuamente aquellas películas y series que se ajustan por entero a su gusto, es decir, que les gustan. Se los ceba como a ganado de consumo con lo que siempre vuelve a resultar igual. Los «atracones de series» se pueden generalizar declarándolos el modo actual de percepción. La proliferación de lo igual no es carcinomatosa, sino comatosa. No topa con ninguna defensa inmunológica. Uno se queda mirando la pantalla como un pasmado hasta perder la conciencia.

Lo que provoca la infección es la negatividad de lo distinto, que penetra en una mismidad causando la formación de anticuerpos. El infarto, por el contrario, se explica en función del exceso de lo igual, de la obesidad del sistema: no es infeccioso, sino adiposo. No se generan anticuerpos contra la grasa. Ninguna defensa inmunológica puede impedir la proliferación de lo igual.

La negatividad de lo distinto da forma y medida a una mismidad. Sin aquella se produce una proliferación de lo igual. Lo mismo no es idéntico a lo igual, siempre aparece emparejado con lo distinto. Por el contrario, lo igual carece del contrincante dialéctico que lo limitaría y le daría forma: crece convirtiéndose en una masa amorfa. Una mismidad tiene una forma, un recogimiento interior, una intimidad que se debe a la diferencia con lo distinto. Lo igual, por el contrario, es amorfo. Careciendo de tensión dialéctica, lo que surge es una yuxtaposición indiferente, una masa proliferante de lo indiscernible:

“Lo Mismo solo se deja decir cuando se piensa la diferencia. En el portar a término decisivo de lo diferenciado adviene a la luz la esencia coligante de lo mismo. Lo mismo aleja todo afán de limitarse solo a equilibrar lo diferente en lo igual. Lo mismo coliga lo diferente en una unión originaria. Lo igual, en cambio, dispersa en la insulsa unidad de lo que es uno solo por ser uniforme.”

El terror de lo igual alcanza hoy todos los ámbitos vitales. Viajamos por todas partes sin tener ninguna experiencia. Uno se entera de todo sin adquirir ningún conocimiento. Se ansían vivencias y estímulos con los que, sin embargo, uno se queda siempre igual a sí mismo. Uno acumula amigos y seguidores sin experimentar jamás el encuentro con alguien distinto. Los medios sociales representan un grado nulo de lo social

La interconexión digital total y la comunicación total no facilitan el encuentro con otros. Más bien sirven para encontrar personas iguales y que piensan igual, haciéndonos pasar de largo ante los desconocidos y quienes son distintos, y se encargan de que nuestro horizonte de experiencias se vuelva cada vez más estrecho. Nos enredan en un inacabable bucle del yo y, en último término, nos llevan a una «autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones.

Lo que constituye la experiencia en un sentido enfático es la negatividad de lo distinto y de la transformación. Tener una experiencia con algo significa que eso «nos concierne, nos arrastra, nos oprime o nos anima». Su esencia es el dolor. Pero lo igual no duele. Hoy, el dolor cede paso a ese «me gusta» que prosigue con lo igual.

La información simplemente está disponible. El saber en un sentido enfático, por el contrario, es un proceso lento y largo. Muestra una temporalidad totalmente distinta. Madura. La maduración es una temporalidad que hoy perdemos cada vez más. No se compadece con la política de los tiempos actuales, la cual, para incrementar la eficacia y la productividad, fragmenta el tiempo y elimina estructuras que son estables en el tiempo.

Incluso ese acopio máximo de informaciones que son los macrodatos dispone de un saber muy escaso. Con la ayuda de macrodatos se averiguan correlaciones. La correlación dice: si se produce A, entonces a menudo también se produce B. Pero por qué eso es así no se sabe. La correlación es la forma de saber más primitiva, ni siquiera está en condiciones de averiguar la relación causal, es decir, la concatenación de causa y efecto. Esto es así y punto. La pregunta por el porqué está aquí de más. Es decir, no se comprende nada. Pero saber es comprender. Así es como los macrodatos hacen superfluo el pensamiento. Sin darle más vueltas, nos dejamos llevar por el esto es así y punto.

El pensamiento tiene acceso a lo completamente distinto. Puede interrumpir lo igual. En eso consiste su carácter de acontecimiento. Calcular, por el contrario, es una inacabable repetición de lo mismo. A diferencia del pensamiento, no puede engendrar un estado nuevo. Es ciego para los acontecimientos. Un verdadero pensar, por el contrario, tiene carácter de acontecimiento. «Digital» en francés se dice numérique. Lo numérico hace que todo resulte numerable y comparable. Así es como perpetúa lo igual.

En un sentido enfático, también el conocimiento resulta transformante. Genera un nuevo estado de conciencia. Su estructura se asemeja a la de una redención. La redención hace más que resolver un problema: traslada a los necesitados de redención a un estado óntico completamente distinto.

En Amor y conocimiento, Max Scheler señala que, «de una forma extraña y prodigiosa», San Agustín atribuye a las plantas la necesidad de que los hombres las contemplen, como si gracias a un conocimiento de su ser al que el amor guía ellas experimentaran algo análogo a la redención.

Si una flor tuviera en sí misma su plenitud óntica, no tendría la necesidad de que la contemplaran. Es decir, tiene una carencia, una carencia óntica. La mirada amorosa, ese «conocimiento al que el amor guía», la redime del estado de indigencia, de modo que tal conocimiento viene a ser «análogo a la redención». Conocimiento es redención. El conocimiento entabla una referencia amorosa con su objeto en cuanto distinto. En eso se diferencia de la mera noticia o información, que carece por completo de la dimensión de alteridad.

Al acontecimiento le es inherente una negatividad, pues engendra una relación nueva con la realidad, un mundo nuevo, una comprensión nueva de lo que es. Hace que de pronto todo aparezca bajo una luz totalmente distinta. Ese «olvido del ser» del que habla Heidegger no significa otra cosa que esta ceguera hacia los acontecimientos. Heidegger diría que hoy, el ruido de la comunicación, la tormenta digital de datos e informaciones, nos hace sordos para el callado retumbar de la verdad y para su silente poder violento: «Un estruendo: la verdad misma / se ha presentado entre los hombres, / en pleno / torbellino de metáforas ».

Los comienzos de la revolución digital estuvieron marcados sobre todo por proyectos utópicos. Por ejemplo, Flusser elevó la interconexión digital a la categoría de técnica de la caridad. Según esa noción, ser hombre significa estar conectado con otros. La interconexión digital debe hacer posible una experiencia peculiar de la acogida y la repercusión. Todo vibra junto:

“La red vibra, es un pathos, es una resonancia. Ese es el fundamento de la telemática, esa simpatía y antipatía de la cercanía. Creo que la telemática es una técnica de la caridad, una técnica para realizar el judeocristianismo. La telemática tiene como base la empatía. Destruye el humanismo a favor del altruismo. Ya el mero hecho de que esta posibilidad exista resulta colosal.”

Hoy, la red se transforma en una caja de resonancia especial, en una cámara de eco de la que se ha eliminado toda alteridad, todo lo extraño. La verdadera resonancia presupone la cercanía de lo distinto. Hoy, la cercanía de lo distinto deja paso a esa falta de distancia que es propia de lo igual. La comunicación global solo consiente a más iguales o a otros con tal de que sean iguales.

La cercanía lleva inscrita la lejanía como su contrincante dialéctico. La eliminación de la lejanía no genera más cercanía, sino que la destruye. En lugar de cercanía, lo que surge es una falta total de distancia. Cercanía y lejanía están entretejidas. Una tensión dialéctica las mantiene en cohesión. Esa tensión consiste en que es justamente lo contrario de las cosas, lo distinto de ellas mismas lo que les infunde vida. Una mera positividad, así como la falta de distancia, carecen de esta fuerza vivificante. La cercanía y la lejanía se median dialécticamente igual que lo mismo y lo distinto. Ni la falta de distancia ni lo igual contienen vida.

Esa falta de distancia que es propia de lo digital elimina todas las modalidades de la cercanía y la lejanía. Todo queda igual de cerca e igual de lejos. Rastro y aura. El rastro es la manifestación de una cercanía, por muy lejos que pueda estar aquello que lo deja. El aura es la manifestación de una lejanía, por muy cerca que pueda estar aquello que la irradia.

Al aura le es inherente la negatividad de lo distinto, de lo ajeno, del enigma. La sociedad digital de la transparencia elimina el aura y desmitifica el mundo. La hipercercanía y la sobreiluminación, en cuanto el efecto general que provoca la pornografía, destruyen toda lejanía aureolar, la cual constituye también lo erótico.

En la pornografía todos los cuerpos se asemejan. También se descomponen en partes corporales iguales. Despojado de todo lenguaje, el cuerpo queda reducido a lo sexual, que no conoce ninguna diferencia aparte de la sexual. El cuerpo pornográfico ha dejado de ser escenario, «teatro suntuoso», «la fabulosa superficie de inscripción de los sueños y las divinidades». No narra nada. No seduce. La pornografía lleva a cabo una eliminación de la narrativización y de la expresión lingüística, ya no solo del cuerpo, sino de la comunicación en general. En eso consiste su obscenidad. No es posible jugar con la carne desnuda. El juego necesita una apariencia, una falacia. La verdad desnuda y pornográfica no permite ningún juego, ninguna seducción. También la sexualidad, si se la toma como prestación, reprime toda modalidad lúdica. Se vuelve totalmente maquinal. El imperativo neoliberal de rendimiento, atractivo y buena condición física acaba reduciendo el cuerpo a un objeto funcional que hay que optimizar.

La proliferación de lo igual es una «plenitud en la que solo se transparenta el vacío». La expulsión de lo distinto genera un adiposo vacío de plenitud. Esa hipervisibilidad, esa hipercomunicación, esa hiperproducción, ese hiperconsumo que conducen a un rápido estancamiento de lo igual resultan obscenos. El «enlace de lo igual con lo igual» es obsceno. La seducción, por el contrario, es la «capacidad de arrancarle a lo igual lo que tiene de igual», de hacer que diverja de sí mismo . El sujeto de la seducción es el otro. Su modo es el juego en cuanto modo opuesto al del rendimiento y la producción. Hoy, incluso el juego mismo se transforma en un modo de producción: el trabajo pasa a ser un game.

Anomalisa, la película estadounidense de animación realizada por Charlie Kaufmann, refleja con crudeza el actual infierno de lo igual. La película podría haberse titulado La nostalgia de lo distinto o Alabanza del amor. En el infierno de lo igual ya no resulta posible ningún anhelo de lo distinto. El protagonista, Michael Stone, es un prestigioso autor y orientador motivacional. Su obra más exitosa se titula ¿Cómo puedo ayudarte a ayudarlos? Un típico asesor del mundo neoliberal. En todas partes celebran su libro porque incrementa considerablemente la productividad. 

A pesar de su éxito, Michael cae en una grave crisis existencial. Se ve solitario, aburrido, desilusionado, desorientado, perdido en una sociedad de consumo y rendimiento vacía de sentido, monótona y pulimentada. En ella todos los hombres tienen un rostro igual y hablan con una voz igual. La voz del taxista, de la cocinera o del gerente del hotel es idéntica a la de su esposa o a las de sus antiguas amantes. El rostro de un niño no se distingue del de una persona mayor. Los clones pueblan un mundo en el que, paradójicamente, todos pretenden ser distintos de los demás.

Michael va a Cincinnati a dar una conferencia. En el hotel oye una voz de mujer que suena totalmente distinta. Llama a la puerta de la habitación en la que supone que está ella. La encuentra. Para sorpresa suya, ella lo reconoce: ha viajado hasta Cincinnati para asistir a su conferencia. Se llama Lisa. No solo tiene una voz distinta, sino también un rostro distinto. Pero ella se considera a sí misma fea, porque su rostro difiere del rostro optimizado y uniforme de los demás. También es rolliza y tiene una cicatriz en la mejilla que trata de ocultar con su pelo. Michael se enamora de ella, de su voz distinta, de su alteridad, de su anomalía. En el éxtasis amoroso la llama «Anomalisa». Pasan la noche juntos. En una pesadilla, a Michael lo persiguen unas empleadas del hotel que parecen iguales y que quieren tener sexo con él. Atraviesa un infierno de lo igual. 

Mientras está desayunando con ella, para horror suyo la voz de Lisa se asemeja cada vez más a esa voz uniforme que tienen todos. Regresa a casa. Por todas partes el desierto de lo igual. Su familia y sus amigos lo reciben. Pero él no puede diferenciarlos. Todos son iguales entre sí. Totalmente desconcertado se sienta frente a una vieja muñeca sexual japonesa que ha comprado para su hijo en una tienda de artículos sexuales. Ella tiene la boca muy abierta, solícitamente dispuesta a hacer una felación. 

En la última escena, Lisa confirma su amor a Michael, como si viniera de un mundo que parece haber sido liberado del hechizo de lo igual y en el que cada uno recobra su propia voz y su propio rostro. Lisa cuenta de pasada que, en japonés, Anomalisa significa «diosa del cielo». Anomalisa es el otro por antonomasia que nos redime del infierno de lo igual. Ella es el otro en cuanto eros.

En aquel infierno de lo igual los hombres no son otra cosa que muñecos manejados a distancia. Por eso es lógico que la película no se rodara con actores, sino con muñecos. Las fisuras delatoras en su rostro le permiten adivinar a Michael que él mismo no es más que un muñeco. En una escena se le desprende una pieza del rostro. Sostiene en la mano la pieza bucal que se ha desprendido y que empieza a parlotear automáticamente. Se horroriza de ser un muñeco. Las palabras de Büchner podrían haber servido muy bien como lema de la película: «Somos muñecos cuyos alambres mueven unos poderes desconocidos. ¡No somos nosotros mismos! ¡No somos nada!». 

Los selfies son superficies hermosas de un yo vacío e inseguro

"La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre de excesiva positividad. Refleja una humanidad librando una guerra sobre sí misma.". - Byung-Chul Han                             
Texto de Byung-Chul Han, publicado en alemán, el 30 de diciembre del 2015, en la revista digital WELT. Por: Byung-Chul Han

¿De dónde viene el sentimiento insoportable de vacío? En primer lugar, es importante distinguir entre narcisismo y amor propio. El tema del amor propio es diferente del otro. Aquí hay límites claros del ego que lo distinguen de los demás. Con la autorreferencia narcisista, por otro lado, el otro se inclina hasta que el yo se reconoce a sí mismo en él. El sujeto narcisista percibe el mundo como sombras de sí mismo.

La consecuencia es fatídica: el otro desaparece. El límite entre el yo y el otro se desdibuja. El yo se difunde y se vuelve difuso. Un yo estable solo surge frente al otro. En contraste, la autorreferencia narcisista excesiva crea un sentimiento de vacío. El yo se ahoga en el yo.

Hoy las energías libidinales se invierten principalmente en el ego. La acumulación narcisista del Ichlibido conduce a la degradación de la libido del objeto, es decir, la libido que ocupa el objeto. La libido de objetos crea un vínculo de objeto, que a su vez estabiliza el ego. Sin ningún apego al objeto, el ego se arroja sobre sí mismo, lo que desarrolla sentimientos negativos como el miedo o el vacío.

Hoy existen muchos imperativos sociales que conducen a la congestión narcisista de la libido del ego, por ejemplo, el imperativo de autenticidad. Esto despliega una compulsión narcisista de preguntarse, espiar, mirar, asediar y no menos importante culparse constantemente.

En definitiva, la autenticidad es una estrategia de producción neoliberal. El ego se somete a la coacción, incluso de manera permanente como un empresario a producir . Si no tiene éxito en esta autoproducción, puede suceder lo peor.

Muchos adolescentes de hoy están plagados de miedos difusos, miedo al fracaso,  miedo a quedarse atrás, miedo a cometer un error o tomar una decisión equivocada, miedo a no cumplir sus propias expectativas. Se avergüenza de su propia insuficiencia. La opinión de otros, también es un ritual de auto castigo.

La falta de autoestima que subyacente en la autolesión indica una crisis general de gratificación en nuestra sociedad. Cada uno de nosotros está enamorado. Solo el amor del otro estabiliza al yo. La autorreferencia narcisista, por otro lado, tiene un efecto desestabilizador.

Para una autoestima estable, tengo que encontrarme importante. Pero para eso necesito la idea de que soy importante para los demás. Esto puede ser difuso, pero es esencial para sentirse  importante para ser . La falta de sentimiento de ser es responsable de la autolesión.

No puedo producir autoestima yo mismo. Para esto, dependo de otros, en la instancia de la propina, que me aman, alaban, reconocen y aprecian. El aislamiento narcisista de las personas, la instrumentalización de los demás y la competencia total entre ellos destruyen el clima de gratificación.

El sujeto se ve obligado a hacer más y más. Por lo tanto, nunca hay un punto latente y final de gratificación. Vive permanentemente en un sentimiento de falta y culpa. Dado que no solo compite con los demás, sino que sobre todo consigo mismo: intenta superarse a sí mismo.

La gratificación primaria, que está más allá de cualquier cuantificación, también se está volviendo más difícil hoy. La amistad es una relación con el otro que estabiliza y satisface el ego. Los "amigos" en las redes sociales carecen de la negatividad del otro. Forman una multitud aplaudiendo y eliminan sus diferencias de la misma manera.

El sentimiento de vacío conduce a la depresión. El sujeto deprimido está muy cargado de sí mismo. Se produce la congestión narcisista del Ichlibido, que lo enferma. Está cansado de sí mismo, exhausto por sí mismo. Completamente incapaz de salir de sí mismo, se muerde a sí mismo, lo que paradójicamente conduce a vaciarse y vaciarse del ser.

Encapsulado, autónomo, pierde toda referencia al otro. Me toco, pero solo me siento a través del toque del otro. El otro es constitutivo para la formación de un yo estable. Si el otro desaparece, el ego cae en un vacío.

Algunos solo sienten su propio cuerpo cuando se tocan. La relación con el propio cuerpo aparentemente también se ve perturbada hoy. Lo sometes completamente a la lógica de optimización. Esto te aleja de tu propio cuerpo. Cultivas el cuerpo en lugar de habitarlo. La bulimia y la anorexia son manifestaciones patológicas de este desarrollo. Anotar sería un intento desesperado de sentir tu propio cuerpo nuevamente.

Hoy se evita toda forma de lesión. Esto también se aplica al amor. Enamorarse "sería hacerse demasiado daño". Hoy no corremos riesgos altos porque tememos la pérdida que nos perjudica y nos perjudica.

Pero el amor sin lesiones es impensable. Nos ataca y nos hiere. Hoy se evita a la otra persona como fuente de la lesión. Sin embargo, la lesión rechazada se repite, es decir, en la autolesión, que, en contraste con la lesión causada por otros, aún puede tener lugar de manera controlada.

La eliminación de toda negatividad es característica de la sociedad actual. Todo se suaviza. Lo liso carece de la negatividad de lo contrario. Ya no es un objeto. El suave, por otro lado, quiere complacer. No es un objeto. La comunicación también se suaviza hoy para intercambiar favores, incluso positivos. A cada idioma, a cada expresión se le niegan sentimientos negativos como el dolor.

Según Alain Ehrenberg, el éxito de la depresión se basa en la conexión perdida con el conflicto. La cultura actual de rendimiento y optimización no permite el trabajo en conflicto porque lleva mucho tiempo. El sujeto de servicio de hoy conoce solo dos estados: funciona o falla. En eso se asemeja a las máquinas. Las máquinas tampoco tienen un conflicto. O están funcionando correctamente o están rotos.

La adicción a las selfies también tiene poco que ver con el amor propio. No es más que el ralentí del yo narcisista, que nunca descansa. El vacío solo se reproduce a sí mismo. Los selfies están incluso en formas vacías. Aumentan la sensación de vacío.

La adicción a las selfies no genera amor propio, es una autor referencia narcisista. Los selfies son superficies hermosas de un yo vacío y completamente inseguro. Para escapar del vacío insoportable, usan un teléfono inteligente. Los selfies son superficies lisas que ponen el self vacío en una luz agradable por un corto tiempo. Pero si los das vuelta, te encuentras con las heridas cubiertas de heridas que sangran. Entonces las heridas son el rostro de los selfies.

La cultura digital hace que el ser humano se atrofie

 BYUNG-CHUL HAN: LA CULTURA DIGITAL HACE QUE EN CIERTO MODO EL HOMBRE SE ATROFIE

"La sociedad de la transparencia elimina todos los rituales y ceremonias, en cuanto que estos no pueden hacerse operacionales, porque son un impedimento para la acelaración de los ciclos de la información, la comunicación y la producción." - Byung-Chul Han

                         




 Texto del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que forma parte de un extracto de su libro ‘Loa a la tierra’, publicado por la editorial Herder el 15 de marzo del 2019. Traducción de Alberto Ciria.

Por: Byung-Chul Han

Desde que trabajo en el jardín percibo el tiempo de manera distinta. Transcurre mucho más lentamente. Se dilata. Me parece que falta casi una eternidad hasta que llegue la próxima primavera. La próxima hojarasca otoñal se distancia hasta una lejanía inconcebible. Incluso el verano me parece infinitamente lejano. El invierno se me hace ya eterno. El trabajo en el jardín invernal lo prolonga. Jamás me resultó tan largo el invierno como en mi primer año de jardinero. Sufrí mucho a causa del frío y la helada persistente, pero no por mí, sino sobre todo por las flores de invierno, que mantenían su floración incluso con la nieve y en plena helada persistente. Mi mayor preocupación eran las flores, y por eso les brindaba mi asistencia. El jardín me aleja un paso más de mi ego. No tengo hijos, pero con el jardín voy aprendiendo lentamente qué significa brindar asistencia, preocuparse por otros. El jardín se ha convertido en un lugar del amor.

El tiempo del jardín es un tiempo de lo distinto. El jardín tiene su propio tiempo, sobre el que yo no puedo disponer. Cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos. Los azafranes de otoño y los azafranes de primavera parecen similares, pero tienen un sentido del tiempo totalmente distinto. Es asombroso cómo cada planta tiene una conciencia del tiempo muy marcada, quizá incluso más que el hombre, que hoy de alguna manera se ha vuelto atemporal, pobre de tiempo. El jardín posibilita una intensa experiencia temporal. Durante mi trabajo en el jardín me he enriquecido de tiempo. El jardín para el que se trabaja devuelve mucho. Me da ser y tiempo. La espera incierta, la paciencia necesaria, el lento crecimiento, engendran un sentido especial del tiempo. En Crítica de la razón pura, Kant describe el conocimiento como una actividad remunerada. Según Kant, el conocimiento trabaja por una “ganancia realmente nueva”. En la primera edición de Crítica de la razón pura, Kant habla de “cultivo” en lugar de “ganancia”. ¿Qué motivo pudo haber tenido Kant para reemplazar “cultivo” por “ganancia” en la segunda edición?

Acaso “cultivo” le recordara demasiado a Kant la amenazadora fuerza del elemento, la tierra, la incertidumbre y la imprevisibilidad inmanentes a ella, la resistencia, el poder de la naturaleza, que habrían incomodado sensiblemente el sentimiento de autonomía y libertad del sujeto kantiano. El asalariado urbanita podrá desempeñar su trabajo independientemente del cambio de las estaciones, pero eso le resulta imposible al campesino, que está sujeto a su ritmo. Posiblemente el sujeto kantiano no conozca la espera ni la paciencia, que Kant rebaja a “virtudes femeninas”, pero que son necesarias en vista del lento crecimiento de aquello que fue encomendado a la tierra. Quizá a Kant le resultara insoportable la incertidumbre a la que queda expuesto el campesino.

En su obra Amor y conocimiento, Max Scheler señala que, “de una forma extraña y misteriosa”, san Agustín atribuye a las plantas la necesidad “de que los hombres las contemplen, como si gracias a un conocimiento de su ser al que el amor guía ellas experimentaran algo análogo a la redención”. El conocimiento no es una ganancia, o al menos no es mi ganancia, ni es mi redención, sino la redención de lo distinto. El conocimiento es amor. La mirada amorosa, el conocimiento al que el amor guía, redime a la flor de su carencia ontológica. El jardín es, por tanto, un lugar de redención (…)

Me gustan mucho las flores que aman la sombra. Byung-Chul significa “luz clara”. Pero sin sombra la luz ya no es luz. Sin luz no hay sombra. Luz y sombra van juntas. La sombra da forma a la luz. Las sombras son sus hermosos contornos.

El nombre en latín de la dedalera es Digitalis. La palabra digital se refiere al dedo, en latín digitus, término con el que también está emparentada etimológicamente la palabra índice, que designa el dedo que se emplea sobre todo para contar. La cultura digital hace que en cierto modo el hombre se atrofie hasta convertirse en un pequeño ser con carácter de dedo. La cultura digital se basa en el dedo que numera, mientras que la historia es una narración que se cuenta. La historia no numera. Numerar es una categoría poshistórica. Ni los tuits ni las informaciones componen una narración. Tampoco el timeline narra una biografía, la historia de una vida. Es aditivo y no narrativo. El hombre digital maneja los dedos en el sentido de que constantemente está numerando y calculando. Lo digital absolutiza el número y la numeración.

También lo que más se hace con los amigos de Facebook es numerarlos. Pero la amistad es una narración. La época digital totaliza lo aditivo, el numerar y lo numerable. Incluso los afectos se cuentan en forma de likes. Lo narrativo pierde enormemente relevancia. Hoy todo se hace numerable para poder traducirlo al lenguaje del rendimiento y la eficiencia. Además, el número hace que todo sea comparable. Lo único numerable es el rendimiento y la eficiencia. Así es como hoy todo lo que no es numerable deja de ser. Pero ser es un narrar y no un numerar. El numerar carece de lenguaje, que es historia y recuerdo. (…)

Hoy tenemos mucho que decir, mucho que comunicar, porque somos alguien. Hemos perdido el hábito tanto del silencio como de callarnos. Mi jardín es un lugar del silencio. En el jardín yo creo silencio. Estoy a la escucha, como Hiperión:

Todo mi ser enmudece y se pone a la escucha cuando la tierna ola de aire revolotea por mi pecho. Perdido en el vasto azul, a menudo lanzo mi mirada fuera, hacia el éter, y la adentro en el mar sagrado, sintiendo que un espíritu afín me abre sus brazos, como si el dolor de la soledad se desvaneciera en la vida de la divinidad. Ser uno con todo: esa es la vida de la divinidad y ese es el cielo del hombre.

La digitalización aumenta el ruido de la comunicación. No solo acaba con el silencio, sino también con lo táctil, con lo material, con los aromas, con los colores fragantes, sobre todo con la gravedad de la tierra. La palabra humano viene de humus, tierra. La tierra es nuestro espacio de resonancia, que nos llena de dicha. Cuando abandonamos la tierra nos abandona la dicha.

Hay una proporción que se debe observar para lograr la salud infinita

 Hay una proporción que se debe observar para lograr la salud infinita.

Una proporción de yang.
Una proporción de yin.
Si una de estas fuerzas se sale de su proporción es como una sangre diluida (anemia) o una sangre demasiado viscosa (trombosis).
La gente se preocupa por las vitaminas, las proteínas y las grasas saludables.
Se hidrata y se suplementa con hierro y ácido fólico.
Pero sin tomar en cuenta las proporciones.
En la medicina oriental el cereal es el plato principal.
La proporción debe ser del 50, 60, 70% dependiendo del resultado que se quiera conseguir.
El plato secundario (vegetales, frutos secos, legumbres, pescado, fruta) debe tener un volumen menor.
Si se invierte la proporción es como errar en la proporción de agua que le pondremos a la masa para hacer el pan.
Si ésta es demasiado alta la masa no se podrá trabajar y el pan se convertirá en una pasta sin forma y sin volumen.
Si es demasiado baja, no se podrán mezclar ni combinar los diferentes ingredientes de nuestro delicioso pan.
Nuestro cuerpo es como esta masa de pan.
Si tiene demasiada agua o demasiada azúcar no podrá funcionar bien.
Cuando falla la proporción la naturaleza avisa.
Aparece la primer señal de falta de proporción: el cansancio.
Si no se corrige la falta de equilibrio, el cansancio se profundiza y aparecen señales más profundas de desequilibrio (dolor crónico) y enfermedades más serias.
Entonces algunos buscan curas en base a jugos vegetales crudos.
Y en vez de mejorar se sienten peor.
Porque sólo se enfocan en vitaminas, minerales y nutrición molecular u ortomolecular.
Pero no se toma en cuenta la energía yin yang, ni las proporciones de alimentos.
Y por eso no funcionan o lo hacen por un breve tiempo.
Ohsawa decía que éste es el "secreto médico de la macrobiótica".
El alimento principal crea el equilibrio energético más rápido que los otros alimentos.
Y por esa razón se los denomina "secundarios".
Intentar crear equilibrio sólo con secundarios conduce a una extrema yinnización.
Y por esa razón muchos veganos terminan incorporando proteínas animales luego de un éxito inicial que termina en un profundo desequilibrio.
Es por desconocer las proporciones entre alimentos principales y alimentos secundarios.
Y es lo primero que un buen consultor macrobiótico debe hacer cuando da sus consejos.

-Martín Macedo-