- Las prácticas de Vida Sencilla, Libertad, aquí y ahora y Silencio aportan una Paz y una Armonía interior que, poco a poco, van generando la inclinación a la Quietud y a un dejar de hacer ("no-hacer") tareas y actividades que antes llenaban nuestra agenda cotidiana.
- La paulatina profundización en el "no hacer" pone de manifiesto que hay una premisa previa: percatarse de la "innecesaridad de hacer", de que no hay "deber de" ni "tener que" hacer nada.
- La "innecesaridad de hacer" se halla íntimamente unida a la percepción de que todo tiene su porqué y su para qué y que todo fluye refluye y confluye en la perfección de cuanto Es. Y eso, a su vez, hace "ver" que todo está en Evolución y que la idea de "cambio" es una fisión del ego. De este modo, el ego va perdiendo fuelle y protagonismo en nuestra vida.
- Así, se va produciendo la desidentificación con el cuerpo físico, los sentidos corpóreos-mentales y la vida material (es muy importante el papel de la meditación en este proceso de desidentificación). Y, en paralelo, la toma de conciencia sobre nuestra divinidad -"verdadero ser" y "naturaleza esencial"- que conlleva, entre otras cosas, la apertura de otros sentidos y "ventanas" conscienciales para percibir lo Real.
- En la medida en que todo lo anterior echa raíces en nuestro interior, se constata que la idea de "perfección" era una experiencia de la dualidad en la que vivíamos cuando nos identificábamos con un yo físico-material: no es que todo sea "perfecto", sino que, sencillamente, todo "Es".
- Este "Es" se corresponde con esa aceptación del verbo "ser" . Por tanto, el todo "Es" supone que todo, simplemente, "Acontece": una experiencia continua, compuesta de experiencias que no son duales -ni positivas ni negativas-, sino todas igualmente precisas y maravillosas, que se despliega y es expresión de la Vida. Esto permite constatar el auténtico calado del aquí y ahora: el momento presente no puede ser pensado, pues ya sería pasado. El momento presente es experiencia pura y no puede ser intelectualizado, ni etiquetada, ni enjuiciado. Si se hace esto, ya no se trata del momento presente, sino de un momento pasado.
- El acontecer y la experiencia pura son desenvolvimiento (Movimiento) y Manifestación de lo Inmanifestado. Enunciado coloquialmente, lo Manifestado es la "dimensión superficial" de Dios y lo Inmanifestado, "su dimensión subyacente".
- Lo Inmanifestado es la Naturaleza Esencial de Dios, por más que Dios sea todo y todos, lo Inmanifestado y su Manifestación. Y los "atributos" de Inmanifestado (dimensión subyacente) se trasladan como "referentes" y "pautas de atracción (absorción)" al proceso evolutivo y a la vida cotidiana (dimensión superficial).
- El ejercicio efectivo de estos "atributos" libera el Amor que somos todas las capas que, en nuestra evolución consciencial, taponaban su Presencia y distorsionaban su Frecuencia. Y esta, la Frecuencia del Amor, se transforman en la base y la totalidad de las actitudes con las que, en cada momento presente, afrontamos los hechos y circunstancias del día al día, tanto los que la mente juzga de importantes como los que considera menores o insignificantes.
- Interiorizando todo lo precedente, la Vida se transforma en un "vivir viviendo" en el que, desde el Amor y sin iniciativa propia, se va acometiendo aquello que la Providencia y la propia Vida (no la mente ni el ego) van poniendo por delante. Y no se hace porque sea necesario por o para algo, o porque haya una obligación de hacerlo, sino porque la Vida nos va situando ante ello y como plasmación y acción de nuestros dones y talentos.
- Emilio Carrillo (del libro DIOS)-
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